Abdelhamid Kalai tiene 40 años y es musulmán practicante. Nació en Francia pero tiene la nacionalidad argelina, aunque espera obtener pronto la francesa. Trabaja desde hace siete años como maletero en la zona de seguridad del aeropuerto Charles de Gaulle, de París. El pasado 17 de agosto recibió una carta en la que se le […]
Abdelhamid Kalai tiene 40 años y es musulmán practicante. Nació en Francia pero tiene la nacionalidad argelina, aunque espera obtener pronto la francesa. Trabaja desde hace siete años como maletero en la zona de seguridad del aeropuerto Charles de Gaulle, de París. El pasado 17 de agosto recibió una carta en la que se le informaba de que debía ponerse en contacto con los servicios de seguridad del aeropuerto para una entrevista antes de 10 días.
«Me preguntaron sobre mi práctica religiosa, sobre si había viajado a La Meca y cosas de este tipo. No sospeché nada. Me dije que era normal, que con todo lo que está pasando, con el terrorismo y el tipo de trabajo que hacía, debía de ser un procedimiento habitual. Pensé incluso que los agentes debían ya de saberlo todo sobre mí, porque no tengo nada que esconder». «También me preguntaron si comía cerdo, si mi mujer llevaba el velo y si amaba a Francia. Esto ya me chocó más», añade.
El 9 de octubre, Kalai recibió otra carta, ésta con acuse de recibo, en la que se le comunicaba simplemente que se le retiraba el pase para acceder a la zona de seguridad del aeropuerto. La carta fue enviada a un total de 72 personas, entre las que se encontraban seis compañeros de Kalai que trabajaban en el mismo grupo. Poco después le llegó una segunda carta, en este caso de la empresa, anunciándole que estaba despedido.
«La policía había anunciado a la empresa que nos había retirado el permiso», explica. «Lo primero que hicimos fue explicárselo al delegado sindical. Los abogados del sindicato presentaron un recurso administrativo y contactaron inmediatamente con el patrón para que suspendiera el despido hasta que no hubiera una resolución judicial. Pero nos quedamos sin nuestro salario».
Kalai tiene muy claro el origen de todo este embrollo: «El libro de Philippe de Villiers en el que denunciaba que en Roissy [el municipio en el que está el aeropuerto] había 52 mezquitas radicales». «Sí, soy musulmán practicante. Tengo una fe, conozco mi islam y lo practico como me lo enseñaron mis padres», explica. Pero en ningún momento llegó a pensar que por ir a la mezquita le privarían de su trabajo. Y si se trata de por los viajes que hace, también le parece extraño, porque el único viaje que hace es cada verano a Argelia en coche, pasando por España, para pasar las vacaciones con su familia. E ironiza: «Dicen que es gente que viaja a Afganistán cada mes, y yo me pregunto: ¿cuándo trabajan de maleteros?».
«Voy a ir a los tribunales para saber lo que ha pasado. Dicen que hace 18 meses que nos vigilan. Si fuera cierto lo sabrían todo sobre mí y sobre mis compañeros, pero no saben nada. A uno le han mandado la carta a un domicilio en el que hace cuatro años que no vive. No sé de dónde han sacado los nombres».