Según unos sondeos de opinión de febrero de 2014 («Deutschlandtrend»), la mayoría de la población alemana está en contra de incrementar las intervenciones del ejército federal (Bundeswehr) en guerras extranjeras, por mucho que sean declaradas «humanitarias». El 45 % piensa incluso que el Bundeswehr ya participa excesivamente en intervenciones militares, mientras que el 30 % […]
Según unos sondeos de opinión de febrero de 2014 («Deutschlandtrend»), la mayoría de la población alemana está en contra de incrementar las intervenciones del ejército federal (Bundeswehr) en guerras extranjeras, por mucho que sean declaradas «humanitarias». El 45 % piensa incluso que el Bundeswehr ya participa excesivamente en intervenciones militares, mientras que el 30 % considera que con lo que hay ahora ya es suficiente. Únicamente un 22 % de los alemanes están a favor de un mayor intervencionismo del Bundeswehr en países extranjeros de «fuera de la zona». A esto hay que añadir que la constitución alemana solo asigna misiones defensivas al ejército. Los políticos del régimen se la pasan por el forro, del mismo modo que lo hacen con la opinión de la mayoría de la población. Desde los años 90, todas las fuerzas representadas en el parlamento federal (Bundestag), salvo el partido Die Linke (La Izquierda), intentan hacer pasar por «normal» la participación del Bundeswehr en las incursiones guerreras de Occidente. Y el Bundeswehr está sometido a una reforma sistemática con vistas a capacitarlo para responder a las necesidades de este tipo de actividad, lo que incluye el paso de un ejército de conscripción a un ejército profesional bajo el gobierno encabezado por Angela Merkel en coalición con los liberales del FDP.
La «gran coalición», encabezada asimismo por Angela Merkel, pero ahora formada por los conservadores democristianos de la CDU/CSU y los socialdemócratas del SPD, tras las últimas elecciones federales, quiere reforzar esta tendencia. Para lograr que la población acepte de buena gana este propósito, la ministra de defensa, Ursula von der Leyen, anuncia que el Bundeswehr tratará de conciliar mejor las necesidades familiares de sus guerreros y guerreras y mejorar su imagen en la sociedad: hay que instalar guarderías para los hijos de los y las soldados e instaurar horarios de servicio compatibles con el cuidado de los hijos, y hace falta que el Bundeswehr esté más presente en las universidades y las escuelas para potenciar su labor de propaganda. El presidente de la República, Joachim Gauck, reivindicó la «nueva responsabilidad» de Alemania en el plano internacional con motivo de la Conferencia de Seguridad de Múnich en febrero de 2014. Aunque llueve sobre mojado, pues en octubre de 2013 ya dijo lo mismo en un discurso público pronunciado en Stuttgart.
De hecho esta cantinela se viene oyendo desde la década de 1990. Volker Rühe, de la CDU, exministro de Defensa en el gobierno de Helmut Kohl hasta 1992, escribió un libro en 1994 titulado «Deutschlands Verantwortung» (La responsabilidad de Alemania), en el que dijo lo siguiente: «Pero al mismo tiempo hemos de asumir nuestras nuevas responsabilidades. Nuestro país ocupa, en virtud de su peso político y económico, una posición clave en el desarrollo de las estructuras europeas.» Es cierto que actualmente Alemania lleva la batuta a la hora de imponer una austeridad salvaje a los países económicamente más débiles de la Unión Europea (UE), de tumbar a gobiernos que no se someten suficientemente o con la celeridad suficiente a los dictados de la Troika y de privar a los parlamentos y los gobiernos de estos países de toda soberanía de decisión, sobre todo en materia presupuestaria.
Formar parte del club de los amos
De acuerdo con el Derecho internacional y con su propia identidad formulada oficialmente, la República Federal de Alemania, el Estado alemán actual, se sitúa en la continuidad del Tercer Reich gobernado por Adolf Hitler, responsable de las hecatombes y masacres de la Segunda Guerra Mundial y de la aniquilación de seis millones de víctimas judías en Europa. Durante décadas se daba por hecho que nunca más debería haber una guerra impulsada por Alemania, salvo en todo caso para defender a la población alemana frente a una eventual agresión militar. Ahora esto ya no cuenta. La política oficial del gobierno pretende deshacerse completamente del pasado nazi, considerado un obstáculo en el camino de asumir el papel dirigente que trata de desempeñar a escala internacional. Cuando Die Linke preguntó recientemente en el Bundestag qué pensaba hacer el gobierno para resarcir al pueblo griego de las masacres cometidas en Grecia por las tropas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial y de las riquezas robadas a Grecia por los alemanes en la época nazi, la respuesta fue que «65 años después de los conflictos bélicos ya no puede haber reparaciones, sería un caso sin precedentes«. Este es el tipo de cinismo arrogante de personas que defienden el «derecho» del Estado alemán a formar parte del club exclusivo de los amos de mundo.
Al decir del cura retirado y presidente alemán en activo, Joachim Gauck, en su intervención en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el problema que hay que resolver radica en las exageraciones de los pacifistas dogmáticos: «Junto a los pacifistas sinceros hay en nuestro país otros que se sirven de la culpabilidad histórica de Alemania para ocultar su falta de realismo y su comodidad de espíritu… De este modo, esta actitud puede servirles para autoatribuirse privilegios.» Está claro: en un mundo en que todos se matan entre sí, ¡uno no puede abstenerse de participar! Si en alguna parte del mundo pisotean los derechos humanos, nuestro deber como alemanes es intervenir con las armas: «El principio de soberanía de los Estados y el de la no intervención en los asuntos internos no deben convertir en intocables a los regímenes violentos.» Pues bien, si declaramos la guerra a todos los regímenes considerados violentos y despóticos, pronto tendremos a tercera guerra mundial…
¿Derecho humano al imperialismo?
¿Por qué Alemania habría de desempeñar un papel particular? Gauck responde: «Alemania está tan profundamente compenetrada con el mundo como pocos Estados. Por consiguiente, Alemania goza especialmente de un régimen abierto al mundo. Es por tanto más vulnerable a las perturbaciones en el seno de sistema… Así que Alemania, en el futuro, tendrá que intervenir más rápidamente, de forma más decidida y sustancial.» Conviene señalar que este tipo de reflexiones pueden servir muy bien para justificar las guerras preventivas. Si reflexionamos sobre el caso de Ucrania, en el que la clase política y los medios presentan a Rusia como agresor cuando es Occidente el que ha extendido continuamente su terreno de influencia y la presencia de la OTAN hacia el este, hacia las fronteras de Rusia, y que ha sido la UE la que ha intervenido abiertamente en el movimiento de masas en Ucrania para imponerse (con el apoyo de la OTAN y de miles de millones de euros) como potencia hegemónica rival de Rusia, no estamos muy lejos de la idea de las guerras preventivas. Sin embargo, como escribió nuestro llorado camarada Jakob Moneta contra quienes trataban en 1990 de desvirtuar el orgulloso lema del movimiento de masas en la RDA de «somos el pueblo» al grito lamentable de «somos un pueblo»: «No existe el derecho humano al imperialismo«, ni estadounidense, ni europeo, ni alemán, ni tampoco ruso.
La reivindicación de la «nueva responsabilidad» de Alemania para «la estabilidad del sistema global» (Frank-Walter Steinmeier, ministro de asuntos extranjeros, SPD) es común en las filas de los coaligados. Los socialdemócratas no se oponen a él de ninguna forma. Esta reivindicación está en línea con la lógica política de los gobiernos «roji-verde» del SPD y los Verdes bajo Gerhard Schröder. Va de la mano junto a la consolidación de la industria de armamento, no sólo en función de los beneficios generados por la exportación de armas (pese a que la legislación alemana prohíbe la exportación de armas hacia las regiones en las que se desarrollan conflictos militares incluso las armas químicas del régimen de Assad en Siria, por ejemplo, provienen en gran medida de Alemania, encargada ahora a destruir una parte de ellas) sino también para armar mejor al Bundeswehr. Porque, según el gobierno Merkel, éste debe dotarse de drones modernos y tiene que formar parte del despliegue de cohetes de la OTAN para defenderse de las presuntas agresiones por parte de Rusia. ¡Hola nueva guerra fría! Y el presupuesto militar es la única partida del presupuesto exenta de reducción en la Alemania actual.
La orientación del actual gobierno de «Gran Coalición» en política exterior no es el fruto del azar. Como de costumbre, detrás existe el trabajo de los «think tnak» capaces de orientar a los políticos. En este caso, se trata de un texto de estrategia publicado el 16 de octubre de 2013 por dos fundaciones, la Stiftung Wissenschaft und Politik (SWP, Donation Science et Politique) financiada por el erario público aleman y la German Marshall Fund (GMF, Fondation Marshall Allemande) financiada por dinero estadounidense. (Ver : http://www.swp-berlin.org/fileadmin/contents/products/projekt_papiere/DeutAussenSicherhpol_SWP_GMF_2013.pdf).
El texto lleva por título «Neue Macht, neue Verantwortung. Elemente einer deutschen Außen- und Sicherheitspolitik für eine Welt im Umbruch» («Nuevo poder, nueva responsabilidad. Elementos para una política exterior y de seguridad alemana en un mundo cambiante»). En su elaboración participaron algunas personalidades importantes en nombre, por ejemplo, de asociaciones patronales, Dr. Tobias Raffel, Roland Berger de la School of Strategy and Economics, de Dimler Benz o de Amnistía Internacional, si bien la firma del documento sólo les compromete a ellas y no a las organizaciones a las que pertenecen. Pero también participaron representantes de todos los partidos con representación en el Bundestag, entre ellos Die Linke. Razón por que todas no las convicciones expresadas en el texto de estrategia hacían unanimidad; una minoría sólo quería aceptar la participación de la Bundeswehr en intervenciones militares en caso de darse bajo mandato de la ONU, mientras que el texto se pronuncia a favor, también, de llamadas intervenciones militares «humanitarias sin autorización del Consejo de Seguridad de la ONU» (pág. 41)
El enemigo no atacará nuestras fronteras
¿Esta nueva orientación evoca el periodo anterior a la Primera Guerra Mundial, cuando los belicistas arrastraron al movimiento obrero social-demócrata a la carnicería imperialista, pretendidamente para defender la civilización alemana contra la barbarie del zarismo ruso? Inge Höger, diputado en el Bundestaf y militante del ala anticapitalista de Die Linke ya lo dijo: «Las palabras del presidente de la federación, Joachim Gauck, y las del ministros de asuntos extranjeros, Frank Walter Steinmeier (SPD), recuerdan fatalmente el redoble de tambores del Emperador alemán Guillermo II en vísperas de la Primera Guerra Mundial.»
Evidentemente, hay diferencia importantes entre la Alemania de 1914 y la de 2014. La estrategia de los autores del texto de esas dos fundaciones, así como las declaraciones de los políticos que secundan su orientación, habla del papel importante e incluso dirigente de Alemania, pero sólo en el marco de los países occidentales, en el marco de la ONU, la OTAN y de la UE. He aquí un pasaje característico del texto: «Su historia, su situación, y más aún su fuerza económica actual dan (a Alemania)… una responsabilidad específica en la preservación y futuro desarrollo de la UE. Alemania deberá actuar más a menudo y de forma más decidida, pero sólo en función de objetivos comunes por y junto al resto de los Estados miembros.» (pág. 20). Ahora bien, el texto no se limita sólo al papel de Alemania en el seno de la UE: en comparación a 1992, «Alemania se encuentra en una situación nueva, porque ahora también ella forma parte de los actores globales. Lo que no era el caso antes… El creciente peso de Alemania le da nuevas posibilidades de influencia. Esta es, también, una razón para ajustar la medida de sus relaciones internacionales.» (pág. 30) Y de ese modo, Alemania reclama su «derecho» a tener una voz propia en todos los asuntos planetarios que, por otra parte, abarca a su campaña de largo aliento para convertirse en miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.
Pero las diferencias con 1914 no significa que no haya analogías. Al igual que hasta julio de 1914, en Alemania casi nadie cree vivir en un Estado en guerra, incluso cuando se dan intervenciones del Bundeswehr en determinado número de países. Casi nadie piensa que Alemania se encuentra ante conflictos militares importantes. Como antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, se invierte mucho dinero en armamento. Ahora, el enemigo señalado son los Estados que podrían perturbar el «orden abierto», caro al Oeste, lo que en un momento dado y tras un juicio de oportunidad política terminará por designar un enemigo concreto; un enemigo que no atacará las fronteras de Alemania pero que, en revancha, será acusado de fechorías diversas y de no ajustarse a las reglas definidas por las potencias occidentales.
4/04/2014
Nota:
Para este documento me he basado fundamentalmente me he baso en dos artículo aparecidos en Alemania. Ver r Angela Klein : » Neuer deutscher Militarismus » (Nouveau militarisme allemand), SoZ 3/mars 2014, p.2 http://www.sozonline.de/wp-admin/post.php?post=9471&action=edit y Uli Cremer: » Neue Verantwortung : Deutschland fordert die Kapitänsbinde » (Nouvelle responsabilité: L’Allemagne réclame la banderole du capitaine), Sozialismus 3/mars 2014, p.14-17 http://www.Sozialismus.de.
Manuel Kellner forma parte de la internationale sozialistische linke (isl, izquierda socialista internacional), una de las dos organizaciones de la IV Internacional en Alemania, y es redactor de Sozialistische Zeitung (SoZ, Journal Socialiste).
Traducción: VIENTO SUR