La delincuencia en El Salvador es un fenómeno sociológico, sus causas son estructurales, tienen el control político, social y económico en casi todo el territorio nacional, con excepción de las residencias privadas, habitadas por sectores de las capas medias y de la clase económicamente dominante. La incidencia de las pandillas como crimen organizado comenzó a […]
La delincuencia en El Salvador es un fenómeno sociológico, sus causas son estructurales, tienen el control político, social y económico en casi todo el territorio nacional, con excepción de las residencias privadas, habitadas por sectores de las capas medias y de la clase económicamente dominante.
La incidencia de las pandillas como crimen organizado comenzó a despuntar a partir de 1998, los gobiernos de la oligarquía financiara a través de su partido político Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), no hicieron políticas públicas para evitar el desarrollo delictivo que crecía en flecha, porque implicaba realizar una reforma tributaria, en El Salvador los oligarcas tributan como pobres y estos últimos como millonarios.
Con la reforma tributaria, el fisco hubiera obtenido fondos financieros para realizar una reforma educativa. El actual sistema educativo público y privado es deficiente (con raras excepciones) no existe un verdadero control de la calidad; los programas de estudio desde parvularia hasta la universidad han servido para insuflar el modelo económico neoliberal.
Los altos funcionarios del Ministerio de Educación, directores y propietarios de colegios y universidades eliminaron las asignaturas de Historia de El Salvador, Sociología y Filosofía, porque si se les impartía, entonces los estudiantes iban a pensar y dejar de ser cosas, objetos o «tornillos» del engranaje productivo del capitalismo salvaje que prevalece en El Salvador.
La mayor parte de los pandilleros son jóvenes que han abandonado sus estudios porque se dan cuenta que no les beneficia para su desarrollo, y no hay oportunidades de superación personal. Si la educación fuera de buena calidad incidiera positivamente no solo en el desarrollo del joven, sino también en el crecimiento y desarrollo del país.
Por veinte años «gobernó» la oligarquía salvadoreña y ahora el poder político lo detenta la izquierda, estos últimos están enfrentado el problema social de forma similar que la derecha, con leyes «duras» y represión.
Mientras tanto, los lumpens proletarios que engrosan las filas de las pandillas delincuenciales se desarrollan, crecen, especializan, organizan cada vez más y de mejor manera.
El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) teóricamente es de izquierda pero toma medidas y expone una retórica similar a la derecha.
Hemos hecho mención de medidas de mediano y largo plazo, pero las de corto plazo es decretar Estado de sitio y declarar la guerra frontal a las pandillas.
Los dirigentes del FMLN y el presidente Mauricio Funes deberían de caer en cuenta, que con bravuconerías, despliegue de arrogancia y prepotencia no resuelven el problema, tampoco negándolo y ninguneándolo.
El FMLN y el presidente Funes hablan como si lo están haciendo para las habitantes del extranjero; los salvadoreños que residen en el país son conscientes que las pandillas son un poder en El Salvador, y este poder informal ya sobrepasó las capacidades del poder formal.
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