Si se hiciera hoy mismo una encuesta sobre ese particular, me juego lo que sea a que resultaría que más del 60% de los españoles no se ha enterado de que la Unión Europea ha pasado a estar integrada por 25 estados.Y si los encuestadores preguntaran qué estados son ésos, apuesto el doble a que […]
Si se hiciera hoy mismo una encuesta sobre ese particular, me juego lo que sea a que resultaría que más del 60% de los españoles no se ha enterado de que la Unión Europea ha pasado a estar integrada por 25 estados.
Y si los encuestadores preguntaran qué estados son ésos, apuesto el doble a que la tasa de ignorancia superaría el 95%.
Y si a esa cantidad añadiéramos a los que dicen Chequia, en vez de República Checa, más que nada porque no se han tomado el trabajo de enterarse de cuál es el nombre oficial de ese Estado (*), estoy seguro de que nos plantaríamos ya en los aledaños del 99%.
Y, sin embargo, nos va un montón en el cambio que se ha producido.
Se supone que deberíamos alegrarnos. Y me alegro, en buena medida. Nunca acepté ese intento de circunscribir Europa a la mitad occidental del continente: esa especie de «Norte/Sur» que teníamos, en forma de Oeste/Este.
Pero hay otros aspectos de la ampliación que me preocupan.
A ver si consigo explicarme.
No hay comité que pueda funcionar correctamente con 25 miembros. Son demasiados. No es práctico. No se puede discutir bien. No puede tener capacidad ejecutiva.
Añado a ello la ficción de la igualdad de derechos de los 25. ¿Puede aceptar nadie que Malta trate de tú a tú a Alemania y a Francia y que su voto valga igual? Claro que no.
Cuando estudié la historia del estalinismo, me llamó la atención un hecho: siempre que Stalin quería acrecentar su poder personal, forzaba una ampliación de los organismos dirigentes del Partido Comunista de la Unión Soviética. Ya no recuerdo las cifras exactas, pero creo que el Comité Central del PCUS llegó a tener algo así como doscientos miembros. Como un tinglado tan amplio era obligatoriamente inoperante, quien en realidad tenía vara alta era el Presidium. Y dentro del Presidium, los cuatro mandamases que Jósif Djugashvili, más conocido por Stalin, llevaba tiesos como velas.
Doy por hecho que, a su modo -bastante diferente, desde luego-, en la UE va a ocurrir algo parecido. Como 25 no pueden mandar a la vez, y además la importancia efectiva de cada cual es muy diferente, pronto se constituirá un poder ejecutivo -de facto o de iure, ya veremos- de muy pocos miembros. No será una «Europa de dos velocidades», que se decía antes (las diversas «velocidades» vienen dadas por la realidad, y son más de dos), sino más bien una Europa jerarquizada.
Pero, para que unos pocos puedan mandar, los demás tienen que obedecer. Y yo me pregunto:
¿hay muchos estados en Europa que se resignen a que otros manden sobre ellos, no tal día y en tal cosa, sino siempre y sobre todo?
O, dicho de otro modo: ¿aguantará durante mucho tiempo unida esa Unión Europea?
www.javierortiz.net
Y si los encuestadores preguntaran qué estados son ésos, apuesto el doble a que la tasa de ignorancia superaría el 95%.
Y si a esa cantidad añadiéramos a los que dicen Chequia, en vez de República Checa, más que nada porque no se han tomado el trabajo de enterarse de cuál es el nombre oficial de ese Estado (*), estoy seguro de que nos plantaríamos ya en los aledaños del 99%.
Y, sin embargo, nos va un montón en el cambio que se ha producido.
Se supone que deberíamos alegrarnos. Y me alegro, en buena medida. Nunca acepté ese intento de circunscribir Europa a la mitad occidental del continente: esa especie de «Norte/Sur» que teníamos, en forma de Oeste/Este.
Pero hay otros aspectos de la ampliación que me preocupan.
A ver si consigo explicarme.
No hay comité que pueda funcionar correctamente con 25 miembros. Son demasiados. No es práctico. No se puede discutir bien. No puede tener capacidad ejecutiva.
Añado a ello la ficción de la igualdad de derechos de los 25. ¿Puede aceptar nadie que Malta trate de tú a tú a Alemania y a Francia y que su voto valga igual? Claro que no.
Cuando estudié la historia del estalinismo, me llamó la atención un hecho: siempre que Stalin quería acrecentar su poder personal, forzaba una ampliación de los organismos dirigentes del Partido Comunista de la Unión Soviética. Ya no recuerdo las cifras exactas, pero creo que el Comité Central del PCUS llegó a tener algo así como doscientos miembros. Como un tinglado tan amplio era obligatoriamente inoperante, quien en realidad tenía vara alta era el Presidium. Y dentro del Presidium, los cuatro mandamases que Jósif Djugashvili, más conocido por Stalin, llevaba tiesos como velas.
Doy por hecho que, a su modo -bastante diferente, desde luego-, en la UE va a ocurrir algo parecido. Como 25 no pueden mandar a la vez, y además la importancia efectiva de cada cual es muy diferente, pronto se constituirá un poder ejecutivo -de facto o de iure, ya veremos- de muy pocos miembros. No será una «Europa de dos velocidades», que se decía antes (las diversas «velocidades» vienen dadas por la realidad, y son más de dos), sino más bien una Europa jerarquizada.
Pero, para que unos pocos puedan mandar, los demás tienen que obedecer. Y yo me pregunto:
¿hay muchos estados en Europa que se resignen a que otros manden sobre ellos, no tal día y en tal cosa, sino siempre y sobre todo?
O, dicho de otro modo: ¿aguantará durante mucho tiempo unida esa Unión Europea?
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