El fin de ciclo de la derecha en la Patria Grande ya se inició en Brasil, Argentina y Venezuela, principales objetivos de Estados Unidos, y la oligarquía regional, que desde 2015 ganó terreno en esos países y otros, pero que comienza a retroceder debido a su actuación violenta, y conductas burdas y antipopulares. La […]
El fin de ciclo de la derecha en la Patria Grande ya se inició en Brasil, Argentina y Venezuela, principales objetivos de Estados Unidos, y la oligarquía regional, que desde 2015 ganó terreno en esos países y otros, pero que comienza a retroceder debido a su actuación violenta, y conductas burdas y antipopulares.
La detención, allanamiento de su casa, e interrogatorio arbitrarios perpetrados hace pocos días contra el líder brasileño y latinoamericano Lula Da Silva hicieron saltar las alarmas de los gobiernos progresistas y movimientos revolucionarios al Sur del Rio Bravo y hasta la Patagonia.
El envalentonamiento de los sectores conservadores en el gigante sudamericano y su desesperación por hacerse del poder le hicieron cometer un grave error, al intentar amedrentar al expresidente Lula, un hombre reconocido y admirado por su pueblo y todos los de Nuestra América.
Lo ocurrido con el dirigente histórico del Partido de los Trabajadores (PT) volcó a las calles a los brasileños, y provocó reacciones en cadena de repudio en todas las naciones de la Patria Grande, donde la rancia oligarquía, con el financiamiento y aliento de Washington, trata de imponerse por la fuerza.
El intento de amilanarlo, ocurrió poco después que se divulgara que Lula podría candidatearse para las venideras elecciones en Brasil, lo cual al parecer provoco una rabia desmedida de la derecha, empeñada por orden de Washington, en truncar la segunda independencia de Latinoamérica y su integración definitiva.
Casi al unísono, en Honduras fue asesinada la dirigente ambientalista indígena Berta Cáceres, otro acontecimiento que estremeció a América Latina, como la reciente noticia que en Argentina fue desvalijada la casa del Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel.
Los argentinos ya conocen muy bien los «cambios» y la «revolución de la sonrisa» prometidos por el ahora mandatario Mauricio Macri, en su carrera electorera del pasado año.
En solo dos meses Macri ha desempleado a 108 mil trabajadores, ha vendido el país a los parásitos fondos buitre, subido las tarifas eléctricas, de agua y gas, entre otras, al tiempo de autorizar el uso de armas eléctricas para reprimir las cotidianas manifestaciones en contra de sus medidas neoliberales.
En Venezuela, donde la Asamblea Nacional está dominada por la derecha luego de los comicios legislativos de 2015, también son bien conocidos por su pueblo los propósitos de los diputados conservadores: derrumbar la Revolución Bolivariana, y destronar al electo constitucionalmente presidente Nicolás Maduro.
La ofensiva violenta y torpe de la oligarquía para hacer retroceder a la Patria Grande ha incluido diferentes países como Ecuador, Bolivia y Uruguay, entre otros.
En todos los casos han utilizado métodos de fuerza, agresiones, campañas mediáticas sin precedentes y trampas de todo tipo pagadas por sus amos de Estados Unidos.
Pero precisamente esas prácticas se han convertido en un boomerang para la derecha, que ya tiene ante sí la apertura de su fin de ciclo, porque se puede engañar y hacer traicionar a algunos, pero no a pueblos enteros.
Esperemos ahora que quienes hablaron o escribieron reiteradamente acerca del denominado síndrome del término del ciclo del progresismo en Latinoamérica, incluidos algunos «analistas de izquierda», se refieran al temprano vuelco que ha comenzado a gestarse contra la derecha farsante en nuestra región.