Es curioso. Cuando el Perú vive una crisis profunda, que no es responsabilidad del pueblo ni de sus organizaciones representativas, sino expresa culpa de quienes tuvieron siempre las riendas del Poder en sus manos; las fuerzas que se dividen y fraccionan no son aquellas que expresan los intereses de la clase dominante -la «Mafia» sigue […]
Es curioso. Cuando el Perú vive una crisis profunda, que no es responsabilidad del pueblo ni de sus organizaciones representativas, sino expresa culpa de quienes tuvieron siempre las riendas del Poder en sus manos; las fuerzas que se dividen y fraccionan no son aquellas que expresan los intereses de la clase dominante -la «Mafia» sigue intacta-, sino más bien, los de los trabajadores.
El segmento que tendría la suprema obligación de unirse para encontrar una salida común, y popular, que responda verdaderamente a los requerimientos nacionales; es el que sufre los efectos de una escisión, que erosiona sus estructuras, y debilita su capacidad de lucha.
En los últimos días, se han producido en efecto, desgajamientos en dos organizaciones de la izquierda peruana. El denominado Partido Comunista del Perú «Patria Roja» sufrió el retiro de un contingente significativo de su estructura juvenil; en tanto que «Tierra y Libertad» -el Partido dirigido por Marco Arana y que diera nacimiento al Frente Amplio- registró el retiro de un grueso número de dirigentes y militantes.
En ambos casos, los afectados por este fenómeno que se creía superado en una Izquierda que se proclama «renovada»; han minimizado -como primera reacción- los daños sufridos, y han optado por «voltear la página», como si los hechos no hubiesen ocurrido. Una segunda reacción, tan poco inteligente como la primera, ha llevado a ambos a denigrar a quienes abandonaron esos barcos derrochando contra ellos excomuniones y sanciones.
Como era previsible, tanto la renuncia de unos, como las sanciones dictadas por otros, han encontrado acogida en distintos órganos de la «prensa grande», aquella que, en otra circunstancia, habría negado a ambos el santo y la limosna. Esta vez, ella sí se mostró interesada en «la noticia«, y eso la llevó a tocar las puertas de todos, en procura de informaciones -mejor- confidenciales; procedentes de uno u otro bando.
Fue poco lo que los «medios» lograron de la indagación planteada. Y eso sucedió por dos razones: porque las rupturas no fueron resultado de ásperas peleas; y porque los que se fueron no actuaron hostilmente: se limitaron a registrar, en grandes líneas, la causa de su retiro, sin usar epítetos que la acompañen Aunque los afectados no siempre obraron con el mismo tino, el tema no llegó a «crecer» en la dimensión que esperaba el enemigo.
En «Patria Roja» el asunto pareciera ser más complicado Si bien el contingente que ha optado por salir de sus filas es mayoritariamente juvenil, hay que registrar, adicionalmente, un conjunto de militantes de ese Partido que fueron sancionados y retirados por su identificación con Gregorio Santos -el discutido Presidente Regional de Cajamarca- que esta vez sí fue expulsado del Partido.
Es de advertir que estos últimos no son ya «jóvenes» a los que se les puede achacar «inexperiencia», «intolerancia», o simplemente «impaciencia»; sino antiguos militantes que no sólo trabajan en Cajamarca. Santos cuenta con apoyo y enlaces en Chiclayo, Puno, Cusco, Arequipa, Huancayo y otras ciudades del país. También, por cierto, en Lima. Pero aún hay otro segmento que ni se ha salido ni está expulsado, pero que, desde hace un buen tiempo, no se siente conforme con el desarrollo de los acontecimientos.
En «Tierra y Libertad» ocurre algo parecido. Originalmente se dijo que eran 112 los renunciantes, pero luego la dirección oficial de ese Movimiento argumentó que sólo 43 de ellos, en verdad estaban registrados en TyL. Los otros, probablemente andaban por el Frente Amplio. De todos modos, más allá de las cifras siempre cuestionables, lo que importa es saber que, finalmente, se fueron.
Estas rupturas habrán de afectar, por cierto, la imagen de la Izquierda. Y eso es malo, sobre todo cuando se habla de unidad y se siembran ilusiones en la cabeza de algunos. Objetivamente, los hechos muestran que esa unidad que se pregona es más que una voluntad política, una frase para efectos de la exportación. Y es que en los distintos colectivos de la Izquierda, la procesión va por dentro En unos, ha reventado ya, pero en otros, está en marcha.
Hay, no obstante, elementos que rescatar. Los que se han ido de Patria Roja, no lo han hecho renegando de su Partido ni lanzando improperios contra sus dirigentes. Han optado por sostener, simplemente, su derecho a levantar «tienda aparte», después de una experiencia que no los ha dejado satisfechos.
Razones para su desencanto, pueden existir. Y si así no fuera, pueden crearse, imaginarse, o inventarse. Pero el hecho, macizo e incontrovertible, es que hay quienes, ya no quieren estar ahí. No tiene sentido entonces, hacerles cargos destinados a denigrar su imagen y descalificar su opción. Si ya no quieren pertenecer a esa estructura, alas y buen viento. No hay otra. Bien dice Manuel Guerra -dirigente de PR- « No se puede meter a todos en un mismo saco. Tampoco rebajando el debate, abusando de los epítetos, adjetivos e insultos es como se resuelven los problemas, ni esa es la manera de demostrar que uno es revolucionario, marxista-leninista y comunista». Siempre hay que ser objetivos, y cuidar las formas.
Algo similar puede argüirse con relación a TyL. Pero hay allí una variante significativa: es que se trata de un organismo que tiene inscripción electoral y fracción parlamentaria. Una y otra, merecen tratamiento especial. Mientras el Colectivo de Arana funcione con valor legal y mientras comparta una representación congresal con «Sembrar» y otros menores que a su vez quieren buscar inscripción propia; el objetivo capital no puede ser la ruptura, sino la preservación de la unidad.
Es bueno que se recuerde que ésta, no es la hora de la dispersión. En términos de matemática pura, no es la hora de restar, ni de dividir. Es la hora de sumar y multiplicar. No hay botar gente Al contrario, hay que ganar gente, crecer, incrementar las filas de la izquierda, influir en nuevos sectores y segmentos.
Mariátegui nos hablaba del tema Como si estuviera aludiendo a lo que ocurre en este mismo instante en el seno de las organizaciones de izquierda, nos decía: «Lo que importa es que esos grupos y esas tendencias sepan entenderse ante la realidad concreta del día. Que no se esterilicen bizantinamente en exconfesiones y excomuniones recíprocas. Que no alejen a las masas de la Revolución con el espectáculo de las querellas dogmáticas de sus predicadores. Que no empleen sus armas ni dilapiden su tiempo en herirse unos a otros, sino en combatir el orden social, sus instituciones, sus injusticias y sus crímenes».
Más allá de los problemas que confronten cada una de las organizaciones que dicen representar al movimiento popular; hay que priorizar las tareas comunes, planteadas por delante. Es nuestro deber -un deber común- unir al pueblo tras legítimas banderas, organizar a los trabajadores, a las masas campesinas, a los estudiantes y a los profesionales; forjar y crear conciencia política y espíritu de clase para impedir que los hombres y mujeres del Perú sean ganados por la prédica reaccionaria, o derrotados por ella; promover y alentar las luchas de nuestro pueblo en defensa de la democracia, la independencia y la soberanía para que nuestras riquezas y recursos naturales no sean presa fácil de la voracidad de los monopolios y el Imperio.
La defensa de los trabajadores, afectados por nuevas medidas antilaborales; de los pobladores de Las Bambas o de Pataz -en la sierra norte del Perú-; de los Shipibos, en la capital; de los estudiantes acosados por la Mafia que quiere retornar al viejo modelo en las Universidades; o de las mujeres, atacadas cotidianamente; es tarea de todos. Como es tarea de todos , también, el apoyo a Cuba en la lucha contra el bloqueo yanqui, la solidaridad con Venezuela, Nicaragua y Bolivia; la promoción de la paz en Colombia; la batalla contra el TPP y el Alca, así como los desmadres que se avizoran con la nueva gestión norteamericana.
No es indispensable que, para que estas tareas se asuman, todos debamos integrar la misma estructura partidaria. Que así ocurriera, sería un ideal aun lejano. Pero si es posible -enteramente posible- que estando cada quien dentro de su propia organización -o aun fuera de ella- coincida con todos en la lucha por estos objetivos, de modo tal que asumamos el deber común de enfrentar a nuestros adversarios. Golpear unidos, aunque marchemos separados; es mejor que marchar juntos, pero golpear sin orden ni concierto, cada cual por su cuenta.
Más allá de elucubraciones formales, la palabra UNIDAD sigue estando en a orden del día.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera
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