La reforma que está a punto de caer sobre el mercado laboral de Italia tiene un nombre inglés: JobsAct. No podía ser de otra manera, ya que su promotor, el primer ministro Matteo Renzi, siempre ha dicho que el modelo para su programa de «renovacion» de la socialdemocracia italiana es Tony Blair. Al igual que […]
La reforma que está a punto de caer sobre el mercado laboral de Italia tiene un nombre inglés: JobsAct. No podía ser de otra manera, ya que su promotor, el primer ministro Matteo Renzi, siempre ha dicho que el modelo para su programa de «renovacion» de la socialdemocracia italiana es Tony Blair.
Al igual que las medidas adoptadas por su modelo anglosajón, las reformas que el líder del Partido Demócrata (PD) se dispone a implementar tienen un claro tinte neoliberal. El mercado de trabajo será su primer banco de prueba: Renzi piensa ir más allá de lo que ya hizo el Ejecutivo tecnócrata de Mario Monti, que instauró el despido exprés: el joven líder que se hizo con el mando del Gobierno el pasado febrero apunta a un modelo de extrema precarización que ya están experimentando otros países como España. «Éste es el cambio que necesita la izquierda», dijo Renzi hace algunos meses, alabando la reforma laboral de Mariano Rajoy. Así que, nada más tomar el control del Gobierno en febrero, el flamante primer ministro aprobó una medida indicadora de lo que podría pasar en los próximos meses: el fin del límite que los tecnócratas -por compensar su reforma- habían puesto a la renovación de los contratos por tiempo determinado.
Los próximos pasos de Renzi prevén la introducción de un «contrato de inserción», es decir una forma única para todos los trabajadores de menos de 30 años, con despido libre y barato en los primeros años de trabajo. La justificación siempre es la misma: precarizar a los trabajadores ayuda a que las empresas contraten a más gente. Y si las reformas anteriores nunca tuvieron efectos -explican los economistas cercanos al Gobierno italiano- es porque no eran lo suficientemente liberales.
En Italia, la introducción de nuevas formas contractuales a partir de los 90 ha creado un dualismo problemático: por un lado, los convenios basados en el Estatuto de los Trabajadores de 1969 ponen límites estrictos al despido; por otro, se ha producido una marea de contratos basura, cuyas víctimas son sobre todo los jovenes.
«Reformas radicales»
Según las últimas encuestas de Eurostat, la población italiana de más de 50 años tiene muchas más posibilidades de conservar su empleo, mientras la crisis ha arrojado al paro a 1,8 millones de trabajadores entre 15 y 34 años. Despedir a jóvenes sigue siendo más fácil y barato.
Esta situación ha fomentado un conflicto generacional, sin que las grandes centrales sindicales -que nunca se han enfrentado con seriedad al problema de los contratos basura- hagan nada al respecto. El único momento de confrontación de los sindicatos con el Gobierno durante los últimos dos años ha sido para defender a los esodati, es decir, a los trabajadores a punto de jubilarse que, por las reformas de Mario Monti, se han encontrado sin trabajo ni pensión.
En una situación como ésta, el joven líder Renzi -que con 38 años se presenta como el abanderado de la renovación generacional del país- lo tiene fácil para tachar de conservadora cualquier defensa de las normas vigentes. Una estrategia que parece funcionar, ya que, con sus promesas de «reformas radicales», el primer ministro ha cosechado para su partido un 40,8% de los votos en las elecciones europeas, un resultado que ningún partido había conseguido en las ultimas décadas. Es más, Renzi se ha convertido en el primer ministro con más éxito de Europa, incluso por delante de la canciller alemana Angela Merkel. Y ahora se prepara a utilizar este resultado para profundizar en su agenda de reformas neoliberales, dejando bien claro que es él ahora quien tiene la sartén por el mango.
La reforma laboral será su banco de pruebas. Y los sindicatos -empezando por CGIL, la central sindical mayoritaria, cercana al PD- no tienen previsto llevar su rechazo a la reforma demasiado lejos.
La única oposición a los planes del primer ministro viene de los movimientos sociales. En Milán, con ocasión del MayDay, se celebraron a comienzos de mayo tres días de debates alrededor de la Exposición Universal de 2015 que la ciudad está organizando y que el Gobierno utiliza como laboratorio para impulsar cambios en el mercado laboral.
«Cuando falta menos de un año para su inauguración, la Expo está mostrando lo que es en realidad: una gran jaula para los precarios, que serán recluidos y subyugados durante meses en el nombre de beneficios indiscriminados, rentas y especulacion», recita la convocatoria de la iniciativa NoExpoDays. «En este contexto -continúa el texto- ha llegado finalmente el bobalicón Renzi, el verdadero jefe de los payasos de este circo grotesco y peligroso. Con su JobsAct quiere extender a todos los trabajadores del país las condiciones de trabajo que su antecesor Letta había creado exclusivamente para la Expo».
Sólo hace falta ver si en los próximos meses, tras la aprobación de la JobsAct, los electores y los trabajadores italianos seguirán en su luna de miel con Renzi. O si los efectos de la reforma neoliberal pasarán factura al Tony Blair italiano.