Al reflexionar sobre la marcha fuertemente reprimida denominada «No más zonas de sacrificio», realizada en Chile el día 15 de noviembre, como resultado del ecocidio histórico que han sufrido múltiples territorios en localidades como Tocopilla, Mejillones, Huasco, Puchuncaví- Quintero y Coronel, la militarización en Wallmapu y también de los múltiples conflictos socioambientales y asesinato de […]
Al reflexionar sobre la marcha fuertemente reprimida denominada «No más zonas de sacrificio», realizada en Chile el día 15 de noviembre, como resultado del ecocidio histórico que han sufrido múltiples territorios en localidades como Tocopilla, Mejillones, Huasco, Puchuncaví- Quintero y Coronel, la militarización en Wallmapu y también de los múltiples conflictos socioambientales y asesinato de defensores de la Madre Tierra en todo el país, como es el caso de Macarena Valdés, Alejando Castro y Camilo Catrillanca, se hace interesante preguntarse si las izquierdas y/o progresismos en la región están realmente conectadas con los procesos de levantamiento territorial o más bien siguen reproduciendo un patrón de poder global extractivista que tiene a Abya Yala como el centro mundial del saqueo territorial.
Para comenzar, hay que señalar que para entender el contexto actual, es fundamental el rol que ha jugado en estos últimos 18 años el proyecto IIRSA- COSIPLAN, el cual más que para interconectar pueblos ha sido una instancia de integración de mercados que no ha hecho más que dividir a comunidades y colonizar bienes comunes como la tierra, el agua y el aire. De ahí que no se entienda desde un punto de vista ecodecolonial, el apoyo recibido por distintos gobiernos definidos como de izquierda y/o progresista de la UNASUR a tanto proyecto desarrollista que ha buscado transformar territorios en nuevas zonas de sacrificio, como lo son en el Tipnis en Bolivia, el Yasuní en Ecuador o el Arco Minero del Orinoco en Venezuela.
Ante este escenario, no sorprende que la militarización de territorios durante el auge de los llamados gobiernos progresistas no presente grandes diferencias a lo que ocurre con los gobiernos neoliberales de la región, en el marco del consenso de los comodities, ante el crecimiento de China y su demanda de cobre, soja, oro, petróleo, gas. Un ejemplo muy evidente de esta similitud entre progresistas y neoliberales con respecto al despojo territorial en Wallmapu, se ha podido ver durante los gobiernos kichneristas en Argentina, los cuales profundizaron el extractivismo petrolero, así como lo gobiernos neoliberales en Chile han profundizado también el extractivismo forestal de manera racista y ecocida.
No es de extrañar entonces que haya decepción y falta de apoyo cada vez más evidente hacia aquellos gobiernos progresistas, que en los casos de Bolivia y Ecuador fueron mucho más allá en sus comienzos que las izquierdas del siglo XX de manera jurídica al menos, al declararse estados plurinacionales y defensores de la Madre Tierra y Naturaleza respectivamente, generando un verdadero giro civilizatorio a nivel constitucional. No obstante, aquellos avances traducidos en nociones como Vivir Bien y Buen Vivir, han terminado vaciándose de contenido y subordinanmdose al discurso colonial del desarrollo de los últimos 70 años. No es casual por tanto que organizaciones indígenas como Conamaq y Conaie le hayan quitado su apoyo a aquellos gobiernos por caer en la idea de un crecimiento económico ilimitado, en donde los territorios no son más que espacios para la acumulación.
Lo mismo se refleja en el distanciamiento de esos gobiernos de una larga lista de académicos, investigadores, activistas e intelectuales críticos del extractivismo de la región y que están pensando los procesos en Abya Yala de manera plurinacional, como lo son Maristella Svampa, Alberto Acosta, Darío Aranda, Eduardo Gudynas, María Galindo, Yuderkys Espinoza, Silvia Rivera Cusicanqui, Vilma Almendra, Boaventura de Sousa Santos, Edgardo Lander, Emiliano Teran Mantovani, Manual Rozental, Mar Daza, Horacio Machado, Víctor Toledo, Esperanza Martínez, Raúl Zibechi, Raquel Gutiérrez, Oscar Olivera, Lucio Cuenca, Rodrigo Mundaca, Gustavo Esteva, Carlos Walter Porto Gonçalves, Arturo Escobar, Enrique Leff, Joan Martínez Alier, José Ángel Quintero Weir, etc.
De ahí que no nos asombren los ataques que han tenido que recibir todos ellos de parte de gobiernos progresistas fuertemente autoritarios y que siguen anclados en lógicas depradatorias de los territorios, justificando el extractivismo con la idea desarrollista de lucha contra la pobreza, como si ésta pudiera entenderse por fuera de lo socioambiental y no tuviera relación con él. Además de ser gobiernos que han reforzado el dualismo cultura-naturaleza y humano-no humano, el cual se sostiene gracias a un fetichismo tecnológico que supuestamente nos salvaría del calentamiento global.
Asimismo, también han venido críticas a esas miradas plurinacionales de parte de sectores marxistas economicistas que siguen anteponiendo de manera eurocéntrica la dominación de clase por sobre la dominación hacia las mujeres, los indígenas, los locos, los ecosistemas, los etc., como si no fueran todos partes de un sistemas civilizatorio moderno mucho más amplio que está destruyendo la vida de manera acelerada. Es decir, como si el capitalismo histórico estuviera por sobre el androcentrismo, el racionalismo, el racismo, el adultocentrismo, antropocentrismo, etc. y no funcionaran todas esas jerarquías de poder de manera articulada.
Frente a lo señalado anteriormente, dentro de un contexto actual de debilitamiento de los gobiernos llamados progresistas ante sus propias contradicciones internas, como de un peligroso auge de una nueva derecha neofascista, postliberal y abiertamente clasista, racista, sexista y que ve a la Amazonia como un nueva zona a reconquistar, como ha pasado con el triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil, se hace fundamental que se levanten los territorios de manera desmercantilizada, descolonizada, despatriarcalizada, desracionalizada y ejerzan soberanía mas allá de la dicotomías modernas como lo son neoliberalismo- progresismo o izquierda-derecha, las cuales si continúan profundizándose nos tendrán al borde del abismo planetario.
Andrés Kogan Valderrama es sociólogo y editor del Observatorio Plurinacional de Aguas
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