La Justicia francesa se pronunciará de aquí al 10 de junio sobre el inicio de una investigación que implica a la ministra francesa en un caso de abuso de poder. Se define a sí misma como «una liberal moderada».
Europa afinó la puntería en dirección del sillón de mando del Fondo Monetario Internacional y adelantó su principal candidato. La ministra francesa de Economía, Christine Lagarde, se postuló oficialmente al reemplazo de Dominique Strauss-Kahn. La declaración de candidatura de la responsable francesa no constituye una sorpresa. Desde que el ex director gerente del FMI renunció a su cargo forzado por la intriga sexo policial que lo condujo a la cárcel primero y luego al arresto domiciliario en Nueva York, los dirigentes del Viejo Continente se consagraron a construir la candidatura de un europeo en detrimento de la de un candidato oriundo de un país emergente. La colonización occidental de los organismos internacionales sigue vigente a pesar de que el equilibrio del mundo se ha trastornado. Lagarde apareció de inmediato como una candidata de consenso. La Unión Europea pareció reencontrar incluso una pasajera apariencia de unidad en la designación de la ministra Francesa. Christine Lagarde tiene unos cuantos puntos a favor y otros en contra. Entre estos últimos sobresalen dos casos que podrían llevarla ante la Justicia.
Christine Lagarde no es economista sino abogada. No obstante, desde que asumió la cartera de Economía supo ganarse el respeto de los alemanes, los británicos y los norteamericanos y también tener relaciones equilibradas con los países emergentes. En sus cuatro años al frente del ministerio le tocó la crisis financiera internacional, la crisis del euro y la emergencia del G-20 como un nuevo actor mundial. En 2009, Christine Lagarde fue elegida por el diario Financial Times como mejor ministra de Economía. Habla un inglés perfecto y maneja muy bien los arcanos de la diplomacia financiera, aún más complejos que los otros. Liberal hasta la médula, ayer, cuando presentó su candidatura, Lagarde dijo «soy una liberal moderada, partidaria de la regulación en varios sectores, como por ejemplo el financiero». La ministra francesa, que compite directamente con otro de los candidatos declarados hasta ahora, el gobernador del Banco Central de México, Agustín Carstens, buscó separarse de la imagen de postulante europea en virtud de un pacto no escrito pero real que deja al FMI en manos de un europeo y al Banco Mundial en las de un norteamericano. Ayer dijo que ser europea «no puede ser ni un obstáculo ni un valor agregado» y pidió que su candidatura sea evaluada por sus méritos y no por el lugar de donde viene. «No es la candidatura europea, es mi candidatura y se dirige a todos los miembros del Fondo Monetario Internacional», puntualizó.
Sin negar sus méritos, cuesta creer en ello. Los dirigentes del Viejo Continente rozaron la histeria a lo largo de los últimos días ante la posibilidad de perder las riendas del FMI. Los medios actuaron como un brazo político y lanzaron un flujo de comentarios con un argumento sustantivo: el desempeño del FMI en el rescate financiero de Europa y de sus economías mas débiles -Grecia, Portugal, Irlanda- es fundamental y ello torna irrenunciable que el FMI sea dirigido por un europeo.
Hasta hoy, Christine Lagarde cuenta con el apoyo explícito de Gran Bretaña, Alemania, Italia y Holanda mientras que Estados Unidos y Japón aún no se han pronunciado. Washington se ha mostrado hasta ahora de una prudencia sobrenatural. El secretario del Tesoro norteamericano, Timothy Geithner, equiparó las candidaturas de Lagarde y Carstens: «Christine Lagarde tiene competencias excepcionales y combina de manera excelente el conocimiento de la economía y de las finanzas con el sentido político necesario. Lo mismo ocurre con Agustín Carstens».
El elogioso perfil de la ministra francesa tiene zonas de sombra que podrían frenar sus ambiciones. La Justicia francesa se pronunciará de aquí al 10 de junio sobre el inicio de una investigación que implica a la ministra en un complejísimo caso cuyo actor central es el empresario Bernard Tapie, un hombre con un prontuario extenso como la Patagonia. Bernard Tapie y el banco Crédit Lyonnais protagonizaron un conflicto que la ministra francesa zanjó en 2007 a favor del empresario, quien recibió varios cientos de millones de dólares en compensación. Un juez debe decidir ahora si encausa a la ministra por «abuso de autoridad». Christine Lagarde resaltó, no obstante, que incluso si ello ocurriera mantendría su candidatura.
Europa se apresta así a perpetrar la tradición colonial. En 2009, los líderes del G-20 se comprometieron a que los responsables de las instituciones internacionales fuesen elegidos a través de procesos «abiertos, transparentes, basados en el mérito». La frase corre el riesgo de figurar en la Biblia de las buenas intenciones, como casi todos los principios declarados en las megacumbres del G-20. Reforma del sistema financiero internacional, paraísos fiscales, comisiones bancarias, transparencia, especulación financiera, etc., etc., etc. Son sueños. Y los sueños rara vez son realidad.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-168850-2011-05-26.html