En uno de los pasajes menos conocidos de la obra «La riqueza de las naciones»(1776 ), Adam Smith advierte sobre las verdaderas motivaciones que generalmente se esconden detrás de las propuestas de las asociaciones empresariales en favor del desarrollo económico y social, y recomienda a la sociedad, y en especial a la clase trabajadora, proceder […]
En uno de los pasajes menos conocidos de la obra «La riqueza de las naciones»(1776 ), Adam Smith advierte sobre las verdaderas motivaciones que generalmente se esconden detrás de las propuestas de las asociaciones empresariales en favor del desarrollo económico y social, y recomienda a la sociedad, y en especial a la clase trabajadora, proceder con la mayor desconfianza frente a cualquier propuesta proveniente de esta clase social.
El texto de Adam Smith es el siguiente: «Toda proposición de una nueva ley o de un reglamento de comercio, que proceda de esta clase de personas, deberá analizarse siempre con la mayor desconfianza, y nunca deberá adoptarse como no sea después de un largo y minucioso examen, llevado a cabo con la atención más escrupulosa a la par que desconfiada. Ese orden de proposiciones proviene de una clase de gentes, cuyos intereses no suelen coincidir exactamente con los de la comunidad, y más bien tienden a deslumbrarla y a oprimirla como la experiencia ha demostrado en muchas ocasiones» (FCE, página 241)
De acuerdo a Adam Smith, la clase empresarial aventaja al resto de clases sociales, no sólo porque es la única clase que puede acumular capital sino porque cuenta con el apoyo incondicional de las autoridades civiles y militares al mismo tiempo que dispone del tiempo, de la información y de los recursos necesarios para elaborar propuestas encaminadas a aumentar sus ganancias a costa del bienestar de la sociedad; propuestas que en la mayoría de ocasiones, paradójicamente son implementadas con el apoyo de los sectores que eventualmente saldrán perjudicados en sus salarios o en sus rentas.
¿Cómo es posible que la clase capitalista logre generar apoyos para sus intereses de parte de sectores de la clase trabajadora y/o de sectores que históricamente se han identificado o ubicado en una posición de defensa de los derechos humanos de la clase trabajadora ?. En otra de sus obras, «La teoría de los sentimientos morales» ( 1759) Adam Simith nos proporciona una clave para comprender esta aparente contradicción cuando señala que las clases altas tienen la capacidad de «deslumbrar» a las clases bajas, sentimiento que les conducirá a hacer lo necesario para imitarlas, aun cuando esto suponga ir contra sus propios intereses. Revisando el discurso hegemónico de la clase capitalista salvadoreña este Primero de Mayo no puedo menos que recordar ambos textos de Adam Smith.
En el editorial de una de los principales voceros de la clase capitalista salvadoreña en ocasión del 1º de Mayo se repite una y otra vez lo que clase capitalista espera que piense la clase trabajadora: «Los amigos de los trabajadores son las fábricas, los centros de producción, lo que genera empleo. Y para que existan fábricas, funcionen empresas y haya comercio, se requiere de inversiones, de seguridad jurídica, de una relación estable y franca entre patronos y trabajadores. Las buenas leyes y la estabilidad social contribuyen grandemente al establecimiento de empresas; la conflictividad, la lucha de clases, la prédica del odio, no sólo no genera empleo, sino que destruye los existentes, como sucedió en El Salvador durante la guerra» (EDH, 01.05.12).
En una línea de argumentación similar, uno no de los empresarios capitalistas que más responsabilidad tiene en la destrucción de la Cordillera del Bálsamo, define lo que en su opinión (y seguramente en la opinión de muchos de sus congéneres) es el nuevo escenario de la lucha de clases en El Salvador : «Ahora que se comprende cada vez más claramente que la vida del país no es de derechas o izquierdas, que se trata de democracia, libertades individuales, respeto a las instituciones, funcionamiento de la ley, capacidad y honestidad de los funcionarios, transparencia y respeto al ciudadano. El proceso de exigencia se acelerará y la oposición que enfrentarán los secuestradores de la democracia será cada vez mayor. Los grandes referentes negativos en este momento son el FMLN-GANA, el bloque en el poder». (Castellamos, Rafael «La lucha que viene por la democracia», LPG 01.05.12)
Siguiendo las ideas de Adam Smith, en El Salvador los capitalistas esperan que los trabajadores y trabajadoras piensen y actúen bajo la premisa que los capitalistas son sus amigos, sus aliados para el desarrollo y la democracia, y que piensen que la «institucionalidad democrática» que defienden, es una institucionalidad que no tiene nada que ver con la lucha de clases ni con los intereses económicos de la clases fundamentales, sino que se trata de una institucionalidad que en teoría podría favorecer el bien común, y servir de fundamento para el proyecto histórico de cualquier clase, incluso el proyecto histórico revolucionario de la clase trabajadora.
La mayoría de los intelectuales orgánicos al proyecto histórico de dominación de la clase capitalista salvadoreña que se han manifestado a través de los medios de comunicación este primero de mayo, se han atrevido a declarar que estamos en el país ante el fin de la lucha de clases y han anunciado la sustitución de esta lucha, por una amplia alianza empresarial – laboral contra lo que llaman «la clase política». Esa debería ser la nueva lucha de clases: la clase civil (capitalistas, trabajadores/as, ONGs, Universidades, estudiantes, cuadros técnicos y profesionales) en contra la clase política, de izquierda y de derecha. Más de alguno de estos intelectuales orgánicos ha comparado el movimiento de la clase trabajadora por la jornada de trabajo de las 8 horas de 1886 con la actual lucha actual de Aliados por la Democracia para fortalecer el Estado de Derecho, solo que esta vez, capitalistas y obreros/as estarían uniéndose para romper las cadenas impuestas por los partidos políticos (dejando por supuesto intactas las cadenas impuestas por el Capital).
Parece que Adam Smith tenía razón, la clase capitalista aparentemente está siendo exitosa en su estrategia de deslumbramiento de las clases subalternas para hacerles creer que el enemigo de clase son los partidos políticos (GANA, FMLN, ARENA y demás) y no así la clase capitalista, que ha sido transformada repentinamente (gracias a los aparatos ideológicos de dominación) en el aliado más importante para la construcción del Estado de Derecho que garantizará en el futuro la tutela de los derechos económicos, sociales y culturales . Sin embargo, en algo sí hay que reconocer que tienen la razón: la lucha que lideran ANEP y FUSADES no es una lucha partidaria (su apoyo a ARENA es solo circunstancial) ni tampoco es una lucha que responde a intereses coyunturales o sectoriales. Su lucha sigue siendo por el proyecto histórico de dominación del Capital sobre la clase trabajadora.
Hasta ahora el FMLN ha hecho todo lo posible para alejarse del proyecto de liberación de la clase trabajadora. Su vergonzosa alianza con GANA y su estrategia política instrumental (el fin justifica los medios) los ha llevado a colocarse como un buen ejemplo de la decadencia política de lo que los ideólogos de derecha han dado en llamar «la clase política tradicional». Esto es seguramente y hasta ahora, la mayor contribución del FMLN al proyecto de dominación de la derecha en El Salvador. Sin embargo, su decisión de marchar este primero de mayo y acompañar las demandas de la clase trabajadora, podrían ser una muestra de que las cosas a lo mejor pueden comenzar a cambiar. Esperemos que así suceda por el bien y la unidad de la izquierda en este momento de fortalecimiento y expansión del capitalismo neoliberal.
Julia Evelyn Martínez es profesora de la escuela de economía de la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» (UCA) de El Salvador.
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