Los recortes extremos de gastos e inversiones que puso en práctica el conservador primer ministro de Portugal, Pedro Passos Coelho, comenzaron a producir efectos perversos en la debilitada economía nacional.
Portugal registró la caída más significativa de la Unión Europea (UE) en el tercer trimestre de este año, con el retroceso de 1,7 por ciento de su producto interno bruto (PIB) respecto de igual lapso de 2010, mientras que el promedio del conjunto del bloque creció en el mismo periodo 1,4 por ciento.
También cayó la inversión extranjera directa en Portugal, hasta 46 por ciento, frente a la merma promedio de 12 por ciento en la UE.
El cierre cotidiano de empresas y la caída del PIB del tercer trimestre, entre otros efectos nocivos, confirman el desempeño negativo de la economía iniciado hace un año.
A los gobernantes actuales «no les interesan en absoluto las personas y solo ven números», advirtió, al analizar esta situación para IPS, el ex presidente portugués Mario Soares (1985-1995).
En el presupuesto general del Estado para 2012, «el gobierno ha diseñado una política ‘economicista’, cortando en todo lo que puede cortar y no pensando en la gente, que es lo que realmente cuenta», afirmó el líder histórico del socialismo lusitano, considerado el «padre de la nación» democrática fundada en 1974.
Sin embargo, sobre la génesis y posterior crecimiento de la incontrolable situación económico-financiera del país, Soares hizo hincapié en que la crisis «es esencialmente europea y va a afectar a todo el bloque, incluida Alemania».
Por eso «hay que cambiar el modelo económico y social», sentenció, para luego recomendar «dar fuerza al Banco Central Europeo, permitiéndole imprimir moneda, como hicieron Gran Bretaña y Estados Unidos.
Es cierto que esas emisiones de dinero pueden provocar inflación, que es lo que los alemanes más temen, pero cuando estamos tan pobres, no es a la inflación a la que debemos temer», agregó.
Los devastadores efectos del estancamiento económico de este país europeo, con una desocupación que bordea 13 por ciento de la población económicamente activa, ha provocado una emigración masiva hacia Brasil, el mayor y más desarrollado de los países que hablan portugués en el mundo.
En seis meses, 52.132 de los casi 11 millones de habitantes de Portugal emigraron al gigante sudamericano, un flujo comparable al registrado en las décadas del 50 y del 60 y solo superado históricamente en el siglo XVIII, cuando el regente luso Sebastião José de Carvalho e Melo, marqués de Pombal, envió a 850.000 portugueses a poblar la entonces colonia de Brasil.
La comunidad portuguesa es la mayor entre los residentes extranjeros en Brasil y la que ha registrado un mayor número de entradas en el primer semestre de este año, superando a los 50.640 bolivianos que lo hicieron en el mismo período.
En la actualidad, son 320.000 personas, resultantes del aumento de 18 por ciento entre diciembre de 2010 y junio de este año, indican datos divulgados el lunes 5 por el Ministerio de Justicia de Brasil, lo cual significa un promedio de casi 9.000 portugueses por mes, un número que las estimativas no oficiales actuales indican que está creciendo.
Brasil, una economía emergente con más de 192 millones de habitantes y un crecimiento de 7,5 por ciento en 2010, abrió así sus puertas a una mano de obra calificada que habla su lengua.
Sus primeras necesidades son los ingenieros, arquitectos, economistas y médicos, los que, según cálculos del periódico brasileño O Globo, gozan de un sueldo promedio 85 por ciento más alto que en Portugal.
Estos datos «confirman lo que sabemos: estamos pagando con nuestros impuestos la formación de jóvenes que ahora darán su fuerza de trabajo en el extranjero debido a la ausencia de respuestas en su propio país», lamentó la socióloga Beatriz Rocha da Trindade, citada en su edición de este martes 6 por el diario lisboeta Correio da Manhã.
La crítica a los ajustes del gobierno conservador dirigidos solo al saneamiento financiero de las cuentas públicas, sacrificando el desarrollo socio-económico y provocando un éxodo masivo, especialmente de jóvenes, no solo tiene el sello de académicos, analistas y dirigentes políticos de izquierda.
También la mayoría de economistas y empresarios del sector productivo cuestionan el rumbo seguido por Passos Coelho y han levantado sus voces en el propio seno de la derecha. Marcelo Rebelo de Sousa, Luís Marques Mendes y Manuela Ferreira Leite, líderes caídos en desgracia del Partido Socialdemócrata (PSD, conservador pese a su nombre) que precedieron a Passos Coelho en el cargo, expresaron su oposición a la apuesta de dejar de lado el crecimiento de la economía, en una ciega política de consolidación de las cuentas públicas.
Las críticas más duras llegaron de Ferreira Leite, ex ministra de Finanzas, quien deploró el hecho de «vivir rodeados de impuestos y escaso crecimiento económico, lo cual reduce nuestra capacidad de generar ingresos».
Según la exministra, «no hay sistemas fiscales ideales que resistan al atropello de principios básicos como la justicia, la racionalidad económica y eficiencia en la recaudación de ingresos». «Solo en la teoría es que no hay límite a los impuestos», advirtió.
Paralelamente a esta situación crítica para la economía nacional, Lisboa recibió un contundente «tirón de orejas» de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que en un informe divulgado el lunes 5 sostiene que Portugal continúa siendo uno de los países más desiguales del mundo industrializado.
Con un foso acentuado en la distribución de ingresos, la economía lusa es la más injusta de Europa. En la lista de la propia OCDE –que reúne a 34 países entre los que están todos los industrializados–, Portugal, Turquía, Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel se ubican detrás de Chile y México, los dos «campeones del mundo» en desigualdad socio-económica.
En efecto, la crisis no afecta a todos y la desigualdad crece en Portugal. En sendas entrevistas televisivas la semana pasada, los respectivos representantes de los automóviles de lujo Ferrari y de una empresa inmobiliaria de mansiones, garantizaron que los negocios van de viento en popa.
«Tenemos incluso listas de espera para la compra de un Ferrari», expresó el representante de la marca automotriz italiana, mientras el mediador de propiedades reconoció que el mercado «en general se encuentra deprimido, pero todo segmento de mansiones que van desde los 800.000 a los cinco millones de dólares se venden muy fácilmente».