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Entrevista a Mercedes Hernández, presidenta de Asociación de Mujeres de Guatemala

«La violencia en Guatemala sigue siendo una forma de supervivencia»

Fuentes: Rebelión

La Asociación de Mujeres de Guatemala (AMG) aglutina a un colectivo de mujeres que trabajan en Madrid para sensibilizar sobre la violencia feminicida y para convertirse en un altavoz de la realidad guatemalteca y centroamericana. Mercedes Hernández preside esta asociación desde hace cuatro años. Su vocación e implicación por la igualdad y los derechos de […]

La Asociación de Mujeres de Guatemala (AMG) aglutina a un colectivo de mujeres que trabajan en Madrid para sensibilizar sobre la violencia feminicida y para convertirse en un altavoz de la realidad guatemalteca y centroamericana. Mercedes Hernández preside esta asociación desde hace cuatro años. Su vocación e implicación por la igualdad y los derechos de las mujeres le viene de familia, siempre vinculada a los movimientos de desarrollo y apoyo en la comunidad donde vivían, en el área Ixil de Guatemala.

Mercedes nació en El Quiché, una zona donde las acciones bélicas contra la población durante el conflicto armado interno, que duró 36 años en Guatemala (1960-1996), alcanzaron el rango de genocidio. Sobrevive a esta guerra civil y a partir del trabajo que desarrolla en el área Ixil conoce de primera mano los relatos del ensañamiento de la violencia militar contra las mujeres. Precisamente de esta región son las más de 1.700 personas indígenas asesinadas por las que se juzga desde el pasado mes de marzo al ex presidente de Guatemala, Efraín Ríos Montt, acusado de genocidio y crímenes contra la humanidad. Por primera vez en Latinoamérica se sienta en el banquillo nacional por genocidio a un ex jefe de estado. Junto a él, el que fuera jefe de la inteligencia militar, el también general José Mauricio Rodríguez.

Los sentimientos que asaltan a Mercedes mientras sigue de cerca este proceso judicial son ambivalentes. Por un lado, se siente feliz al constatar que la justicia camina cerca y, al mismo tiempo, no puede evitar el dolor que le produce revivir en cada uno de los testimonios, presentados durante más de un mes de juicio, el horror y las atrocidades cometidas.

Sin embargo, la defensa de Ríos Montt está haciendo todo lo posible para que este proceso judicial no siga adelante.

-Se ha suspendido el juicio durante más de 10 días porque la defensa del ex dictador solicitó que se anulara, ¿qué le parecen estas actuaciones?

-Es evidente que existe todo un entramado, en los Tribunales y fuera de ellos, para que el juicio no concluya con una sentencia condenatoria. La oligarquía y el ejército de Guatemala han puesto en marcha todo el andamiaje negacionista para arrasar toda pretensión de justicia (material o simbólica) para las víctimas.

-Pero, estas estrategias de la defensa ¿se basan en fundamentos legales?

-Muchas de las acciones de la estrategia dilatoria son absolutamente legales. La defensa de los militares se ha especializado en urdir trampas procesales que impiden la celeridad del proceso. Es el único camino legal que les queda. Pero su especialidad es precisamente actuar al margen de la Ley. Ya lo demostraron ampliamente asesinando a la población civil desarmada no combatiente.

-Estas «trampas», ¿empañan la transparencia del juicio?

-Definitivamente sí. La defensa de los militares se sabe derrotada penalmente si no triunfan la intimidación y el hostigamiento. Son sus armas favoritas, esas que opacan cualquier atisbo de transparencia.

-Es significativo que aún sin haber concluído el juicio, el presidente de Guatemala Otto Pérez Molina haya afirmado que no hubo genocidio.

-Como actual presidente de Guatemala la obligación de Pérez Molina es respetar, en todos los sentidos, la separación de poderes del Estado. No lo ha hecho. La independencia del poder judicial le merece el mismo respeto que le merecieron las víctimas civiles declaradas el enemigo interno, cuando él era el mayor Tito Arias: ninguno.

-Los más de 30 años que duró el conflicto armado en Guatemala supuso para las mujeres particularmente una violencia extrema y constante.

-Efectivamente, las comisiones de la verdad revelaron que en Guatemala también la violencia sexual contra las mujeres se había utilizado como arma de guerra, como ocurre en todos los conflictos armados. La violencia era sistemática y planificada. El objetivo de este tipo de violencia es causar un daño, en la mayoría de las ocasiones irreparable, a la identidad comunitaria que se asienta sobre la vida y los cuerpos de las mujeres. En el caso del genocidio no sólo se trata de la destrucción material de una población, sino de su capacidad para reproducirse. Era habitual escuchar a los militares decir que iban a acabar con la población maya hasta la semilla, por lo que incluso abrían los vientres de las mujeres para extraer los fetos. Hubo violaciones en las que pelotones enteros de hasta 30 soldados violaban a una mujer. No sólo destruyeron sus órganos reproductivos, también destruyeron, en muchos casos, su proyecto de vida.

-¿Hasta qué punto este daño es irreparable o hay alguna posibilidad de reparación?

-Las mujeres han sufrido durante más de tres décadas los daños y muchas veces un sentimiento de culpabilidad por haber tenido que dejar a sus bebés enterrados en las montañas, fruto del desplazamiento forzado. También han tenido que cargar con el enorme peso de que sus hijos hayan muerto al no poder alimentarlos con leche materna, como consecuencia del trauma y la desnutrición. Hablar de reparación es muy complicado, aún cuando exista una condena, porque el siguiente paso es la reparación, pero cabe preguntarse si es posible reparar un proyecto de vida que se ha dañado tanto. Y respecto a las cifras de la revictimización, es importante tener en cuenta que respecto a la enorme cantidad de mujeres que fueron víctimas, sólo algunos grupos han logrado superar la enorme estigmatización que conlleva los delitos sexuales. Y siempre con el apoyo de las organizaciones de mujeres que han trabajado durante décadas con las sobrevivientes.

-Guatemala está marcada por la presencia que parece irreversible de violencia, ¿se puede relacionar esto con el conflicto armado?

-La violencia que vivimos hoy en Guatemala hunde sus raíces en la violencia de aquellos días y en la impunidad sobre esta violencia, porque se lanzó el mensaje de que todo el mundo podía hacer lo que quisiera, ya que nadie iba a rendir cuentas. Hoy es un país que sin estar en situación de guerra tiene más asesintatos que en Afganistán, con más de 80 personas asesinadas por cada 100 mil habitantes. Se asesina un promedio de 16 personas cada día. La violencia sigue siendo una forma de supervivencia y resolución de cualquier conflicto. Y el femincidio tiene uno de sus puntos más álgidos durante el conflicto armado, cuando en el año 1982 los homicidios de hombres descienden frente al ascenso del de las mujeres. Esto confirma la idea de que el genocidio para consolidarse atraviesa los cuerpos de las mujeres porque impide la capacidad reproductiva del grupo.

-El feminicidio se define básicamente como el asesinato de mujeres por el hecho de ser mujeres, ¿por qué es tan importante diferenciarlo de otro tipo de homicidios?

-La realidad requiere de un tratamiento diferenciado y una terminología propia para los asesinatos de mujeres. No se puede seguir llamando simplemente homicida a un hombre que asesina a mujeres. Los homicidas de mujeres tienen que recibir simplemente un nombre, son femicidas. Nombrar el asesinato de mujeres como feminicidio también nos permite ubicar (simbólica y mentalmente) a los perpetradores. Respecto a la clasificación de los feminicidios: hay un determinado tipo de delitos que, clasificados adecuadamente, podrían considerarse crímenes de derecho internacional. Si esa tipología de violencia feminicida fuese equiparable, por ejemplo, a los crímenes de lesa humanidad -o mejor aún, si conseguimos que el feminicidio sea un tipo penal autónomo como el aparthaid- se podría aplicar el principio de jurisdicción universal que haría que los crímenes fueran perseguibles en cualquier lugar del mundo, sin importar la nacionalidad de la víctima o la del perpetrador o donde fuereon cometidos delitos. También, serían crímenes inamnistiables, inindultables e imprescriptibles.

-¿De dónde procede el término y por qué sólo se utiliza en América Latina?

-El término feminicidio es una aportación que el feminismo latinoamericano ha dotado de contenido, aunque su origen está en la voz inglesa femicide. Se asentó en los países lationamericanos desde hace algo más de una década como una categoría de análisis. Como delito se comienza a tipificar e incluir en las legislaciones desde hace más de 5 años. Aunque es Latinoamérica la que dota de contenido el feminicidio, no significa que sea una realidad única de América Latina. Por ejemplo, en España hay feminicidio en la actualidad, generalmente, en el ámbito de la pareja. Sin embargo, suele haber grandes resistencias a usar términos que han nacido en el seno de estratos sociales que se consideran inferiores. Algo que tiene mucho que ver con el eurocentrismo. La declaración de Viena de 2012, del Consejo Académico de Naciones Unidas, habla del feminicidio como una crisis global.

-Una parte importante del trabajo que lleva a cabo la Asociación de Mujeres de Guatemela se relaciona con el feminicidio.

-Sí, nuestro objetivo es incidir y sensibilizar sobre la violencia feminicida, especialmente en determinadas manifestaciones, como la trata. Por ejemplo, en los casos de las mujeres que son convertidas en mercancía en el corredor de narcotráfico. Nuestra labor principal es conventirnos en un altavoz de la realidad guatemalteca y centroamericana, trasladando información a los distintos agentes de organizaciones de cooperación de España y de Europa para que mantengan el vínculo con Guatemala (boletines informativos, mesas redondas, seminarios…). También trabajamos con las mujeres que llegaron como inmigrantes a España.

-¿Qué objetivo destacaría de los conseguidos hasta ahora?

-Arrebatarle vidas a los asesinos de mujeres.

-Y una de las máximas aspiraciones que persiguen.

-Uno de los sueños que tenemos es dejar de estar en el limbo. Ya no somos de Guatemala para las de allá, y para las de aquí somos extranjeras. Estamos en un limbo permanente, que a veces es muy enriquecedor. Pero, otras veces es como encontrarte en un isla. Una costa está vigilada y la otra también, es como no pertenecer a ningún lugar. Aunque de alguna manera también nos sentimos ciudadanas del mundo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.