La Unión Europea está nerviosa porque, además del parón institucional y presupuestario, a todos los efectos arranca hoy la presidencia francesa del Consejo de la UE con una cumbre informal de ministros de Interior y de Justicia. Según recoge la página oficial de la presidencia de turno francesa, el objetivo de la cita de Cannes […]
La Unión Europea está nerviosa porque, además del parón institucional y presupuestario, a todos los efectos arranca hoy la presidencia francesa del Consejo de la UE con una cumbre informal de ministros de Interior y de Justicia. Según recoge la página oficial de la presidencia de turno francesa, el objetivo de la cita de Cannes es «garantizar un mayor nivel de protección para la gente». Se supone que Nicolas Sarkozy y compañía se refieren únicamente a los ciudadanos europeos, visto que los «otros» les importan bien poco. Tampoco es que los europeos les importen mucho, pero el lema de la cumbre casa muy bien con el populismo que la presidencia gala impondrá en los seis meses que dispondrá para organizar las agendas de las reuniones del Consejo de Ministros de la Unión. En la cumbre de Cannes, que concluirá mañana, los representantes de Sarkozy pondrán el foco en la implementación de una política común para las cuestiones de inmigración y asilo. Su ministro de Interior, Brice Hortefeux, presentará un borrador de Pacto europeo que, básicamente, sigue insistiendo en la vieja receta del cierre de las fronteras externas de la Unión. Pese al enorme aumento de los flujos de población hacia la Unión Europea detectado en los últimos años, ésta es incapaz de adecuar su caminar a esta realidad, y cada nuevo paso en este ámbito mantiene una dirección que hasta el momento sólo ha servido para generar dolor y crispación: mayor aislamiento y más represión. Y está por ver que las nuevas posibilidades de codecisión del Parlamento Europeo en esta materia sirvan para poner coto a la ceguera de los estados.
De entrada, Nicolas Sarkozy se ha empeñado en acuñar un término que tiene una lectura perversa: «Inmigración deseada», con lo que da a entender que la Unión Europea quiere distinguir entre «ciudadanos europeos» e «indeseables». Una gran aportación de Sarkozy a la «idea europea». La sistematización de los centros de detención y de las expulsiones no soluciona nada. Los flujos de población no desaparecerán por mucho que la Unión insista en armonizar y comunitarizar sus políticas en la peor dirección posible.