Era casi fines de año del 2016 y me comunique con el compatriota Jaime Idme para ver si podía aprovechar mi viaje a Lima para verme con Antauro (preso desde el 2005 en varios penales de máxima seguridad hasta la actual base de Chorrillos y con una controvertida sentencia judicial de 25 años de cárcel […]
Era casi fines de año del 2016 y me comunique con el compatriota Jaime Idme para ver si podía aprovechar mi viaje a Lima para verme con Antauro (preso desde el 2005 en varios penales de máxima seguridad hasta la actual base de Chorrillos y con una controvertida sentencia judicial de 25 años de cárcel por sedición y la muerte de cuatro policías pero donde «el centinela» en una carta abierta asumió haberse infiltrado y asesinar a algunos de los muertos en combate que le achacan al hermano menor de los Humala), y preguntarle algunas cosas que siempre rodeaban mi mente con respecto a su trayectoria política y especialmente sobre la organización de la mística insurrección del Andahuaylazo. Y Jaime (que se había «comido» 7 años de «cana» por el Andahuaylazo), con su mirada coqueta pero firme me sacó la cita al instante.
Debo ser sincero y decir que iba con algunos prejuicios porque me habían formado con la idea de «ni patrones ni generales». Solo había tenido un acercamiento con él por el 2003 aproximadamente cuando estaba con Virginia por el centro de Lima y lo invitamos para una conferencia en San Marcos y el respondió, «…bacán, van a tener que pasarse huevo después…». Y nos reímos.
Además recordaba lo que dijo en una entrevista un destacado y entrañable analista político como Raúl Wiener, «… Si uno compara a Antauro con Ollanta, el primero es cien mil veces más leído. Sabe de historia y tiene una agilidad mental impresionante. Sin embargo, Antauro es capaz de cualquier locura y tiene actitudes que él dice que son desafiantes al sistema. En cambio Ollanta es prudente hasta la exageración…» (» Pensé ilusamente que Humala estaría dispuesto a arriesgar la cabeza», Ideele/revista 241).
A esta cuestión hay que agregar que Antauro siempre fue una persona controvertida que los mass media aprovechaban para «golpear». Una vez se filtró un video suyo fumando marihuana a lo cual él respondió que, «… Según el Código Penal, no es delito el consumo de cannabis. Inclusive personajes como García Márquez, Mario Vargas Llosa, Bayly, ‘Cachuca’ (vocalista de Los Mojarras) y hasta el viejo Baldomero Cáceres plantean el libre consumo…», (diario La República, 27/03/12). Y en otra hicieron escarnio de su vida personal por sus amoríos con una mujer sexy hermana de un cantante popular de rock.
Pero como desde hace años escribo trato de ser frio en mis notas de análisis. Y hasta que llego el día. No recuerdo si fue 29 o 30 de diciembre, pero fue un día con un poco de sol y frío y con un cielo gris como el que caracteriza a la Lima que fundara Pizarro en 1535. El viaje en Metro fue largo desde el cono norte hasta Chorrillos. Pero ahí estaba yo con mi diario del día al final del terminal (avizorando la fiesta de año nuevo 1917 centenario de la revolución rusa), esperando a la abogada Widrogo para que viabilice mi reunión con el hermano del ex presidente Ollanta Humala.
Como era día laborable me observaron el ingreso (y pensé que me iba a regresar como la vez anterior cuando fui con un grupo de reservistas leales al nacionalismo y que conversaban sobre filosofía, cosmovisión andina y marxismo, cuando me rechazaron por llevar un celular), pero la compatriota Widrogo abogo por mi ingreso. Y no pasaron cinco minutos hasta que apareció el líder de la insurrección de Andahuaylas. Y ahí estaba con un poco de canas pero con el semblante y moral intacta y con una facilidad de verso que podría hacer temblar a Mauricio Mulder, PPK, Keiko Fujimori o su propio hermano (a quien él acusa de traidor).
Hablamos de varias cosas. Pero me di cuenta que uno de los puntos que más le apasionaba era la izquierda (no sé si lo hacía porque le dije que venía de las filas del marxismo revolucionario), y su mirada «antimariateguista» de ver la política en el Perú, sin haber tomado en serio la cuestión de la identidad cultural. Pero además también cuestionaba al propio Mariátegui por no haber prestado la debida importancia a la cuestión indígena (aunque sí reconoce que lo abordó en los 7 Ensayos y que trato de «nacionalizar» el socialismo soviético), ni a la cuestión de la geopolítica mundial durante la guerra del pacífico con Chile.
«Izquierda con ADN criollo», «Izquierda almagrista» o «izquierda con pensamiento colonial», declaró él para referirse a la izquierda formal. Pero a la misma vez destacaba el carácter revolucionario de los grupos guerrilleros, y entre estos, a Hugo Blanco con el cual dijo haber tenido un debate sobre el rol de Avelino Cáceres.
Y en efecto, el debate giro alrededor del tema indígena y la democracia.
«… Ahí fue que me hizo la observación de que «Cáceres traicionó a ciertos jefes guerrilleros indígenas» (sic) a lo que agregué: «… los hizo fusilar». Y aquí es donde detecto una insuficiente interpretación histórica de la izquierda peruana que en verdad no es novedosa. Para empezar, en toda su fecundidad bibliográfica, Mariátegui no toca en lo absoluto la cuestión peruano-chilena pese a pertenecer a la generación de la post guerra. Inexplicablemente, el cautiverio de millares de compatriotas en Tarapacá, Arica y Tacna no ha formado parte de una agenda local izquierdista a la que la geopolítica siempre le causó alergia, pues eurocentristamente era denigrada como «ciencia reaccionaria propia de militarotes fascistas; (des)calificación que si bien es cierto podía ser aplicable para la Europa del eje Berlín-Madrid (Franco) Roma-Tokio, no tenía porque encajar aquí, en las antípodas «de color» subdesarrollado. Con este preámbulo quiero indicar que en aquel entonces (segundo semestre de 1884), habiendo suscrito el sector criollo el claudicante Tratado de Ancón (1) que estipulaba un período de diez años para el plebiscito que decidiera el destino de Arica y Tacna (Tarapacá quedaba a perpetuidad para Chile), pues la prioridad cacerista se ciñó a la geopolítica externa antes que a la sociopolítica interna. Esta nueva prioridad implicaba el imperativo de aplastar al ejército colaboracionista del Gral. Iglesias para luego repotenciar convencionalmente a las FFAA a fin de garantizar (ante un Estado enemigo cuyo lema nacional es el «por la razón o por la fuerza») el compromiso del plebiscito previsto para 1894 (en que vencían los diez años de plazo)…» (Respuesta de Antauro Humala a Hugo Blanco -Humala y el Movimiento Indígena/ http://www.nodo50.org/mariategui/antauro-etniatabu.htm).
Luego continúa irónicamente, «… ¡ Democracia!, nos demanda Hugo Blanco al igual que Lourdes Flores y los Miró Quesada. Y quizás tengan razón, ya que en la rebelión de Fuerte Arica, no me acuerdo que hayamos hecho elecciones entre nuestros soldados para designar al jefe de aquella insurgencia. Tampoco lo hice en el Andahuaylazo ¡mucho menos se me ocurrió hacerlo cuando fundé la prensa etnocacerista en que sin consultarlo con nadie me impuse como director! Creo que tampoco el dictador Jesucristo hizo elecciones o propició debates con sus apóstoles para designarse cabecilla. ¡Son caudillos los Humala! seguramente replicará el amigo Hugo Blanco. A lo que respondo interrogativamente ¿Y cuál es el problema? ¡Si hubiéramos consultado y efectuado los convencionalismos de lo que ellos llaman democracia hasta hoy estaríamos discutiendo si deberíamos capturar el cuartel de Locumba! Además aquí se confunde democracia con timocracia y elecciones …».
Por su lado, Blanco, replicó, «…Indígena: Uso este término para referirme a los pueblos originarios, en el caso peruano a los pueblos y las culturas quechua, aymara y culturas y pueblos amazónicos. Me solidarizo con alguien que señaló que más que «raza sanguínea» somos «raza social», pues considero que Odría o Toledo son menos indígenas que muchos pobladores y pobladoras del distrito de Pillpinto o la comunidad de Toqtowaylla en el Cusco que son rubios y de ojos azules, pero que pijchan coca, hablan quechua, son campesinos y andan descalzos. Desde que vino Pizarro nuestros pueblos y nuestras culturas, en todos sus aspectos, están oprimidos y mantienen una lucha de resistencia contra la opresión por la cultura española a la que posteriormente se agrega la cultura yanqui…Indigenista es quien está en favor nuestro, promociona nuestra cultura y nos defiende sin ser indígena…», (Discusión con Antauro, 30/04/06).
Luego continúa, «…La Democracia que defendemos es la que hizo la reforma agraria en La Convención, la que recuperó para las comunidades las tierras de las SAIS fabricadas por Velasco, la que dirige el municipio de Anta, la que impidió que una empresa multinacional robara las aguas de la comunidad de Huancasancos en Ayacucho. La que recupera las tierras comunales contra mandatos de los jueces y del Proyecto Especial de Titulación de Tierras (PETT). La democracia que es castigada con cárcel por el sistema que se llama «democrático». Digo que usted reconoce a los militares pero no al movimiento popular. No le digo que me reconozca a mí, sino al movimiento campesino independiente que hizo la Reforma Agraria a partir de los años 1961 y 62. Es por esto que en el artículo al cual usted responde digo: Es cierto que tomé las armas, pero siempre fui un civil (José Gálvez a la hora de defender la patria lo hizo mejor que muchos militares, por eso ellos lo mencionan poco, mientras ensalzan a Castilla que vino con las tropas chilenas a matar peruanos).
«…En el caso de la guerra con Chile, en que como usted menciona Cáceres hizo fusilar a Laime que dirigía las tomas de tierras, yo me hubiera puesto del lado de Laime, pues, entre otras cosas esa rebelión hubiese sido la mejor arma para luchar contra la invasión chilena. La extensión de esa Reforma Agraria hubiera arrastrado a toda la población indígena constituyendo un ejército cada vez más fuerte, no uno que según la doctrina castrense cumpliera órdenes «sin dudas ni murmuraciones» sino indígenas analfabetos pero con una alta conciencia verdaderamente patriótica. Ese ejército indígena consciente hubiera hecho un llamado a los oprimidos de Chile a incorporarse a su lucha, a conquistar también en Chile la Reforma Agraria…Como no fue, así la Historia devino en lo que usted declara «lamentablemente se frustró», debido a luchas intestinas entre los servidores de los opresores peruanos, Cáceres y Piérola…».
Y si hay algo que rescatar de este debate es la madurez como dos personas militantes por la patria debaten políticamente. Es algo que no vemos en los políticos aggiornados al sistema como Alan, Toledo, Keiko o PPK que solo saben hablar por hablar, haciendo pura demagogia barata, es decir sin esencia. Podrán ser muy adinerados, tener privilegios, etc. Pero en la práctica no tienen vida, no aportan nada a la historia ni a la ciencia política. Pero Antauro y Blanco son otra cosa, son de esos líderes que surgen cada cierto tiempo. Por tanto no voy a sentar posición en esta nota porque no es el objetivo. Ambos responden a diferentes tiempos y formación política. Ambos creen en sus métodos, pero en lo que están de acuerdo es en la estrategia: Un Perú diferente, popular, democrático, moderno y soberano.
Y retornando al encuentro, pues, cuando le pregunté sobre la traición de su hermano respondió un poco incómodo, triste, pero con altura, diciendo que «así como hubo un Abel hubo un Caín». Por mi lado, creo que también pesó el tema de la jerarquía militar (Ollanta se retiró como Comandante mientras que Antauro como Mayor), y jerarquía familiar (supongo que el padre Issac Humala siempre tuvo más expectativa en el hijo mayor y disciplinado). De hecho si hay algo que caracteriza a los Humala es la ideologización neo nacionalista (etnocacerismo de por medio), en extremis.
Y cuando le cuestione por el rol de Nadine, me dijo, «…que íbamos a sospechar algo de ella si parecía una mosquita muerta, nunca decía ni pío en los debates políticos familiares…siempre paraba de perfil bajo…». Y esta es una cuestión que también compartían políticos de izquierda que fueron parte del entorno de Ollanta como Raúl Wiener.
Hablamos sobre como el término «nacionalismo» y como ha sido prostituido por su hermano y me dio razón. «…hay que cambiar de discurso, la palabra nacionalismo suena a traición por culpa de Ollanta, hay un desgaste, hay que replantear el discurso para llegar al pueblo…», dijo en forma tajante y entusiasmado con el nuevo semanario que estaba en curso (y que ya salió a la venta con más páginas y notas interesantes) para relanzar la propuesta etnocacerista en medio de tanto escándalo de corrupción por los sobornos de Odebrecht a varios ex presidentes como Toledo (desaparecido y buscado por la justicia), Alan García y su hermano Ollanta.
Otro tema que le apasionaba era la religión. «…es el opio del pueblo…», me dijo, a la misma vez que me enseñaba su libro «De la guerra Etnosanta a la iglesia Tawantinsuyana», que escribió estando en prisión.
Hasta que llegó la pregunta más importante: ¿Por qué fracaso la insurrección del Andahuaylazo si las condiciones políticas estaban dadas? Y él respondió, «…nos traicionaron, habíamos coordinado con otros generales de la zona y específicamente con el que estaba al mando de la base militar de la región, la estrategia era que al tomar nosotros la Comisaría, el pueblo saldría a las calles a apoyarnos y el Gral. tomaba el cuartel donde había armamento suficiente para resistir más tiempo y lograr la caída del gobierno de Toledo…».
Esta cuestión explica porque en la estrategia político militar insurreccional de Antauro no contaba el pueblo como estructura y eso tal vez por temor a que se filtrara todo el factor sorpresa del asalto. Punto seguido entro a su cuarto y regreso con dos cachorros y dos libros escritos por él y me los regaló con su autógrafo sin habérselo pedido.
Más de un mes después apareció una carta abierta del preso subversivo, que decía, «… Lamentablemente fuiste mi hermano y camarada de armas; razón por la que -esforzándome-, te hago este último exhorto que, ojalá, sigas: suicídate. Es lo mejor que te tocaría hacer, en caso tengas una pizca de dignidad aún…», (Exhorto abierto al ciudadano Ollanta, febrero 2017). Suicídate le dice, sin rodeos, directo a la yugular de Ollanta por el caso de corrupción de Odebrecht donde un alto funcionario declaró que le dio al expresidente $3 millones para la campaña electoral del 2011.
Así las cosas, parecería que la traición y la desgracia siempre persiguen a Antauro. Primero fue el Gral. al mando del cuartel militar de Apurímac. Luego su misma sangre, con quien desde pequeño salía a jugar futbol y con quien luego se formaría militarmente y sonarían juntos un gobierno realmente democrático levantándose contra la dictadura en Tacna en el 2000, su hermano, y creo que el primer líder con ideas nacionalistas que llegó a ocupar la Casa de Pizarro bajo las reglas de juego de la democracia (antes tomaban el poder a través de golpes militares). Antauro también tuvo que padecer en silencio sepulcral la muerte de su hijo Ulcieri Antauro Humala Silva (17), quien falleció ahogado en la playa La Herradura en febrero del 2010 («Antauro fue a velorio de su hijo», http://ojo.pe/impacto/antauro-fue-a-velorio-de-su-hijo-18877/).
«…No hay mal que por bien no venga…», dice un viejo refrán tratando de expresar la dialéctica de la vida. Y tal vez esta es la oportunidad del líder, del ser humano (con sus contradicciones y errores), del padre ausente, del hermano herido, que se mantuvo firme en sus principios políticos subversivos, sacrifico su vida personal, y que hizo historia al organizar e ideologizar a miles de reservistas que andaban sin rumbo político definido y a quienes les dio una mística y una razón para vivir y luchar por una nueva Patria digna como la soñaron Túpac Amaru, Micaela Bastidas, Mariano Melgar y Juan Velasco Alvarado, entre otros.
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