Los imperios pierden los pelos pero no las mañas. Mientras el sucesor del dictador Franco anda de cacería de elefantes, los capitalistas españoles no quieren perder su presa en Argentina. Y extorsionan en defensa de Repsol. El que había mostrado los dientes de tiburón a Argentina había sido Estados Unidos, que la sancionó por no […]
Los imperios pierden los pelos pero no las mañas. Mientras el sucesor del dictador Franco anda de cacería de elefantes, los capitalistas españoles no quieren perder su presa en Argentina. Y extorsionan en defensa de Repsol.
El que había mostrado los dientes de tiburón a Argentina había sido Estados Unidos, que la sancionó por no pagar dos fallos a medida multinacional del CIADI (Banco Mundial). Como si ese gesto inamistoso no hubiera ocurrido, ayer la presidenta argentina se entrevistaba con Barack Obama en Colombia. Hoy un juramento y mañana una traición, letra de tango que ilustra el patrón de conducta del imperio con los países que considera como «sumergentes».
Esas malas artes mostró esta semana un imperio que fue metrópoli colonial: España. Un tímido borrador sin membrete oficial, eventual proyecto de ley para que el Estado argentino recuperara una parte del paquete accionario de Repsol-YPF, a fin de formar una empresa mixta, provocó en Madrid un brote de colo-imperialismo.
El jueves 12 ocurrió el clímax, cuando se suponía que Cristina Fernández iba a usar la cadena nacional para referirse a esa nacionalización parcial. Al final no hubo tal anuncio. Desde el punto de vista objetivo, tal paso atrás fue fruto de la presión española que incluyó apremios del titular de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Barroso. Este habría llamado a la jefa de Estado para disuadirla de avanzar con ese tímido nacionalismo.
Las posiciones públicas más duras corrieron por cuenta del canciller, el ministro de Industria y la vicepresidente del gobierno español, Soraya Sáenz de Santamaría. Declararon que considerarían una medida contra Repsol como contra España. Amenazaron con que responderían con todos los instrumentos a su alcance, una forma tan brutal que hasta podría interpretarse como que considerarían algún medio militar.
La catarata de colonialismo no se agotó allí. El gobierno de Mariano Rajoy, bien corrido a la derecha, a punto de caerse del esquema democrático, advirtió que si había alguna incautación se romperían todas las relaciones, no sólo las comerciales.
El embajador argentino en Madrid, Carlos Bettini, fue citado a la cancillería para escuchar esa sarta de amenazas. Esa era la protesta formal. En las tapas de los diarios de la península, el gobierno de Cristina se parecía al de 1917 de Vladimir Ilich Uliánov (Lenin) por su ímpetu revolucionario contra las empresas. Bajo cuerda, los funcionarios y empresarios españoles habrán insultado de lo lindo a las autoridades argentinas.
No parecía sólo un conflicto bilateral. La Unión Europea de 27 socios se puso como loca, como si aquél también fuera con el bloque. Los inversionistas españoles brindaron a la población argentina una dura lección de política internacional que ya habían dado los ingleses antes por el diferendo de Malvinas. Una ofensa a Madrid o Londres, y la vieja Europa en crisis amenaza con represalias contra un país del Tercer mundo que sólo quiere recuperar lo suyo. Así son los imperios.
«Vaca vieja» y yerba
Además de la prepotente campaña política y mediática defendiendo a la «joya» de la Corona, también pueden haber influido las desavenencias en el lote de gobernadores de provincias petroleras para que la presidenta no hablara del tema en ese acto del jueves 12.
Sus conceptos giraron en torno a otros menesteres, no despreciables pero sí intrascendentes en comparación con el «oro negro». Cristina Fernández anunció subsidios a la industria cárnica (rebaja de aranceles de exportación), que favorecerán a productos como «vaca vieja» y termoprocesados.
En lo que no se apartó del libreto es en que tales franquicias no fueron acordadas con los productores pequeños, medianos y algunos grandes de la industria frigorífica, sino con los popes del cartel ABC. Son los más poderosos y detentan la llamada «cuota Hilton» de exportación de cortes más caros. Es una tendencia en el cristinismo, que Hugo Moyano denuncia a su modo, improlijo: el gobierno se recuesta sobre compromisos con el gran capital nacional y extranjero. El tópico carnes no iba a ser la excepción…
En esa alocución la oradora dio un tirón de orejas a los grandes productores y exportadores de yerba mate. La «ilec paraguayensis» es un insumo básico para el mate de los argentinos y su precio subió 50 por ciento, además de faltar en varias góndolas. CFK amagó con aplicar la Ley de Abastecimiento, una buena infusión que nunca se da a beber a empresarios inescrupulosos. Ya casi nadie cree en esas advertencias oficiales.
La gravedad del panorama petrolero (y gasífero, a las puertas de un invierno que se otea en el horizonte) es tal que la iniciativa gubernamental de una empresa mixta de petróleo era un pequeño paso en la dirección correcta. El gobierno denunció en enero que en 2011 debió gastar 9.300 millones de dólares más que en ejercicio anterior, para importar combustibles. Ese gasto se originó por la baja en la exploración y explotación de crudo, y la consiguiente merma en la refinación de combustible, por parte de las firmas beneficiadas con las concesiones de tiempos menemistas.
Ese déficit es atribuible al conjunto de multinacionales que operan en el rubro, pero especialmente a Repsol-YPF. Es la más importante pues produjo en 2011 el 55,4 por ciento del crudo y el 43,8 por ciento del gas de todo el país. Las producciones no se mantuvieron ni se empinaron sino que fueron disminuyendo. Por caso los 100 millones de barriles de petróleo de 2011 supusieron una baja de 7 millones en cotejo con 2010.
Frente a la tormenta que sopló tan fuerte desde Madrid, la presidenta prefirió barajar y dar de nuevo. Además de sus propias vacilaciones políticas, deben haber pesado las diferencias entre los gobernadores. Es difícil imaginar que sean patriotas reestatizadores y émulos de Mosconi, ciertos personajes de centroderecha como Daniel Peralta, Juan M. Urtubey y Jorge Sapag. A este trío sólo le importan unos millones de pesos más de regalías; si vienen de Repsol, de una nueva YPF, de Bridas o de Petrobrás, les da lo mismo. Cash, contado, esa es su filosofía.
Son imperios
Si Obama con sus sanciones por el CIADI y España con sus brutales amenazas por Repsol han abierto los ojos de muchos argentinos sobre lo que es un imperio, los ingleses lo vienen enseñando hace muchos años con su patoterismo en Malvinas.
Ya debe estar arribando a aguas del Atlántico Sur el moderno destructor HMS Dauntless, que no tiene ni dos años de antigüedad. Con ese arribo, Héctor Timerman reforzó sus argumentos al hablar en una reunión de cancilleres previa a la VI Cumbre delas Américas, en Colombia. Fue al decir que los británicos tienen en Malvinas a un soldado y medio por cada tres habitantes.
Y era obvio que no hablaba de soldados armados sólo con un fusil, sino de una base militar con barcos, aviones, helicópteros, misiles y artillería para que los disparos llegaran, si hay confrontación, hasta el sur de Brasil.
Sin embargo, en esa cumbre es difícil que se incluya el capítulo Malvinas, porque como explicó perfectamente el presidente ecuatoriano en las semanas previas, la presencia de la delegación estadounidense bloquea una definición de ese tipo. En las conversaciones de presidentes y ministros de varios países se mantiene intacta la voluntad de solidaridad con la causa argentina, pero también operan en sentido inverso EE UU y Canadá.
De allí que sean pocas las posibilidades de que haya una definición precisa a favor de la soberanía nacional en las islas, en el documento final. Más aún, como esta diferencia importante de apreciación se repite en otro capítulo de la reunión -la injusta exclusión de Cuba-, se dice que podría directamente no haber Declaración de Cartagena.
También está a la vista quién es el culpable de la discriminación contra la isla socialista: la Casa Blanca de Obama y el Departamento de Estado de Hillary Clinton. Más sencillo: el imperio.
Además tampoco hay acuerdos en el abordaje de la temática de las drogas en la región; algunos países empiezan a considerar la opción de la despenalización y otros persisten en una cerrada negativa.
Tres de los presidentes más progresistas de la zona se ausentaron de Colombia, por distintos motivos: Correa dijo desde febrero que no iría si se dejaba afuera a Cuba; Hugo Chávez adujo su enfermedad y voló a La Habana; y Daniel Ortega, de Nicaragua, tampoco dio el presente.
Esas ausencias tienen una alta justificación, pues estas cumbres tienen una matriz norteamericana, que sólo se resquebrajó en Mar del Plata, en noviembre de 2005. Fuera de ese antecedente valioso, cuando Néstor Kirchner y Chávez le arruinaron el ALCA a George W. Bush, en general estos eventos oscilaron entre la intrascendencia y la capitalización norteamericana y de presidentes alineados con Washington.
Y esto es lo que estaba ocurriendo este fin de semana en el Caribe colombiano. La presidenta argentina, en cambio, fue gustosa de la partida a pesar de que había pocas posibilidades de que las Malvinas estuvieran al tope de la declaración. Su interés político esencial era la reunión bilateral con Obama, el devaluado capo de la mafia norteamericana. Mejor debió quedarse CFK en Olivos, cavilando la mejor estrategia para recuperar YPF.
Fuente original: http://www.laarena.com.ar/opinion-victimas_de_extorsion_de_la_ex__madre_patria__borbonica-73724-111.html