Hace exactamente un año atrás, casi toda la Guatemala oficial era «revolucionaria contra la corrupción». Los medios de comunicación corporativo y alternativos competían entre sí para convocar a sendas manifestaciones y paros nacionales en contra del enemigo interno común: la corrupción pública. Los corruptos más grandes e inmunes arengaban a la citadinidad a salir a […]
Hace exactamente un año atrás, casi toda la Guatemala oficial era «revolucionaria contra la corrupción». Los medios de comunicación corporativo y alternativos competían entre sí para convocar a sendas manifestaciones y paros nacionales en contra del enemigo interno común: la corrupción pública. Los corruptos más grandes e inmunes arengaban a la citadinidad a salir a las calles para recuperar la «dignidad nacional».
Ha pasado ya más de un año del inicio de aquella llamarada emotiva de «revoluciones de colores», y de ella no queda nada ni en las plazas, ni en los corazones, fuera de algunas selfies placeros para autosatisfacción. Pero, eso sí. Corrió mucha tinta para describir/loar las apoteósicas batallas campales de la ciudadanía revolucionaria.
El 26 de julio del presente año, al igual que en toda la oscura época colonial y la bicentenaria era republicana, indígenas y campesinos, esta vez organizados en el Comité de Desarrollo Campesino (CODECA), protestan una vez más en contra del sistema corrupto neoliberal y sus agentes. Pero, los medios de información corporativa los acusan de «complicar» la cotidiana vida urbana con sus cuerpos. Incluso, en su mayoría, enmudecen los llamados medios alternativos ante la anunciada protesta de CODECA. Los empresarios (revolucionarios del pasado año) exigen aplicar la Ley para repeler la presencia indeseada de «indios» desobedientes en la señorial ciudad capital de mal gusto.
El pasado año revolucionario los indios permitidos adornaban los sets televisivos dando entrevistas y convocando a paros nacionales. Eran los permitidos. Eran y son los «actores» sociales frecuentados y citados por investigadores y analistas progres bien pensantes.
Los mayas y campesinos de CODECA realizaron y realizan diferentes acciones colectivas (marchas de protesta, toma de caminos, asambleas multitudinarias, etc.) autofinanciadas exigiendo no sólo el castigo contra los corruptos, sino la fundación de un Estado Plurinacional. Pero, los analistas e intelectuales revolucionarios no escriben casi nada sobre la acción y presencia de este movimiento social.
Esto muestra que en la Guatemala del siglo XXI hay ciudadanos plenos, los cuasi ciudadanos (indios permitidos) y los no ciudadanos (indios indeseados).
Los indios permitidos no tienen agendas, ni proyecciones políticas claras, mucho menos antisistémicas. Por eso son permitidos tanto por la derecha, como por la izquierda política neoliberal. Ejecutan programas y proyectos grandes de cooperación internacional. Sus acciones individuales y colectivas (aunque aisladas) tienen cobertura de la prensa empresarial y alternativa, en buena medida. Hay siempre más de algún columnista/consultor escribiendo sobre ellos. No realizan movilizaciones multitudinarias más allá de lo permitido
Los indios indeseados son antiimperialistas y antineoliberales. Regularmente no tienen sedes, ni oficinas, en la castiza ciudad capital. No son preferidos por la cooperación internacional. Como son antineoliberales, son repudiados por la derecha e izquierda política tradicional. Eso sí, como están organizados en y desde las comunidades, se movilizan en multitudes desobedeciendo al poder establecido. Apuestan por un instrumento político propio para la liberación de los pueblos, y construyen una propuesta incluyente para la construcción del Estado Plurinacional. Esto no le gusta, ni a la derecha, ni a la izquierda permitida, porque la ignorancia dice que el Estado Plurinacional les confiscará el business. No obedecen dictámenes, ni manuales, escritos por la entelequia del comando revolucionario. Por esto y mucho más les aplican la «ley del hielo» a estos indios.
Pero, los «ciudadanos revolucionarios» no se dan cuenta que esos «no ciudadanos» o indios indeseados son, en este momento de la oscuridad radiante de ideas en Guatemala, el baluarte de la conciencia y de la dignidad nacional. Es iluso esperar al Mesías foráneo para salvar Guatemala. No va a llegar. Es momento de ver y valorar lo más preciado que se tiene en cuanto a sujetos sociopolíticos desde las comunidades, y escuchar (aunque sea por única vez) las propuestas que gritan desde las calles los indeseados. Algo bueno han de traer, por eso gritan y gritan sin cansarse.
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