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Ucrania

No es momento de alegrarse por las desgracias ajenas

Fuentes: Liva

Traducido del ruso por Carlos Valmaseda

El que Piotr Simonenko renunciase finalmente a presentarse a las elecciones presidenciales en Ucrania produjo una indescriptible perplejidad entre muchos militantes y simpatizantes «de base» del Partido Comunista de Ucrania. Aunque literalmente en los primeros días de la revuelta de febrero en Kiev precisamente el KPU fue objeto de una persecución abierta y brutal por parte de militantes ultraderechistas cuyas acciones de pogromo fueron abiertamente patrocinadas por el nuevo régimen.

Los neonazis ocuparon y destruyeron las oficinas del partido en Kiev -y el edificio del Comité Central del KPU se convirtió en el cuartel general de uno de los grupos fascistas más odiosos del país, que llevó a cabo abiertamente su raid de conquista-. «Guerra a la luz y a la bondad» dijeron burlándose ante los periodistas sobre símbolos comunistas, rompieron sobre el asfalto bustos de Lenin, quemaron libros y banderas rojas tomados de las oficinas. La bandera de partido del KPU la llevaron solemnemente al Maidán, donde los militantes propusieron a los transeuntes limpiarse con ella los pies. Los datos personales de los activistas del partido, tomados en el edificio del CC, cayeron en manos de los nazis, que los colgaron en las redes sociales proponiendo represaliar a esta gente -entre los que se encontraban mujeres embarazadas y madres de niños de pecho-.

La misma suerte corrieron las oficinas del KPU en Robno, Lutske y otras ciudades del oeste de Ucrania, donde se secuestró a algunos komsomolets que milagrosamente consiguieron salvar su vida. En las ciudades de la Ucrania central los derechistas rompieron las ventanas de los comunistas, y el intento de realizar en Kiev, en la calle Gogolevski, un piquete de agitación de partidarios del partido terminó en un momento con el ataque a sus participantes, sobre los que cayeron militantes del Sector de Derechas llegados del Maidán. Cuando, bajo la presión del Europarlamento, se les pidió amablemente a los nazis que abandonasen el CC del KPU estos simplemente quemaron el edificio -como había sido anteriormente quemada la casa en el campo de uno de los miembros de la familia de Piotr Simonenko-. También les tocó a los diputados de la Rada Suprema de la fracción parlamentaria comunista, desde hacía mucho acostumbrados a una vida satisfecha, mesurada y tranquilamente conciliadora. Ya en los accesos al edificio del parlamento los recibieron los silbidos y los gritos ofensivos, intentando lanzarles botellas y piedras. Algo parecido sucedió en el mismo parlamento, donde atacaron incesantemente en los pasillos a los diputados del KPU tanto los diputados de Svoboda y Batkivshchina como los periodistas «europeos». A menudo les quitaron la palabra y los líderes del régimen derechista hablaron abiertamente de prohibir el Partido Comunista y liquidar su grupo parlamentario -un tema de máxima actualidad-. Realmente, al controlar Svoboda la fiscalía general y encabezando el padrino de Yarosh la SBU pronto empezaron a preparar la prohibición legislativa del KPU, empezando abiertamente a organizar un juicio a los «agentes criminales de la ideología comunista».

Es sorprendente, pero a pesar de esta atmósfera de persecución brutal Piotr Simonenko se negaba tozudamente a retirarse de las elecciones -aunque esto era lo que exigían numerosos militantes del partido, pensando no sin motivo que su líder de alguna manera ayuda de esta forma a legitimar las «elecciones sangrientas» de mayo-. Pero cuando el parlamento se lanzó al cuello de los diputados del KPU en la sala de sesiones, quitándoles el derecho a participar en la sesión a puerta cerrada de la Rada Suprema, algunos diputados se rebelaron, llamando directamente a los colegas del grupo parlamentario a abandonar su mandato y no participar más en la farsa antidemocrática que cínicamente se denomina hoy «parlamentarismo ucraniano». Pero Simonenko abandonó las elecciones solo cuando casi lo linchan tras una intervención retransmitida en directo en Kiev.

Ante todo esto, la posición de los líderes del KPU provocó el descontento en las regiones del Sur-Este -allí donde tradicionalmente se concentró el grueso de la base electoral del partido-. Les reprocharon una participación activa insuficiente en las protestas contra el régimen de Kiev, criticaron su poco mordiente y cobarde oportunismo y no se cansaron de preguntar por qué la dirección del partido se encuentra bajo la cúpula parlamentaria -y no allí donde se lleva a cabo la lucha por la que les votó la gente hace dos años-. Aumentó también la crítica interna. Muchos militantes se preguntaron sobre quién debe recaer la responsabilidad por lo que ha sucedido con el partido y el país y por qué los líderes, bajo cuyo liderazgo el KPU sufrió una drástico viaje hacia abajo -del estatus del partido más popular y masivo de Ucrania a su actual situación humillante-, ¿no incurren en responsabilidad alguna al seguir permanentemente bajo su mando?

A estas justas críticas por parte de una serie de militantes del KPU se deben añadir otras muchas, recordando como en su momento los líderes del partido repudiaron totalmente la ideología que les da nombre y perdieron completamente su vínculo con la clase obrera, cuyo interés deberían expresar. Como barrieron del partido a gente honesta, con ideales, activista pero que planteaban preguntas incómodas, acumulando responsabilidades, capitales y puestos estatales. E intercambiaron por esta sopa grasienta de lentejas su anterior confianza de las masas. Sin embargo, la situación en la que se encuentra hoy el país y las persecuciones del régimen de derechas contra los izquierdistas ucranianos en ningún caso dispone a la menor alegría por las desgracias que oprimen hoy al partido comunista. El juicio al KPU que organizan los nazis y los neoliberales será sin ninguna duda un juicio a toda la ideología de izquierdas, a la que quieren prohibir y arrojar de una vez por todas de la política ucraniana. Las banderas rojas con la hoz y el martillo serán arrancadas y quemadas sin que importe que se vea en ellas el símbolo del Partido Comunista o de cualquier otro grupo de izquierda. Los locales de otros grupos de izquierda también sufren pogromos, también sufren cacheos, golpean a nuestros militantes en la calle junto a miembros del KPU. El vandalismo sobre los monumentos de la izquierda -demolición de estatuas de Lenin, Marx, de los memoriales a los caídos en la lucha revolucionaria y en la lucha contra el fascismo, o la profanación por parte de los derechistas del lugar de inhumación de los obreros caídos en la fábrica «Arsenal», esto no es propiedad de Simonenko sino herencia común y un dolor común de todos los izquierdistas.

Sería miope no entender que el eco de la represión contra el KPU se vuelve contra todos los militantes de izquierda -incluyendo aquellos que criticaron continuamente a Simonenko y la política absolutamente no comunista de su partido-. La destrucción del Partido Comunista de iure lleva a la clandestinidad a todo el movimiento de izquierdas, donde de hecho ya se encuentra. Esto es un precedente para la fiera persecución de todo aquel que comparte una visión antifascista y socialista. Y no puedes justificarte ante jueces y participantes en pogromos diciendo que tú siempre criticaste la política del KPU.

Es evidente que el país se está deslizando a una dictadura sangrienta de los politicastros de derechas quienes hace cien años desataron en Ucrania una guerra civil contra su propio pueblo. Y ahora necesitamos la solidaridad más amplia con aquellos que sufren la represión de los derechistas -incluyendo a los militantes honestos del Partido Comunista-.

Para que el año 2014 no sea para todos un nuevo 1933.

Fuente: http://liva.com.ua/ne-vremya-dlya-zloradstva.html