En el 2014 celebraremos «El Año Internacional de la Agricultura Familiar» por decreto de las Naciones Unidas. Salomón Salcedo de la FAO explica que «El Año Internacional de la Agricultura Familiar será fundamental para sensibilizar a los gobiernos y a la opinión pública sobre la importancia y la contribución de la agricultura familiar a la […]
En el 2014 celebraremos «El Año Internacional de la Agricultura Familiar» por decreto de las Naciones Unidas. Salomón Salcedo de la FAO explica que «El Año Internacional de la Agricultura Familiar será fundamental para sensibilizar a los gobiernos y a la opinión pública sobre la importancia y la contribución de la agricultura familiar a la seguridad alimentaria y a la producción de alimentos.»
A pesar de este merecido reconocimiento a la importancia de la agricultura campesina y familiar, la realidad alrededor del mundo es que los pequeños agricultores están siendo sistemáticamente acabados por la voracidad del mercado de la economía globalizada que los margina, y por la infiltración de la mentalidad occidental que justifica y defiende esta marginación. Sin embargo, la vida agraria penetra con profundas raíces en las culturas campesinas del mundo y de ahí retoña una fuerte renuencia a desheredar una vida en el campo.
Elías Solís, un joven agricultor del pueblo Maya Ixil de Guatemala define sus raíces agrarias así: «Los jóvenes que ya tienen sus estudios dicen a los demás que trabajar en la agricultura no es bueno; que no tiene futuro. Creo que es bueno tener estudio, pero sin nunca olvidar de la siembra. Nuestros padres nos dicen que nacemos de la tierra y es bueno que la trabajemos. Las oportunidades de trabajo (asalariadas) que nos salen son buenas y hay que aprovecharlas, pero sabemos que no son seguros ni para siempre. Así que no hay que olvidar como usar el azadón por usar el lapicero.»
Parecería que la penetración del pensamiento occidental que ridiculiza y desprecia la vida campesina todavía no ha sido completa. Las infinitas tentaciones del mundo consumista y capitalista todavía no logran erradicar por entero el arraigamiento de las comunidades campesinas a su ética y estilo de vida ancestral.
El tema de la falta de acceso a la tierra, sin embargo, está obstaculizando que la aspiración a una vida campesina con que sueña muchas personas se cumpla. La propiedad privada regida por «la mano invisible» del mercado y el sistema capitalista inevitablemente conduce hacia una abusiva concentración de la tierra. En El Salvador, a pesar de haber ensayado con una pequeña (y mal hecha) reforma agraria en los años 80, hoy en día hay miles de familias sin tierra en las zonas rurales del país. Muchas de las familias que lograron recibir tierras en esta época, por la misma situación de pobreza y marginación, se han visto obligados a vender sus tierras y ahora se juntan a las filas de los numerosos campesinos sin tierra. Estas tierras se pasan a las manos de empresarios de monocultivos, mediofundistas, y algún u otro campesino que «la hizo» en el Norte, todos quienes acumulan grandes extensiones de tierra. El sistema de propiedad privada absoluta siempre dirige hacia la re-concentración de la tierra en manos de los más poderosos de la sociedad.
Para evitar esta concentración de la tierra, consideramos tres opciones:
1) Si seguimos la dirección de la historia, una opción muy probable sería de sufrir una guerra civil cada 50 años para así exigir una nueva reforma agraria para obligar a la oligarquía y los mediofundistas a redistribuir sus tierras acumuladas.
2) Otra posibilidad utópica sería de volver a la radicalidad de la propuesta del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento del Año de Jubileo. Esta propuesta sostuvo que cada 50 años la tierra se volviera a sus dueños originales como especie de arreglo comunitario que frenaba la concentración y aseguraba la justa distribución de la tierra. Lamentablemente, muchos de los que admiran a los antiguos judíos en la sociedad moderna de hoy prefieren enfocarse en unos extraños normas culturales relacionadas con el castigo a los homosexuales en vez de replicar sus revolucionarias prácticas económicas como fue el Año de Jubileo.
3) Otro camino sería de crear, desde las comunidades rurales, alternativas a la propiedad privada absoluta. Este implicaría crear instituciones y prácticas alternativas de tenencia de la tierra que asegurara el acceso a la tierra por los que quieren cultivarla. Ofrecería también una alternativa para evitar la re-concentración de la tierra además de promover el cuidado ecológico del medioambiente.
En el Altiplano Maya de Guatemala, se encuentran unos pueblos que todavía conservan tradicionalmente y legalmente una tenencia comunitaria de la tierra. El pueblo Ixil de Guatemala, como la gran mayoría de los pueblos indígenas del continente, históricamente mantuvieron un sistema comunitario del manejo del territorio. Con la invasión española y las «Bulas de Donación» del Papa Alejandro VI, el territorio Ixil pasó a ser propiedad del Rey de España y así duró hasta la Independencia Centroamericana cuando la tierra se convirtió en propiedad del Estado de Guatemala. No fue hasta la época de la Reforma Liberal de principios del siglo XX cuando los grandes finqueros de café con el beneplácito del gobierno introdujeron el concepto de la propiedad privada como estrategia para adueñarse del territorio del pueblo Ixil. Ante esta oleada de despojo, el pueblo se organizó para obligar el gobierno frenar la privatización de sus tierras ancestrales y titular colectivamente el territorio Ixil. Entonces, desde los comienzos del siglo XX el pueblo Ixil posee comunitariamente su tierra bajo el título del ejido municipal.
El ejido municipal establece que el territorio del municipio de Nebaj (95% Ixil) es de «la municipalidad y sus vecinos.» Hoy, 110 años después de esta titulación colectiva del municipio, el territorio ha sido distribuido entre los más de 80,000 residentes de Nebaj. Sin embargo, la gente solo poseen una escritura que les otorga el «derecho de uso y goce» de la tierra, y no el derecho de posesión.
A pesar de esta tradición comunitaria de la tenencia de la tierra, el territorio Ixil presenta problemas muy parecidos a otros lugares donde existe la propiedad privada absoluta. Como en El Salvador, hay muchas familias sin tierra y una injusta acumulación de tierra por parte de otros. Además, existe la amenaza de las empresas multinacionales energéticas, codiciosas de la riqueza hídrica del pueblo Ixil para la producción y venta de energía hidroeléctrica. Hoy en día en el territorio Ixil hay varias empresas multinacionales que han comenzado a comprar la tierra (o el derecho de uso y goce de un cierto pedazo de tierra a la orilla de los ríos). Esta llegada de las empresas multinacionales y su afán por la tierra y los recursos del pueblo Ixil solo agrava el tema de la concentración de la tierra.
Elias Solís comenta que, «La dificultad más grande es que nosotros los jóvenes no tenemos tierra. Nuestros padres no comparten con nosotros y no tenemos dinero para comprar.»
La infiltración del concepto occidental de la tierra como mercancía que se puede comprar y vender para lucrarse está echando raíces entre los Ixiles. Aunque legalmente nadie posee la tierra, los títulos de uso y goce que se reparten individualmente se comercializan de igual modo como si fueran títulos de propiedad privada. Hoy en día los títulos individuales de uso y goce se cambian de manos seguidamente. No es raro que estos títulos se coloquen como garantía de préstamo en uno de los varios bancos o cooperativas de crédito que llenan las calles del pueblo. Consecuentemente, muchos de estos títulos de uso y goce son embargados por los bancos y cooperativas de crédito al caer en mora, subastados al mayor postor, y así re-concentrados en las manos de los que tienen recursos para comprar.
Solís considera que «Tener el ejido municipal nos ayuda, pero también puede provocar conflicto. Si todos compartimos la idea del ejido como tierra colectiva, funcionaría bien. El problema es que mucha gente ya no entiende lo que es territorio comunitario y piensa que «esta parcela es mía, yo la compré y nadie me va a mandar en mi terreno.» Esta mentalidad va a causarnos conflicto si como jóvenes comenzamos a luchar por el territorio colectivo y para el acceso a la tierra. Nos van a decir que somos comunistas.»
Para jóvenes como Solís que aspiran a una vida agraria, ¿cómo pueden asegurar que tendrán acceso a la tierra? En una región donde hay una tasa de migración que se acerca a los 20% en hombres jóvenes, esta es una pregunta urgente y necesaria.
El reto que enfrenta la juventud Ixil es el mismo reto que enfrenta los numerosos campesinos sin tierra alrededor del mundo. Para asegurar el acceso a la tierra como la condición mínima para una vida campesina con dignidad, hay que crear instituciones y prácticas alternativas que funcionan para los campesinos y no para los caprichos del mercado. Los jóvenes Ixiles, a diferencia de muchos campesinos del mundo, ya tienen una ventaja con el título colectivo del ejido municipal. Si alguien va a tener éxito en generar una alternativa a los dictámenes del mercado, deben de ser ellos.
Ofrecemos tres posibles propuestas para rescatar el significado original del territorio colectivo, re-adecuar el ejido municipal del pueblo Ixil a la realidad de hoy, y permitir el acceso a la tierra para los jóvenes ixiles. Si la tierra es verdaderamente colectiva, entonces sostenemos que los jóvenes ixiles también tienen el derecho de participar en reglar el funcionamiento del sistema del ejido.
Inicialmente, hay que preguntar «¿Que significa «vecino»? La codicia de las empresas multinacionales es una amenaza real que seguirá aumentando año tras año. El territorio Ixil tiene ríos, y los ríos prometen energía. En nuestro mundo de creciente consumo, la demanda energética seguramente seguirá en aumento. Con acuerdos como el Sistema de Integración Eléctrica para América Central (SIEPAC), no cuesta imaginar que centros de alto consumo energético como los Estados Unidos pronto estarán secuestrando la energía de Guatemala para suplir su propia demanda interna. Para evitar eso, el pueblo Ixil debe cuestionar que significa ser «vecino». El título del ejido municipal sostiene que la tierra es propiedad colectiva de «la municipalidad y sus vecinos.» Pero, ¿quien define quien es un vecino? ¿Es posible que una empresa multinacional completamente ajena a la comunidad pueda ser un «vecino»? Si esta empresa abusa de los recursos naturales y siembra la división comunitaria, ¿están actuando como un vecino y cumpliendo el rol del «buen vecino»?
Algunos pueblos rurales y agrarios de los Estados Unidos, a pesar de estar inmerso en el centro del mundo capitalista donde reina la propiedad privada como un dogma irrefutable, conservan comunidades rurales que, en contra de todas las probabilidades, se han mantenido fuertes y coherentes. Aunque no tienen una tradición de tierra colectiva (después de la aniquilación de los pueblos indígenas locales), algunos lugares rurales todavía mantienen un firme sentido de comunidad y tenencia equitativa de la tierra dentro de la comunidad. A través de afirmar y defender los valores del «buen vecino» han logrado nadar en contra de la corriente moderna e industrial para sostener comunidades arraigadas y una vigorosa economía local. En las palabras del campesino y escritor norteamericano Wendell Berry, «una economía verdaderamente local y construida sobre los valores y relaciones del «buen vecino» ofrece a las comunidades concretas una medida de seguridad que no se pueden derivar de una economía nacional o global controlada por personas que, por principio, no tienen ningún compromiso local.» A través de re-definir el concepto de vecino, muchas comunidades agrarias y campesinas de los Estados Unidos han logrado sostenerse aún dentro de la cuna de la propiedad privada.
Para frenar la acumulación de tierras por parte de las grandes empresas multinacionales y otros abusivos propietarios ausentes, los ixiles podrían re-definir el concepto de «vecino» para así limitar quien puede adquirir el derecho de usar la tierra colectiva. Podrían definir, por ejemplo, que vecino es aquel que vive en el territorio y participa en fortalecer la economía local del municipio. La oportunidad de condicionar la definición de «ser un vecino de Nebaj» permitiría evitar la acumulación de tierras «por personas que por principio, no tienen ningún compromiso local.»
Después, es necesario discutir que significa y como se define «el derecho de uso y goce». Según la perspectiva occidental, el derecho de uso y goce sobre la tierra implica la habilidad de especular con la tierra a través de la compra y venta para el enriquecimiento propio. La perspectiva indígena, sin embargo, tiene una percepción muy diferente sobre el alcance del uso y el goce de la tierra que históricamente fue definido por los ciclos agrícolas de la siembra y cosecha, y que además fue regulado por los valores de reciprocidad y complementariedad que caracterizaba su espiritualidad.
Hoy en día, con la diversificación de la economía local que incluye una variedad de pequeños negocios y comercios que complementen la agricultura campesina para representar la economía del pueblo ixil, el término uso y goce podrían extenderse a referir a actividades que promueven el avance y la salud de la economía local. Pero ¿qué hacer con los otros ixiles que han perdido toda conexión con su conocimiento y tradición ancestral, y que han sido completamente dominados por el pensamiento occidental? ¿Qué hacer con los que ven la tierra únicamente como una mercancía para el comercio y el lucro?
Tantos jóvenes ixiles hoy no tienen acceso a la tierra porque otros ixiles con recursos económicos han comprado las tierras disponibles para posteriormente vender a precios exagerados, igual que los bancos y cooperativas de créditos que semanalmente subastan terrenos embargados de los pobres minifundistas que no pudieron pagar las cuotas de un pequeño préstamo.
A través de redefinir el concepto de «uso y goce» y readecuar este concepto hacia una conceptualización más indígena y ancestral, los jóvenes ixiles podrían tener acceso a mucha tierra que hoy en día ha sido secuestrada y acumulada por sus propia gente.
Finalmente, la crisis ecológica que vivimos hoy nos exige preguntar si la Madre Tierra también tiene derechos inherentes que limite las formas de uso y goce de un individuo sobre la tierra. Por ejemplo, ¿debería tener una familia que tiene el derecho de uso y goce de un terreno de bosque virgen el poder de deforestar completamente su parcela para vender la madera? ¿Debería tener una familia el poder de quemar año tras año la tierra antes de la siembra y así desperdiciar la capa fértil del suelo hasta dejarlo completamente infértil? ¿Debería tener un individuo el poder de usar el río que pasa por su terreno como drenaje de sus aguas negras?
Es necesaria considerar la posibilidad de redefinir el concepto de uso y goce para permitir que la Madre Tierra también tenga sus derechos inherentes que deben ser respetados. Esta oportunidad de limitar el alcance del derecho de uso y goce para respetar los derechos de la Tierra es muy concurrente con las culturas indígenas, pero que se ha ido perdiéndose en la medida que avance el sistema occidental que insiste en ver la Naturaleza como un banco de recursos para ser minados y una basurero para recibir los excedentes de nuestro extravagante consumo.
Para reivindicar una vida campesina con dignidad, además de confrontar las infiltraciones de la mentalidad occidental caracterizada por los falsos valores del mercado, también hay que confrontar el tema del acceso y tenencia de la tierra, En el contexto de El Salvador y otros partes de Centroamérica donde no existe una tradición arraigada de territorio comunitario, el reto es de re-construir el sentido de comunidad y las respectivas alternativas institucionales arraigadas en el mismo sentido de comunidad. En el contexto del pueblo Ixil de Guatemala donde el territorio comunitario todavía es una realidad, la infiltración del pensamiento occidental obliga a la juventud de hoy a buscar nuevas formas de hacer valer su derecho colectivo para asegurar su futuro acceso a la tierra.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.