En política interior, la noticia de la última semana en Francia ha sido el resultado de los sondeos de opinión que colocan a Marine Le Pen, candidata del Frente Nacional de extrema derecha, en el primer o en el segundo lugar de la primera vuelta de las próximas elecciones presidenciales. El partido del presidente Sarkozy […]
En política interior, la noticia de la última semana en Francia ha sido el resultado de los sondeos de opinión que colocan a Marine Le Pen, candidata del Frente Nacional de extrema derecha, en el primer o en el segundo lugar de la primera vuelta de las próximas elecciones presidenciales.
El partido del presidente Sarkozy trata de minimizar el sondeo, aunque algunos de sus miembros dicen que la culpa es del Partido Socialista, que no ofrece un programa alternativo a la política del actual Gobierno, dejando así la vía libre a la extrema derecha. Los socialistas culpan al Gobierno porque promueve los temas favoritos de la extrema derecha: debates sobre la «identidad nacional», la inmigración clandestina y el peligro de que arriben ahora enormes masas de inmigrantes del Norte de África. Todo ello sobre fondo de racismo y antiislamismo.
Lo cierto es que en Francia se advierte una proliferación del mensaje racista, propalado bajo distintas formas por periodistas, políticos, intelectuales y gente común.
Salvo una condena a un periodista por el delito de incitación a la discriminación racial durante una emisión de televisión, (calurosamente defendido en nombre de la libertad de expresión y ahora vedette del partido de Sarkozy) y el episodio un poco grotesco de John Galliano el modisto de Dior, que está procesado porque en un bar, estando ebrio dirigió injurias racistas a una pareja, los mensajes racistas circulan ampliamente y sin trabas. Muy recientemente fueron invitados a una emisión de televisión una serie de personajes que se libraron a un verdadero festival antiislámico, en algunos casos caricaturesco, sin que hasta ahora se haya producido reacción alguna contra el responsable de la emisión o los participantes.
Las organizaciones sociales antiracistas, algunos partidos de extrema izquierda y figuras del Partido Socialista denuncian esta escalada de las ideas racistas. Pero salvo pocas excepciones, no llegan a situar esta escalada en el marco del plan gubernamental de ofrecer a la vindicta popular un «chivo emisario» de la grave situación social existente en Francia caracterizada por la desocupación, los salarios prácticamente congelados, la inflación, el aumento de los impuestos, etc.
De modo que la responsabilidad del Gobierno francés es muy grande por haber llevado al país a una situación social desastrosa, beneficiando al mismo tiempo a las grandes fortunas, muchos de cuyos titulares son íntimos amigos de la elite gobernante. Pero no cabía esperar algo muy diferente de la derecha tradicional francesa.
Los que dicen que el Partido Socialista carece de un programa alternativo claro y coherente tienen razón, (lo mismo puede decirse de la llamada «izquierda de la izquierda») de modo que el vacío político creado por el rechazo que provoca el Gobierno en las clases populares afectadas por los problemas sociales no lo ocupa el Partido Socialista ni la extrema izquierda sino, con un discurso simplista y populista, la extrema derecha.
Desde hace años la tarea principal del Partido Socialista en su plano interno es tratar de mantener la cohesión entre tendencias ideológicamente diferentes, que van de una izquierda moderada a un franco liberalismo. Lo que tiene como resultado la falta de programa y de propuestas concretas. Con el agravante de que existe una tendencia a postular como candidato presidencial a Dominique Strauss Kahn, actual Director del Fondo Monetario Internacional (nombrado con el apoyo de Sarkozy), un inveterado liberal que no tiene nada siquiera de socialreformista. Strauss Kahn fue ministro de economía de Lionel Jospin, durante cuyo Gobierno se batió el récord de privatizaciones de empresas y servicios públicos y el alineamiento de Francia sobre el enfoque neoliberal de la construcción europea fue completo.
El cálculo, y los sondeos lo confirman, es que Strauss Kahn ganaría cómodamente las elecciones, porque en la segunda vuelta lo votaría la clase media «progre», una buena parte del electorado de la derecha tradicional y una pequeña parte de las clases populares, esta última para ver si cambiando de personaje mejoran un poco las cosas. Aunque perdería votos «por izquierda» de la gente conciente de que con Strauss Kahn sería cambiar algo para que todo siga igual.
Sin embargo, la postulación de Srauss Kahn pierde fuerza, incluso dentro del PS, a causa de que no se define como precandidato, puede ser porque duda entre conservar su tranquilo y bien remunerado puesto en el FMI y entrar en el torbellino impredecible de la política francesa.
Otra posible candidata del PS es Martine Aubry, quien también podría ganar las elecciones pero de manera más ajustada que Strauss Kahn, pues no contaría con los votos de una parte del electorado de derecha, que la ve «muy a la izquierda» aunque, por cierto, no lo es. Como secretaria general del PS su labor principal consiste en criticar la política gubernamental y formular vagas propuestas como para no molestar a ninguna de las diferentes corrientes partidarias. Valga como ejemplo reciente el hecho de que criticando la frase de una diputada del partido de Sarkozy ( «a los inmigrantes que vienen del Mediterráneo hay que meterlos de nuevo en los barcos») Martine Aubry se declaró «espantada» y agregó otras generalidades. Pero se abstuvo de denunciar las raíces sociales de la actual escalada racista.
El panorama de la llamada izquierda de la izquierda en Francia no es nada alentador. El Partido Comunista, que abandonó hace decenios un enfoque crítico global del sistema y una propuesta de cambio radical de la sociedad, está en las últimas etapas de una larga agonía. Buena parte de su electorado popular emigró al Frente Nacional.
El Nuevo Partido Anticapitalista liderado por Olivier Besancenot, surgido hace un par de años de una fusión ideológicamente heteróclita de la Liga Comunista Revolucionaria, de algunos ecologistas y de gente independiente con vagas ideas de izquierda, (ni siguiera lograron ponerse de acuerdo para darle un nombre positivo al Partido) suscitó algunas esperanzas en el momento de su creación, llegando a reunir unos 9000 miembros, ahora reducidos a menos de la mitad, quienes tampoco logran ponerse de acuerdo sobre un programa y una política de alianzas.
Jean-Luc Melenchon que se fue del PS por la izquierda y fundó en 2009 el Parti de Gauche es una fuerte personalidad, autor reciente de un libro titulado Qu’ils s’en aillent tous ! ( ¡Que se vayan todos!) cortejado y al mismo tiempo rechazado por el PC que teme perder totalmente su identidad y verse reducido al papel de aparato de Melenchon.
Con el retiro de su dirigente histórica Arlette Laguillier, Lucha Obrera, baluarte de una rígida política de «clase contra clase» y refractaria a toda alianza con otros grupos de izquierda, quizás haya perdido algo de su presencia más bien simbólica en el escenario político francés.
Se puede situar a los verdes (Europa Ecología) en esta izquierda, bien representada en la figura de su secretaria general Cecile Duflot, quien precisamente fue uno de los pocos políticos de izquierda que caracterizó bien la actual escalada racista como una manera de desviar la atención de los verdaderos responsables de la grave situación social.
En resumen, la derecha tradicional y la extrema derecha francesa están explotando con éxito -dada la inanidad político-ideológica de la izquierda- el rechazo del otro, del diferente, que existe en estado latente en buena parte de las personas (y como fuerte convicción ideológica en una minoría militante) no sólo en Francia sino en todos los países y que eclosiona vigorosamente a la luz del día cuando se agravan los problemas sociales. Sobran los ejemplos en todo el mundo y en todas las épocas, cuya expresión más pavorosa y sangrienta fue el hitlerismo. Ahora Sarkozy quiere recuperar, (pero no lo logra, su descrédito es cada vez mayor) la vanguardia en la derecha francesa que le ha quitado el Frente Nacional, no sólo promoviendo cierta política dentro de Francia sino pretendiendo asumir, como un nuevo Bush, el liderazgo internacional de la derecha con su propuesta de bombardear Libia, hasta ahora recibida con cierta reserva por los demás países europeos e incluso por USA como surge de las declaraciones del Ministro de Defensa de Obama, Robert Gates. Aunque mientras tanto crece el despliegue de fuerzas aeronavales frente a Libia. El Partido Socialista Francés, que en esta materia quiere ser más sarkozista que Sarkozy, emitió un comunicado el 11 de marzo declarándose impaciente porque las potencias occidentales tardan en establecer una zona de exclusión aérea sobre Libia, lo que sería el primer paso de una nueva agresión imperialista «humanitaria». Salta a la vista la semejanza del caso de Libia con los hechos de Kosovo que precedieron a los devastadores y criminales bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia en 1999, realizados con un desprecio total del derecho internacional humanitario. Los sondeos de opinión que colocan a Marine Le Pen en «pole position» para las próximas elecciones presidenciales han ocupado todos los medios de comunicación. Dichos medios no han tenido aparentemente espacio para publicar otro sondeo realizado en enero de 2010 y repetido en enero del 2011 por CEVIPOF (Centro de Investigaciones Políticas) de Ciencias Políticas (SciencesPo) asociado al CNRS (Centro Nacional de Investigación Científica) del que surge que sólo el 14% de los franceses tienen confianza en los partidos políticos (el 13% en enero 2011) , mientras que el 51% les tienen más bien desconfianza y el 31% ninguna confianza. La gran mayoría de los franceses están hartos, como muchos otros pueblos, de tener que optar en cada elección entre la sartén y el fuego, lo que sin duda se va a reflejar en una alta tasa de abstención en las elecciones cantonales del 20 y 27 de marzo próximos. Y para las próximas elecciones presidenciales si el Partido Socialista, en lugar de buscar el candidato que pueda juntar más votos (ya fracasó con Segolène Royal con esa estrategia en 2007), no se ocupa de promover una coalición de izquierda en torno a un programa para sacar a Francia del marasmo (y la izquierda de la izquierda no empuja fuertemente en ese sentido), las elecciones presidenciales de 2012 pueden terminar en la segunda vuelta en un duelo entre un «frente republicano» de centro-derecha para «cerrar el paso» al Frente Nacional por un lado y el Frente Nacional por el otro, con un resultado final previsiblemente favorable al «frente republicano», como en 2002, cuando ganó Chirac frente a Le Pen. Pero no cabe excluir que el resultado sea el inverso y resulte triunfante el Frente Nacional.
Fuente: http://www.argenpress.info/2011/03/el-dilema-de-francia.html