Cuentan que una vez una manada de hambrientos lobos atacaba a Europa. Un día, en el mercado de derivados de Chicago se contaron 103.400 dentelladas de contratos a la baja contra el euro por valor de 17.000 millones de dólares. El euro era presa de los canis lupus. ¿Quiénes eran estos desalmados? ¿Por qué aullaban? […]
Cuentan que una vez una manada de hambrientos lobos atacaba a Europa. Un día, en el mercado de derivados de Chicago se contaron 103.400 dentelladas de contratos a la baja contra el euro por valor de 17.000 millones de dólares. El euro era presa de los canis lupus.
¿Quiénes eran estos desalmados? ¿Por qué aullaban? Se sospechó de una manada de varios ejemplares del mismo pelaje: George Soros (Soros Fund), John Paulson (Paulson & Co.), Steven Cohen (Sac), David Einhorn (Greenlight), Donald Morgan (Brigade) y Andy Monness (Monness Crespi Hardt & Co.), pero también de Harold ‘Terry’ McGraw III, el cual a través de las garras de la McGraw-Hill – la agencia Standard & Poor’s- habría rebajado la calificación de los títulos de Estado griegos, portugueses y españoles. Los cerditos -Portu, Ire, Ita, Grek, y Spa, conocidos como los PIIGS- habían sido abandonados a su suerte y las terribles fauces de los lobos ya se abatían sobre ellos mientras la señora Merkel, preocupada por las elecciones en Renania, no intervenía. Hasta que un día las calles de Atenas amanecieron manchadas de sangre.
Hubo que salvar a Europa de las fauces de los lobos antes que la mataran. Para ello, se reunieron los líderes europeos, que, de prisa aprobaron una serie de medidas para acabar con esos ataques. Era domingo y faltaba poco para que los mercados asiáticos abrieran sus puertas y el euro fuera pasto de las alimañas. Fue entonces cuando sonaron dos escopetazos para ahuyentar a los depredadores: un petardo de 750.000 millones € (440.000 millones provenían de la Eurozona, 60.000 millones de la Unión Europea, más 250.000 millones del FMI) y el grito de un valiente cazador, el Banco Central Europeo, dispuesto a comprar deuda pública a través de los bancos centrales de cada país y cerrar las heridas de los cerditos. Se construyó de prisa un cercado para proteger la Bolsa de los cerditos. Al verlo, los lobos se retiraron.
Durante un día hubo euforia en los mercados. Decían: «un plan ambicioso», «la madre de todos los planes de rescate», «un cambio revolucionario impensable hacía tres meses», «una operación de salvamento muy parecida al plan Paulson de los estadounidenses»…
Sin embargo, los cerditos ni fueron felices ni comieron perdices. Dos de ellos -España y Portugal- se quedaron sorprendidos al saber que les obligaban a recortarse en público, durante la reunión del ECOFIN del 18 de mayo, alguna parte de su cuerpo. Y quien se lo ordenaba no eran ya unos lobos, sino horrendos ogros transnacionales.
Moraleja:
Cuando se cuentan historias de lobos, acechan ogros.
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