Mientras el invierno avanza y la sociedad comienza a anestesiarse ante las imágenes vergonzosas que seguimos viendo de las calamidades que padecen los refugiados que cruzan Europa, nuestros gobernantes arrinconan sus compromisos y buenas palabras para solucionar esta crisis humanitaria, al tiempo que el Gobierno del PP presidido por Mariano Rajoy anda entregado a su precampaña electoral sin que parezca existir nada que no pase por sus particulares intereses partidistas. Y con ello, lejos de encauzarse la que ha sido catalogada como la mayor crisis de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, los dirigentes europeos repiten la misma estrategia que han utilizado con anterioridad en otras situaciones críticas que hemos vivido. Es decir, dejar pasar el tiempo mientras la situación empeora y el problema aumenta cada semana.
El último Consejo Europeo sobre la crisis de los refugiados, (EUCO en la terminología comunitaria) celebrado en Bruselas el pasado 15 de octubre, demuestra sin género de dudas que la UE es incapaz de dar respuesta a la dramática situación que viven cientos de miles de refugiados que deambulan por Europa dando tumbos sin que nadie sepa muy bien qué va a ser de ellos. Pero lo que es más grave, los gobernantes de los 28 Estados miembros son incapaces siquiera de dar cumplimiento a los escasos acuerdos europeos alcanzados al ponerlos en entredicho una y otra vez, improvisando ocurrencias, como el trasladar el problema hacia terceros países, como intentan hacer con la curiosa propuesta que han bautizado con el nombre de «responsabilidades compartidas«, mediante el Plan de Acción con Turquía y la Agenda de Acción con África que han aprobado en los últimos Consejos.
Manteniendo una pasmosa pasividad ante la compleja evolución que está tomando la guerra en Siria, los gobiernos europeos defienden ahora que son los países de tránsito extracomunitarios los que deben contener, acoger y resolver el gigantesco problema de los refugiados sirios. Así, serían estos países quienes tendrían la obligación de controlar a las oleadas de refugiados, impidiendo que puedan acceder a Europa, creando campos de refugiados y acogiendo a aquellos otros que sean retornados o expulsados. Esto es lo que la Comisión Europea está negociando con el gobierno turco de Recep Tayyip Erdogan, quien a cambio de avanzar en la supresión de visados a este país, desbloquear las negociaciones para su adhesión a la UE y recibir 3.000 millones de euros, aceptaría a aquellos refugiados que sean expulsados del territorio europeo que hubieran accedido a través de este país y crearía seis nuevos campos de refugiados en territorio turco. Europa debería pensar bien las consecuencias de trasladar a Turquía todas estas responsabilidades con el coste que ello conlleva en términos de seguridad, de derechos humanos, y de dar a un gobierno muy cuestionado por sus violaciones en materia de derechos humanos junto a su apoyo al Estado Islámico, un papel tan fundamental en la región. Pero la UE quiere crear una especie de cordón sanitario alrededor de sus fronteras europeas a cualquier precio, alejando así el problema de los refugiados sirios de su territorio y con ello distanciar a los medios de comunicación y a las opiniones públicas europeas de estos asuntos.
Al mismo tiempo, los gobiernos europeos coinciden en impulsar el control de fronteras y el trabajo de Frontex (la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores de los Estados miembros de la Unión), trabajando para la creación de un sistema europeo de guardia de fronteras y costas e impulsando las políticas de retorno. Es decir, promoviendo las políticas de readmisión, expulsión y salida masiva de refugiados llegados a Europa. Pero incluso en este terreno, los gobiernos europeos están incumpliendo sus compromisos anteriores, ya que de los 775 expertos comprometidos hace meses para Frontex, únicamente se han aportado 48 de ellos por cinco de los ventiocho países miembros de la UE.
Pero lo más llamativo y al mismo tiempo significativo es que ni en las conclusiones de la mencionada reunión del Consejo Europeo sobre la crisis de los refugiados celebrada este mes (EUCO 26/15), ni en su documento de síntesis con el pomposo nombre de «Liderando la crisis de refugiados«, ni tampoco en la rueda de prensa posterior se menciona a los refugiados que han llegado a Europa. Ni una sola palabra sobre las medidas para gestionar con agilidad a las personas refugiadas que siguen accediendo a territorio europeo, de los mecanismos de documentación, los programas de acogida a realizar, las estrategias de incorporación social o los dispositivos de atención, como si todas estas personas se hubieran evaporado, lo que supone una gigantesca irresponsabilidad cuando hablamos de más de medio millón de refugiados recibidos en el primer semestre y de cálculos cercanos al millón que se estiman habrán llegado al finalizar el año.
Hasta ahora, los gobiernos europeos han demostrado a cada paso que daban ser incapaces de sacar a Europa de la parálisis política y del estancamiento moral que ellos mismos encarnan. Pero su pasividad ante la crisis de refugiados que vivimos puede generar una enorme fractura en el proyecto europeo y en el papel de Europa en el mundo.
Carlos Gómez Gil es Sociólogo y profesor de cooperación al desarrollo en la UA. Puedes ver otros trabajos suyos en su Blog «Palabras gruesas» www.carlosgomezgil.com
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