El ascenso de partidos antiinmigración se sucede en la Europa rica (Reino Unido, Francia y Alemania) e incluso en la periferia. Bulgaria pretende levantar un muro de más de 150 kilómetros de longitud para contener la inmigración procedente de Turquía. Berlín y Londres plantean medidas para mitigar el denominado turismo del bienestar, aunque no hay […]
El ascenso de partidos antiinmigración se sucede en la Europa rica (Reino Unido, Francia y Alemania) e incluso en la periferia. Bulgaria pretende levantar un muro de más de 150 kilómetros de longitud para contener la inmigración procedente de Turquía. Berlín y Londres plantean medidas para mitigar el denominado turismo del bienestar, aunque no hay cifras que avalen que la inmigración abusa de los servicios sociales. Y así ad infinitum.
En el artículo del periódico alemán Die Zeit se habla de refugiados: De la gente y tipo de vida que van a encontrar si se quedan en Alemania, de cómo van a sentirse si asisten a una escuela alemana, o si buscan piso o trabajo. Y sobre qué van a pensar los alemanes de ellos.
Y como se desea que el texto lo lean la mayoría de ellos, se ha elaborado una revista distinta. Gran parte de los refugiados, que pisan Alemania en estos momentos, proceden de países árabes, de ahí que las páginas y textos estén confeccionados en alemán y árabe. Y en la revista escriben no sólo sirios e iraquíes, que por el momento obtienen el estatuto de refugiado antes que los demás, sino también refugiados de países africanos y de Afganistán.
Y otra cosa: Esta semana las fotos no son de fotógrafos sino que están hechas desde los móviles de los refugiados mismos, las imágenes reflejan su visión personal de este país, de Alemania.
Y la redacción, me escribe Harald Martenstein, me ha encargado que explique Alemania a un refugiado en 1640 caracteres. ¡Imposible! Quizá en 1640 podría explicar cómo se prepara un bocata de pan con mantequilla, nuestra especialidad culinaria. Bien, no voy a escribir ni 1639 ni 164, no, voy a escribir 1640, que es lo encomendado. Esta sumisión y cuadriculación es algo típicamente alemán.
Los alemanes somos aplicados, trabajadores, pero a veces disfrutamos muy poco de la vida. Somos injustos, sobre todo con las mujeres. ¡Estas pobres criaturas! No paran los recortes y los pobres son cada vez más pobres, y esto acontece desde siglos. Tenemos prejuicios, ¡pero oiga! No nos gusta repartir. Además somos cobardes. Pero todavía hay algo en peor estado que nuestro humor: Nuestra sexualidad es un desastre. Olvídense de nuestras infraestructuras: puentes, calles, escuelas…, todo hecho una mierda. No nos hacen demasiada gracia ni los niños ni los mayores. Y aun cuando lo inteligente sería comprar acciones no lo hacemos. ¿Por qué? Porque somos estúpidos. Nos alimentamos mal, de ahí el sobrepeso. También nos achicharramos pronto al sol, en el caso de ser rubio. Y hablando de rubios: Cada vez hay más nazis, se los encuentra en todos los rincones. Nuestra música suena desagradable y molesta, como esas fibras de carne de cerdo aprisionadas entre dientes, vulgarmente llamados paraluegos (Schweinegezadder). Eso sí, el bocadillo de mantequilla es rico.
Habrán oído que Alemania es rica, que es un país relativamente en paz y seguro, algo hay de eso. Pero pronto conocerán alemanes con una visión negativa de su país, entre nosotros abunda este tipo de gente, más que en otros países.