Al tomar contacto (viajando al país por tareas académicas) con la actualidad de la política profesional peruana, observé un patrón semejante al de las demás realidades latino-americanas. Hay una profunda – y bastante concreta – criminalización de los representantes del Poder Ejecutivo del país vecino. Y a la vez, una inversión de expectativas, con el […]
Al tomar contacto (viajando al país por tareas académicas) con la actualidad de la política profesional peruana, observé un patrón semejante al de las demás realidades latino-americanas. Hay una profunda – y bastante concreta – criminalización de los representantes del Poder Ejecutivo del país vecino. Y a la vez, una inversión de expectativas, con el gobierno de turno, del general Ollanta Humala y su auto-proclamado Partido Nacionalista Peruano (PNP).
Debemos recordar que la primera elección que este hube disputado Humala, fue en 2006, al ser derrotado por el eterno candidato del APRA, Alan García, y yo lo caractericé de «supuesto alvaradista tardío», militar nacionalista. Fui comedido, Humala no es partidario de Velasco Alvarado ni nada por estilo, y tal vez esta sea, una de las grandes fuentes de confusión del sistema político peruano actual. Pero, antes de entrar en el tema en sí, vale destacar al menos dos aspectos de la relación entre el Pavo y nuestro continente.
El Estado peruano viene logrando en los últimos años, los mayores índices de crecimiento económico capitalista en América Latina lo que por sí ya atrae bastante atención para esta vía heterodoxa, donde el gobierno de Ollanta Humala, del PNP galvaniza una confusa mescla de nacionalismo alvaradista (tradición de nacional-desarrollismo referenciada en el gobierno del general Velasco Alvarado, 1968-1975). Ollanta a elevado los niveles de extracción mineral (enfocando en la siempre peligrosa primarización de la economía), además, no hace ningún movimiento para revisar el Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, firmado durante el segundo gobierno de Alan García (2006 a 2011, el primer mandato del político del APRA fue de 1985 a 1990, justo en el auge de la guerra interna).
La caracterización más pertinente para el gobierno de Humala, me parece ser la del documentalista Renzo Forero, un profundo y comprometido conocedor de las luchas sociales del Pavo contemporáneo. Según Forero me ha informado:
«El partido de Humala, pasó rápidamente de un populismo de izquierda, a un gobierno totalmente neoliberal. Ya nadie en el Pavo, considera que es un gobierno nacionalista o de izquierda. Las comparaciones con Velasco Alvarado son nulas. Antes de su elección él fue muy comparado, pero después no. Por eso yo no diría que es un gobierno de centro-izquierda. Para la mayoría de gente del Pavo, y sobre todo para la izquierda, es un gobierno derechista.»
Esta misma contradicción discursiva, es observada tanto en el Perú como en Chile. Ambos países son gobernados por mandatarios de centro-izquierda, pero que poco o nada hicieron para frenar el giro rumbo al eje del Pacífico, donde la capacidad de producir manufacturas chinas y las relaciones con los EEUA, Ya que esta propuesta rivaliza con el siempre trabado Mercosur.
El Perú, tiene elecciones presidenciales marcadas para el año 2016, esta nación tiene líderes políticos presos, ex-presidentes seriamente procesados y posibles candidatos involucrados en situaciones casi inexplicables. Veamos, en este primer artículo, al caso más impactante.
Keiko Fujimori es administradora con MBA en Columbia y tiene su vida profesional y política conectada al @fato por ser hija de Fujimori. Cuando el ex-presidente dictador se separó, Keiko se hizo primera dama precoz, ganando notoriedad entre la población del país. Fue candidata derrotada en 2011 y, siguiendo el patrón familiar, tiene una renta declarada de cerca de 10 mil soles, equivalente a cerca de 9.000 reales en moneda brasileña (alrededor de 6000 dólares yankees) que serían pagados por su partido, el Fuerza Popular.
Pero, tanto ella como su marido estadunidense está en la condición de sospechosos permanentes. Mark Vito Villanella controla una empresa unipersonal y fantasma, pues no tiene actividad económica, aunque esté con la personería jurídica activa dentro del país. La sospecha evidente es que ambos, operaran recursos advenidos de «inversores» de sus campañas, lo que ya sería bastante grave. Aumenta la gravedad el @fato de que el padre de Keiko, el nipo-peruano Alberto Fujimori, que hube dado un auto-golpe en 1992, está acusado de corrupción, crímenes de lesa humanidad y narcotráfico.
Los ex-presidentes Alan García y Alejandro Toledo también son blancos de investigación, por sospecha de corrupción por parte de la Fiscalía General. Toledo – otro peruano con lazos muy hondos con el pensamiento y prácticas neoliberales y status de intelectual de la derecha de EEUU – tuvo su mandato entre 2001 y 2006 y tanto él como asesores de confianza habría participado de operaciones de lavado de dinero y evasión de divisas. Sospechas diversas involucran las personas del primer escalón de Humala, incluyendo la primera dama Nadine Heredia y el ex-ministro del Interior Daniel Arresti.
Los siniestros Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos están presos así como la cúpula del ex partido guerrillero Sendero Luminoso (el nombre completo de la organización es Partido Comunista de Perú – por el Sendero Luminoso del camarada José Carlos Mariátegui), aún comandado por el profesor de filosofía Abimael Guzmán. Juntos, de forma injusta y en el mismo conjunto de demonizados, están los ex-miembros y dirigentes del grupo insurgente Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), que no han cometido actos terroristas y genocidas.
El MRTA ha intencionalmente relacionados, con los maoístas-senderistas comandados por «camarada Gonzalo». Lo que quiero expresar acá es que hay una estrategia de caracterizar como «política de los dos demonios» el período lo que es absolutamente falso, una vez que hay más personajes y operadores de la guerra interna que está en la vida pública, y criminalizados por acusaciones típicas de corrupción y desvíos de funciones de Estado, como es la regla de la política profesional dentro del marco de la democracia indirecta en el capitalismo.
Volviendo a la coyuntura actual – al menos mi primera impresión – peruana, hago un última observación. Apenas interpretadas esta realidad, podemos observar, como un clima caótico o de falencia institucional. Este no sería un retrato fiel de la realidad aparente y vivida. Pero, afirmo que es posible observar un país cuya institucionalidad es siempre delicada y hay una latencia de revuelta popular, lo que acarrea una esperanza de protagonismo de las mayorías. Infelizmente, como dice arriba, también percibí aún el país viviendo un clima de dos demonios, lo que es siempre peligroso.