Parece evidente que el golpe de Estado constitucional que desalojó a Fernando Lugo del gobierno, forma parte de la disputa geopolítica y geoestratégica en que está inmersa la región sudamericana. A grandes rasgos esa disputa incluye tres grandes intereses nacionales y corporativos contrapuestos: Estados Unidos, China y Brasil. No se trata de una disputa lineal […]
Parece evidente que el golpe de Estado constitucional que desalojó a Fernando Lugo del gobierno, forma parte de la disputa geopolítica y geoestratégica en que está inmersa la región sudamericana. A grandes rasgos esa disputa incluye tres grandes intereses nacionales y corporativos contrapuestos: Estados Unidos, China y Brasil. No se trata de una disputa lineal sino compleja e intrincada que combina enfrentamientos con acuerdos, tensiones y alianzas, con la intervención de Estados, empresas multinacionales y movimientos antisistémicos, por mencionar sólo a los principales contendientes.
En este escenario cada suceso puede favorecer a corto plazo a uno de los actores, o a dos, pero los favorecidos y perjudicados no lo son en los mismos términos. Así, puede decir que el desplazamiento de Lugo perjudicó los intereses regionales de Brasil y a los movimientos populares, aunque es evidente que éstos son los más perjudicados y que la potencia verdeamarelha tiene una larga experiencia de colaboración con el Partido Colorado, incluso bajo el gobierno de Lula. Del mismo modo, puede decirse que las multinacionales de Norte son las grandes beneficiarias del golpe, al que están sacando tanto partido como el gobierno de Barack Obama. China, por ahora, no parece verse afectada en ningún sentido por los cambios recientes.
Lo anterior no quiere decir, en modo alguno, que los estados y las grandes empresas jueguen partidas diferentes. Sin embargo, no pueden reducirse los intereses de unos a los de otras, y viceversa. No hace falta explicar porqué el movimiento popular paraguayo es el gran perdedor.
El otro gran perdedor es Brasil y, con él, la integración regional. Washington está jugando dos batallas simultáneas en la región: rodear a Brasil tanto de gobiernos adversos como de dispositivos militares y potenciar la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile). Los estrategas de la superpotencia saben muy bien que para dilatar su inevitable decadencia como superpoder global deben conservar el dominio sobre el patio trasero e impedir que emerjan competidores capaces de eclipsar su poder. Brasil y una región integrada son un enemigo potencial que buscan neutralizar. Ambas jugadas apuntan al mismo objetivo y Paraguay es una de las tres piezas necesarias para ello. La contraofensiva imperial se completa con la desestabilización de Venezuela y Argentina, los dos aliados estratégicos claves para Brasil.
Veamos los dos aspectos. Brasil no puede afirmarse como potencia sin el apoyo y la integración de la región sudamericana. En ese proceso la creación de la Unasur ha sido un paso decisivo, con la integración de la IIRSA (Iniciativa para la Infraestructura de la Región Suramericana) en su seno, rebautizada como COSIPLAN, y la creación del Consejo Suramericano de Defensa. Rodear al gigantesco país emergente de bases militares, desde Panamá y Colombia hasta el sur, es un paso tan necesario como impulsar conflictos en sus fronteras con la esperanza de instituir regímenes aliados a Washington.
La Alianza del Pacífico consigue unir en un mismo paraguas a los países que ya tienen un TLC con Estados Unidos para ofrecer una «respuesta» a la integración regional. Esos países se pueden beneficiar de cierto dinamismo de las exportaciones, en particular minerías e hidrocarburos, de fuertes inversiones en esos sectores y del fortalecimiento de las elites locales tradicionales, a cambio de engramparse por largo tiempo como exportadores de materias primas aplazando indefinidamente su industrialización.
Los tres países necesarios, desde un punto de vista geopolítico, para aislar a Brasil y romper la integración regional son Paraguay, Perú y Uruguay. En los tres tiene sus ojos puestos la política exterior estadounidense. Perú es un espacio decisivo porque es la salida al Pacífico de Brasil. Uruguay va a construir el puerto sobre el Atlántico más cercano a las reservas petrolíferas marinas de Brasil, donde puede recalar la IV Flota. La historia de Paraguay muestra porqué es la tercera pata de una vasta plataforma para impedir el crecimiento de Brasil y frustrar la integración.
La reacción del Mercosur al desplazamiento de Lugo, incorporando a Venezuela primero y luego a Bolivia y Ecuador, muestra que en el ajedrez regional cada acción tiene su correspondiente réplica. Pero lo fundamental en este momento, es comprender que los conflictos entre estados regionales y globales se procesan siempre a través de actores internos: en rigor, Lugo cayó por la intensa presión de los colorados dirigidos por Horacio Cartés. Sin duda contaron con apoyo exterior, pero en modo alguno son marionetas que siguen el libreto que otros les marcan. Tienen intereses propios. Por eso el futuro estará marcado por lo que sean capaces de hacer los campesinos y los sectores populares, los principales perjudicados en el nuevo escenario.
El presente artículo es una colaboración especial para Viento Fuerte