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Mafia mediática, mafia burguesa

Fuentes: Adistaonline

Traducido por Gorka Larrabeiti y Juan Vivanco

Bernardo Provenzano: un útil genio del mal

De prestar fe a los medios de comunicación nacionales parecería que, tras la detención de Provenzano, el problema de la mafia se ha resuelto felizmente o que en cualquier caso se encamina hacia una solución. Algunos magistrados que gozan de amplio público mediático se han atrevido a afirmar que la mafia está doblegada, quizá sugestionados por el fragor mediático y por declaraciones de ese jaez hechas por diputados prestigiosos que se han apresurado a afirmar que el problema de la mafia ya no es una cuestión nacional sino regional. De prestarles fe a todos ellos parece que dentro de poco a los forasteros que se acerquen por primera vez a Palermo y pidan información sobre la ciudad les podremos responder en coro, como en la película de Benigni Johnny Stecchino : «En Palermo, queridos señores, existe un grave problema: el tráfico». Bromas aparte, no creo que la realidad sea así.

El que vive en la dura cotidianeidad de las trincheras palermitanas, se ve obligado a sentir en su propia piel lo sideralmente lejana que está la realidad de esa otra edulcorada y virtual que ofrecen los medios de régimen. Se ve obligado a sentir cómo Palermo, metáfora de Sicilia y cada vez más del sistema Italia, se ha hecho otra vez con su profunda identidad, una identidad a la que, más que la mafia, perturbó la antimafia del período de la fiscalía de Gian Carlo Caselli; se ve obligado a sentir cómo ha vuelto a ser el pueblo de las tribus, de los cabildeos, de los clanes, del clientelismo, del nepotismo, terreno de cultivo de todas las mafias. Se ve obligado a sentir cómo Palermo sigue siendo un lugar donde no existe más estatuto de ciudadanía que el de súbdito y cliente y donde, si no formas parte de la casta de los poderosos y no tienes intercesores en las altas esferas, tienes derechos sobre el papel y vivir se te hace difícil, a veces un infierno, y te encuentras a un paso de la muerte. Digo «a un paso de la muerte» porque esta es una ciudad donde la mala sanidad, hija de la mafia blanca y de la mala política, siembran 40 muertes en un solo año. Son cifras de espanto, de Tercer Mundo.

Este es un lugar donde, si no tienes buenos contactos personales en el mundo de la sanidad, resulta que el mejor médico sigue siendo Alitalia: coges el avión y te curas en la Italia civil. Una ciudad donde, en lo tocante a nombramientos de dirigentes y distribución de recursos públicos, imperan el clientelismo, el nepotismo, el reparto por lotes sin ningún respeto de la meritocracia ni del interés público, de modo que a los que se empeñan en mantenerse firmes y no se resignan a vender el alma a algún padrino político-mafioso se les deja al margen. Una ciudad donde no tiene sentido hablar de trabajo libre y digno, porque la realidad dramática y masiva es que miles de trabajadores del sector terciario o de la construcción, con tal de que no les despidan, aceptan que no se pague su cuota a la Seguridad Social o el recorte en negro de su nómina hasta del 40%. Una ciudad en la que muchísimas empresas siguen en el mercado gracias a la evasión fiscal, a que no se paguen las cuotas de los empleados, a los sueldos míseros, a la sistemática violación de las normas de seguridad en el trabajo que ocasionan muertos todos los años, accidentes en el trabajo que los trabajadores casi nunca denuncian porque, de lo contrario, les tachan de revoltosos y poco de fiar y les marginan del mundo laboral. Una ciudad en la que muchas otras empresas engordan, pero no gracias al respeto de las reglas del mercado, sino gracias a la construcción de auténticos oligopolios de sectores protegidos por políticos y mafiosos poderosos. Una ciudad donde el que desea montar una empresa libremente tiene que afrontar dificultades como éstas entre otras mil y, de necesitar financiación pública o autorizaciones, se suele encontrar ante la dramática elección de tener que renunciar o agachar la cabeza y pasar a formar parte del feudo de alguna tribu política a la que jurará lealtad eterna. Una ciudad en la que la distancia entre pobres y ricos crece vertiginosamente. Mientras en el centro histórico los bolsos de dos mil euros de Louis Vuitton se venden como rosquillas, en barrios degradados como el Zen, abandonados a su suerte, crece de modo vertiginoso el número de desesperados que, con tal de huir de un destino infame, con tal de no seguir tirando del carro por cuatro liras sin dignidad, están dispuestos a todo.

Sin embargo, frente a todo ello, frente a todo lo que queda sin mencionar, pues de lo contrario podríamos pasarnos tardes enteras haciendo inventario de la ilegalidad en masa que azota esta ciudad, los medios de régimen han hecho creer a la opinión pública que en Sicilia existía un único gran demiurgo del mal, un único gran tejedor de ilegalidad, una única causa de subdesarrollo: el genio del mal Bernardo Provenzano y sus acólitos. No ha habido ningún negocio sucio estos últimos años, desde la mala sanidad hasta la manipulación de las contratas, desde los nombramientos trucados de los doctores catedráticos hasta los ejecutivos del sector público, tras el que no haya planeado el espectro del genio del mal, Bernardo Provenzano.

De ahí que la epopeya mediática de Provenzano se haya convertido en una sucesión de reportajes televisivos y periodísticos sobre la dieta de Provenzano a base de requesón, miel y achicoria, sobre la próstata de Provenzano, su cicatriz, y suma y sigue. De ahí la obvia ecuación mediática de que tras la detención de Provenzano y sus secuaces se han resuelto finalmente todos los problemas, y por tanto, la mafia ha dejado de existir o se ha convertido en un problema local, con el consiguiente apagón de los focos nacionales y el inminente recorte de recursos para las fuerzas de policía, la magistratura, etc.

La censura de los medios de régimen

Para comprender cómo es posible tramar tan colosal timo cultural que induce a engaño a la opinión pública nacional y hasta a algunos agentes culturales de buena fe, cabe la siguiente reflexión: que el saber, y más concretamente, el saber sobre la mafia, no ha sido jamás inocente ni neutral. El sistema mediático y cultural que crea el objeto mafia y la percepción colectiva de la mafia no es un mundo aparte, sino que refleja en su seno las mismas relaciones de poder que existen en el mundo político de la sociedad. La estrategia que ha adoptado desde siempre este sistema de poder, que se ha vuelto especialmente refinada en estos últimos años, ha consistido en centrar todo el foco informativo en Provenzano, convertido en el icono mediático polarizante que ha permitido oscurecer todo lo demás. Con la expresión «todo lo demás» me refiero al renovado papel hegemónico que ha adoptado la burguesía mafiosa, la cual ha vuelto a ser hoy, tras la década del paréntesis corleonés, la de siempre en la historia de la mafia: el pilar central del sistema del poder mafioso.

A propósito de oscurecimiento, durante años la RAI y las televisiones privadas han ejercido una censura sistemática de todos los casos criminales en los que estaba implicada la burguesía mafiosa. Pongo sólo unos ejemplos. Si le preguntamos a un ciudadano de Bolonia o de Padua o de Roma qué pasó por fin con el proceso Andreotti, nueve de cada diez respuestas son que la de Andreotti fue una absolución definitiva. Y si este ciudadano llega a saber que, por el contrario, con sentencia firme se ha comprobado que Andreotti mantuvo relaciones orgánicas con la mafia hasta 1980 y participó en reuniones con jefes mafiosos en Sicilia en las que se planeaba el asesinato del presidente de la Región [Sicilia] Piersanti Mattarella, te mirará incrédulo y asombrado.

¿Cómo se ha podido producir esta obra maestra de la desinformación masiva? Me detengo en este aspecto porque constituye un prototipo de la desinformación de régimen. Todas las audiencias del proceso Andreotti fueron grabadas con cámaras de televisión. El presidente del tribunal, al inicio del proceso, para evitar que la sala de la audiencia se transformara en un campamento ocupado por decenas y decenas de operadores de televisión de todo el mundo, autorizó sólo a la RAI a grabar las sesiones, imponiéndole que las cediera a las televisiones privadas. Pues bien: al final del proceso se impidió que se dedicara un programa de la famosa serie de la RAI Un giorno in pretura [Un día en el juzgado] al proceso Andreotti. De modo que los italianos han podido ver numerosos programas de esta serie dedicados a crímenes pasionales, robos o violaciones, pero se les ha negado ver una síntesis del que se se conoce como «proceso del siglo».

La televisión alemana pidió a la RAI una copia de las grabaciones televisivas previo pago. La RAI negó la autorización. Bruno Vespa [presentador de Porta a porta , tertulia nocturna de RAI 1 en onda de lunes a jueves (n.del t.)] dedicó un programa triunfal a la absolución de Andreotti en primera instancia. No obstante, cuando en segunda instancia y en casación Andreotti fue condenado por colusión con la mafia hasta 1980, Vespa dedicó dos programas al Padre Pio y a la vertiginosa subida del precio de las hortalizas en Italia. Lo mismo hizo Vespa cuando Marcello Dell’Utri fue condenado en primera instancia a 9 años por colaboración con la mafia. Esa noche dedicaron el programa, si no recuerdo mal, a la sexualidad de los cincuentones.

El historiador Nicola Tranfaglia ha contado las gravísimas dificultades que ha tenido que superar para encontrar un editor que le publicase un libro sobre el proceso Andreotti. La actriz Piera Degli Esposti afirmó que, como consecuencia de fortísimas presiones, hubo de renunciar a montar un espectáculo teatral sobre el proceso Andreotti. Seguro que todos recuerdan la polémica que generó un programa de ReportEl reportaje de Mariagrazia Mazzola explicaba cómo en Sicilia el pago del pizzo [el «impuesto» mafioso] era un fenómeno de masas. Al cabo de una semana se urdió un programa de «reparación» durante el cual fueron entrevistados algunos empresarios que declararon no haber tenido contacto alguno con la mafia. Quiso el azar que 15 días después la Fiscalía de Caltanissetta, en el transcurso de una investigación sobre la mafia, verificara que estos empresarios estaban involucrados en el pago de sobornos. Recordemos también la censura de la RAI del programa [ «La Matanza» Blu Notte ] de Carlo Lucarelli dedicado a los inductores de las masacres y la censura reciente de la serie sobre Falcone.

Estos son sólo algunos de los episodios más conocidos. Pero los periodistas que trabajan en la RAI cuentan en petit comité , cómo viven en persona la censura cotidiana de las noticias de mafia relativas a la mafia política y los profesionales liberales; una censura que a veces consiste en cortar los reportajes, otras en edulcorarlos, otras en retransmitirlos entrada la noche. Como demostración de que el sistema mediático y cultural italiano reproduce en sí mismo las relaciones de fuerza que el sistema político, recuerdo que el último informe de la Comisión Parlamentaria Antimafia, aprobado por la mayoría del centroderecha, llegó al extremo de negar de hecho el carácter estructural del vínculo entre mafia y política, reduciéndolo a una situación transitoria -leo textualmente- «ligada a condiciones de incultura, escasa movilización, tensiones sociales y momentos de crisis moral y económica».

Esta censura sistemática en lo tocante a la mafia burguesa por parte de los medios del régimen tiene su exacto equivalente en la información en sentido único acerca de la mafia militar con el ininterrumpido anuncio publicitario sobre Provenzano, elevado a símbolo totalizador de la mafia. La culminación de esta estrategia ha sido, según mi parecer, la captura de Provenzano dentro de su refugio de Montagna dei Cavalli. No sé si la vieron ustedes. Vuelvo a casa, enciendo la televisión y tengo la impresión de que se ha montado una reproducción del refugio en un estudio de televisión. Creo que es de pésimo gusto. Cuando se amplía la panorámica no puedo dar crédito a mis ojos. ¡Era ni más ni menos que el refugio de Provenzano! A un lado se veían agentes de la policía científica con buzos blancos buscando huellas, al otro una manada de periodistas y cámaras tocándolo todo. Las cámaras se recreaban obsesivamente en cuencos sucios de requesón o en el mobiliario y los cachivaches rústicos del refugio de Provenzano. El mensaje cultural era explícito y unívoco: ¿habéis visto lo que es la mafia? Una historia de baja estofa criminal y antiguos pastores como Provenzano que viven en casas de labranza como esta, que todavía apestan a establo. Mensaje amplificado a lo grande los días siguientes. En el programa de la cadena 7 Otto e mezzo , presentado por Giuliano Ferrara, los contertulios, entre carcajadas, guiños y codazos, derrochaban sarcasmo al hablar de todos los magistrados que durante estos años han sostenido teoremas según los cuales la mafia es una historia que atañe a los profesionales liberales.

Burguesía mafiosa y burguesía nacional de régimen

Con esta premisa, es evidente que abordar el problema del futuro de la mafia partiendo de la captura de Provenzano y teniendo en cuenta únicamente los equilibrios internos de la mafia militar y popular significa caer en la trampa cultural urdida por los aparatos de régimen. Significa picar el anzuelo de los estrategas de la desinformación forjada con una información de sentido obsesivamente único.

Estoy convencido de que el futuro del sistema del poder mafioso no se decide en torno al destino de un Provenzano hoy, de un Riina ayer, de un Luciano Liggio anteayer. Quien conoce la historia de este país sabe que el presente y el futuro de la mafia, hoy como ayer, se decide más bien en la evolución interna de la burguesía mafiosa, uno de los componentes estructurales de la burguesía nacional de régimen. Quien conoce la Historia con mayúscula de este país sabe que la historia de la mafia no es sólo un asunto de baja estofa judicial, sino sobre todo la historia de sectores de una de las clases dirigentes más violentas de Europa, que desde la unidad de Italia hasta hoy ha usado la violencia mafiosa para bloquear los procesos de renovación política que ponían en peligro el sistema de poder basado en los privilegios y la injusticia social.

Es la burguesía mafiosa la que, en la inmediata posguerra, ordena la matanza de Portella della Ginestra después de que la izquierda ganara las elecciones regionales de 1947. Y es la burguesía nacional la que encubre después a los instigadores políticos a nivel nacional. Esa matanza y las decenas de asesinatos de sindicalistas del mundo político y campesino cerraron para siempre una etapa política, condenando al movimiento campesino al atraso e inaugurando el centrismo tanto en Roma como en Palermo. Desde entonces la izquierda no volvió a ganar las elecciones y quedó condenada a ser una fuerza minoritaria que oscilaba entre la oposición y el compromiso.

Cuando, unos 30 años después, Piersanti Mattarella, siguiendo los pasos de Moro, intentó abrir las puertas del gobierno a la izquierda, la burguesía mafiosa, una vez más, cometió un asesinato político-mafioso que cerró para siempre en el ámbito nacional la etapa de los gobiernos de solidaridad nacional.

El proceso Andreotti ha fotografiado y entregado a la historia este asunto dramático. La reuniones en las que se discutió sobre el asesinato de Mattarella y en las que participan los jefes de la mafia militar, los máximos exponentes de la burguesía mafiosa de la época, Lima y los primos Salvo y el símbolo vivo del poder político nacional Giulio Andreotti, no son sólo un capítulo importante de un asunto procesal, sino el fotograma que resume y simboliza toda una historia nacional.

Si queremos entender qué ha sido la mafia, qué es hoy y qué será mañana, tenemos que dejar a un lado los requesones y las próstatas de Provenzano que nos han propinado los aparatos culturales de régimen y entablar una reflexión, un debate nacional serio sobre este y otros asuntos. Debería quedar claro a todos que hace más de un siglo habríamos podido librarnos de los Provenzanos de ayer y hoy si no hubieran gozado, en Palermo como en Roma, de la protección de los vértices del poder regional y nacional.

De Calciopoli a los listillos del barrio: Sicilia marca la pauta

Lo más grave de todo es que Sicilia marca la pauta. Los casos judiciales de estos últimos años a nivel nacional, desde Calciopolii a la bancopoliii de los listillos del barrio, del caso Savoia al caso Parmalat, de la reciente corrupción descubierta en Apulia al caso Sismi, dibujan el perfil de una Italia en la que amplios sectores de la clase dirigente están aglutinados en una asociación criminal que toma prestado, al menos en parte, el método mafioso para llevar a cabo operaciónes bancarias, conquistar sectores de mercado, hacerse con el control de las contratas y obtener ilícitamente financiación pública para librarse de los adversarios políticos. Asociación con fines delictivos que a veces parece parte de una red más vasta.

El método mafioso a veces se distingue claramente. Refiriéndose a una reciente investigación que le ha llevado a pedir la detención del antiguo presidente de la región de Apulia por corrupción, el fiscal adjunto de Bari ha declarado textualmente: «Hemos encontrado un modo de administrar comparable a la organización de una cúpula destinada a favorecer el interés privado de unos pocos». En otros casos el método mafioso queda patente al leer las transcripciones de escuchas telefónicas en las que unos personajes del mundo de la delincuencia son capaces de condicionar sectores enteros gracias al poder de intimidación que les otorga su pertenencia a importantes grupos de presión. Lo cual pone en evidencia que el problema de la mafia es nacional, contrariamente a quienes sostienen que su ámbito es regional.

Se cumple así la previsión de Sciascia, quien decía que cada año que pasa la mancha de aceite sube un poco más hacia el norte. Al explicar el sentido de su novela El contexto , en la que denunciaba la «mafiosación» insidiosa de la sociedad italiana, el escritor describía así Italia: «Un país donde ya no tenían curso las ideas, donde las ideologías se reducían, en política, a meras denominaciones en el reparto de papeles que se asignaba el poder, donde sólo contaba el poder por el poder. Pueden ser sicilianos e italianos la luz, el color, los accidentes, los detalles; pero la sustancia quiere ser la de un apólogo sobre el poder, sobre el poder que se difumina en la forma impenetrable de una concatenación que podemos llamar, a grandes rasgos, mafiosa». (…)

El peligro de una «democracia mafiosa»

En el mundo de la política, gracias a la reforma electoral, favorecida por la cerrazón del centro-izquierda en las primarias, todo el poder se ha concentrado en manos de unas reducidas oligarquías de partido, de cúpulas de partido. En el Parlamento, una docena de personas elaboran las listas al margen de cualquier proceso democrático y deciden por su cuenta quién debe ser elegido. Mario Pirani ha escrito al respecto que hemos vuelto a los tiempos de las monarquías decimonónicas, cuando el nombramiento del Parlamento era una concesión graciosa del monarca. En el mundo del trabajo, con la ley Biagi, se ha producido una auténtica institucionalización del caporalato.iii En el mundo de la magistratura todo el poder se ha concentrado en manos de 26 fiscales, pequeños césares convertidos en los únicos titulares del poder penal. La fascistización y la feudalización del estado de la sociedad civil ha sentado las bases para la creación de la sociedad de la obediencia, una sociedad que gira en torno a la relación amo-cliente, soberano-súbdito. Si tenemos en cuenta que el sistema mafioso se basa precisamente en esta lógica, en hacer prevalecer el poder personal sobre el poder impersonal de la norma, el interés personal del clan sobre el interés público, en la cultura de la obediencia y la sumisión a los jefes, se comprende cuál es el motivo cultural y sistémico de la proliferación del método mafioso a escala nacional que profetizaron Sciascia, Pasolini, Tranfaglia y otros.

Con estas premisas, me parece evidente que hoy como ayer el futuro de la antimafia no se decide en Palermo, sino en Roma. Cuando las políticas criminales y la acción judicial deben medirse con fenómenos criminales que, como la mafia, tienen una profunda raigambre social y macropolítica, sólo pueden incidir en los efectos, pero no en las causas. Hoy más que nunca, frente a la degradación autoritaria y feudal del sistema político italiano, no es posible, a mi entender, siquiera imaginar una estrategia antimafia si antes no se restablecen las condiciones para la acción democrática. Esta acción democrática pasa por una sistemática «desmafiosación» del sistema político y cultural italiano. (Uso este término, «desmafiosación», en la acepción de Sciascia y Tranfaglia.) O si se prefiere, pasa por la eliminación sistemática de todas las toxinas introducidas durante estos años en el ordenamiento. Toxinas como la institucionalización del conflicto de intereses, la legalización de la ilegalidad de la clase dirigente, el secuestro de la soberanía popular, la creación de un derecho desigual, la feudalización del tejido institucional, el amordazamiento de la información libre, la precarización de las relaciones laborales, la sustitución del poder impersonal y general por el poder personal de los jefes, la sumisión de la magistratura al control oblicuo de la política, la legitimación cultural de la corrupción y de la relación entre mafia y política mediante la candidatura y la elección de sujetos procesados y condenados por corrupción y mafia. Si no se eliminan pronto estas toxinas del ordenamiento, del tejido institucional italiano, el método mafioso, a mi juicio, está destinado a ser un componente estructural de la política y la sociedad italiana y podremos encaminarnos alegremente por la senda de lo que algunos analistas políticos llaman «democracia mafiosa». Parece un oxímoron, pero no lo es. Los ayuntamientos disueltos por la mafia son un ejemplo de «democracia mafiosa». En el fondo, si la denostada Propaganda 2iv de los años ochenta se ha convertido en estado, si lo que hasta hace diez años parecía política-ficción se ha hecho realidad y ya nos hemos acostumbrado a convivir con ello, ¿por qué no habríamos de acostumbrarnos también a una burguesía mafiosa? Quizá no sea descabellado imaginar que en ese hipotético futuro el denostado Provenzano también reivindique su rehabilitación, como precursor clarividente y padre fundador de la nueva constitución material de la nación.

Notas

i Fraude deportivo consistente en arbitrajes amañados descubierto en mayo de 2006 tras unas escuchas telefónicas a Luciano Moggi, dirigente del Juventus.

ii Conjunto de escándalos financieros que tuvieron lugar en Italia a partir de julio de 2005 con motivo de las opas a los bancos Antonveneta y Banca Nazionale del Lavoro.

iii Caporalato: sistema de explotación de mano de obra, sobre todo agrícola, reclutada ilegalmente por intermediarios (caporali) y pagada por debajo del salario mínimo.

iv Logia masónica secreta dirigida por Licio Gelli a la que pertenecían 953 nombres destacados de la política, la economía, el ejército, el mundo editorial y la justicia italianas. Entre los documentos que se encontraron figuraba un «Plan de renacimiento democrático» que establecía las fases para hacerse con el control del estado.


Roberto Scarpinato fue uno de los fiscales del proceso a Andreotti. Es uno de los pocos magistrados en activo de la «vieja guardia» contra Cosa Nostra. Actualmente sigue trabajando en la fiscalía de Palermo.

Fuente: http://www.adistaonline.it/index.php?op=articolo&id=28480

Traducido para EncontrArte por Gorka Larrabeiti y Juan Vivanco, miembros de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala . Este artículo se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y citar a sus autores y la fuente.