A Ricardo III, Rey del Imperio Británico, se la recuerda una frase que pasó a la historia: «Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo». La pronunció poco antes de morir, y al fin de la batalla de Bosworth el 22 de Agosto de 1495, cuando apenas frisaba los 32 años. Cuentan los escribas […]
A Ricardo III, Rey del Imperio Británico, se la recuerda una frase que pasó a la historia: «Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo». La pronunció poco antes de morir, y al fin de la batalla de Bosworth el 22 de Agosto de 1495, cuando apenas frisaba los 32 años.
Cuentan los escribas de la época, que el monarca de Londres, acosado en ese entonces por el Conde de Richmond, se preparaba para librar contra él una batalla decisiva en la que estaba en juego el control de La Corona.
Previendo lo peor, nervioso, y enfurecido por la ineptitud de sus guerreros, ordenó preparar su caballo preferido, el mismo que, al fragor de la batalla, huyó del campo porque tenía mal puesta una de sus herraduras.: le faltaba un clavo decisivo. El real jinete, cayó a tierra y quedó a disposición de sus enemigos, que lo ultimaron sin piedad.
William Shakespeare recogió el episodio como una manera de mostrar los oscuros rincones del Poder y la decisiva importancia de los detalles en la vida de los hombres y de los reinos. Y dar la idea de que, en muy pequeños elementos, puede encontrarse la explicación de grandes acontecimientos
Con sorna, pero además con una populachera y esplendorosa sabiduría, Los estribillos de la época, solían cantar: «Por un clavo se perdió una herradura / Por una herradura se perdió un caballo / Por un caballo se perdió una batalla / Por una batalla se perdió un reino»
Mucho más insignificante que Ricardo III, en el Perú de nuestros tiempos, Alberto Fujimori grita desesperado, y cada día, desde los jardines del Fundo Barbadillo: «Un teléfono, un teléfono, mi reino por un teléfono». Y el Poder Judicial, ni se inmuta.
Para el chinito de la yuca, el teléfono parece ser un arma decisiva. Lo necesita con urgencia. Es el instrumento que requiere para perfilar su política y mostrarla, aprovechando -de paso- la enorme acogida que tiene aún en los «grandes medios», hoy que «El Komercio» controla el 78% de las ediciones impresas, radiales y televisadas.
Para hacerse entender más fácilmente, ha ideado una teoría sugerente a fin de sustentar el reclamo, exigiendo a los jueces atención a la demanda: Primero pienso, y luego hablo. Trasmito mis ideas por teléfono, parece afirmar al tiempo que asegura que sus «carceleros» no le dan teléfono porque no quieren que hable y, en suma, no quiere que piense. Es decir, buscan matarlo lentamente haciendo que perezcan, una a una, sus neuronas, por falta de uso. En otras palabras, que se oxiden.
Y hay elementos que podrían -tal vez- darle la razón-. Como no tiene teléfono, no piensa -no le funcionan las neuronas- y entonces no atina a orientar adecuadamente a su abogado; que ha perdido, hasta hoy, cada una de sus causas.
Recientemente, en efecto, el jardinero del ex Fundo Barbadillo perdió la solicitud que formulara a fin que le permitieran «cumplir su condena» en la confortable intimidad de su apoltronado hogar. También, el pedido de «revisión de su causa», que formulara ante la Sala Villa Stein, su colaborador de antaño. Además, el juicio por «la prensa chicha», que se orienta a condenarlo a una pena no menor de ocho años de prisión efectiva
En el extremo, le ocurrió lo más inesperado: cuando el Vocal Villa Stein, al sustentar su fallo dijo que no existía ninguna ley que amparara el pedido; Jaime de Althaus se mesó los cabellos y dijo por la noche: «¡Qué espera la bancada fujimorista en el Congreso para presentar un proyecto de ley que asegure a los mayores de 75 años el derecho a tener prisión domiciliaria».
Pintadita y compuesta, disciplinada y resuelta, la congresista Leyla Chihuán, a primera hora del día siguiente presentó el proyecto de marras, sin tomar para nada en cuenta un elemento clave: la naturaleza de los delitos..
Y es que no es igual, sin duda, la situación de un anciano que robó un pollo para su cena; o un juguete para su nieta en la cercanía de la Navidad; que la de un Mandatario que se birló alrededor de diez mil millones de dólares -incluidas Barras de Oro-, lideró una banda siniestra y fue condenado por la comisión de delitos de Lesa Humanidad.
El despropósito fue tan apabullante que, 24 horas después, la parlamentaria volleybolista se vio forzada a retirar su «proyecto» antes que lo declararan jurídicamente inviable.
Así entonces, una tras otra sus iniciativas -derivadas de sus desfallecientes neuronas- han sido desechadas por los tribunales ordinarios en procedimientos que nada podría atribuir ni al prejuicio ni a la maledicencia. Al contrario, en ellos, y con la mayor rigurosidad, se han observado las normas legales, para horror de cada uno de los filisteos que aún lo adoran.
Luisa María Cuculiza, exministra de Fuji, y hoy congresista, ha clamado a página central en el diario «Perú 21, hace algunos días, para decir sin sonrojarse: «Para Alberto Fujimori, no tener teléfono, es una barbaridad». Y cuando le han asegurado que recibe visitas diariamente, ha gritado: «¿Pero y el teléfono, dónde está el teléfono?».
La batalla por el teléfono se ha convertido para Fujimori en el eslabón principal de su demanda. Teléfono, o nada, parece decir al tiempo que. al borde del soponcio, lamenta hora a hora la muerte de cada una de sus neuronas, que parece contar, para saber cuántas aún le quedan.
Bien podría decirse que estas no son horas buenas para la Mafia. Por el lado de García, las cosas no marchan mejor. Primero cayó Benedicto Jiménez, y después Rodolfo Orellana, el primero su candidato a la Alcaldía de Lima; y el segundo, integrante de su lista de regidores. Por el otro, su «honradísimo colaborador». Facundo Chinguel, afronta un pedido de la Fiscalía: 17 años de prisión por graves delitos contra la administración de justicia y colusión con el Narcotráfico. Y un poco más allá, su ex Ministro de Justicia, Aurelio Pastor espera una ratificación de sentencia que lo llevaría con sus huesos al presidio. La cosa está color de hormiga, entonces, aunque Pilar Nores añore «un tercer mandato» de su Príncipe con Suerte.
Por eso, y sentada al borde del banquillo, la Mafia se empeña en lanzar acusaciones y agravios por doquier. Habla ya con desparpajo de «la banda delictiva encabezada por el Presidente Humala y Nadine Heredia«, y alucina asegurando que Martín Belaúnde es «el brazo derecho» del Jefe del Estado a cargo de sus «negocios turbios» . Pareciera estar convencida aquello que dice: «todo ladrón cree que los demás, son de su condición».
Hay que darle tiempo, al tiempo. Y no caer en la desesperación que alienta y promueve el enemigo. Lo fundamental, ahora, es consolidar la ola de opinión que surge y fluye por doquier, y que alimenta la idea de forjar la más amplia unidad de todos los que no tienen nada en común con la Mafia Apro-fujimrorista.
Keiko podrá decir -y de hecho lo dice- que «no tiene nada en común» con «su apá», pero eso no es verdad. El supuesto «pleito» entre «Albertistas y Keistas» es pura farfulla. Lo que ocurre es que la Kandidata no sabe cómo hacer para librarse del pesado baúl que carga como mochila, en sus espaldas, y que le malea la plaza.
Por eso busca perfilarse como la depositaria de «lo bueno» de ese régimen descartando «lo malo» que quedará en manos del viejo. Antigua treta a la que recurre la amantísima hija, por cierto, para que la engullan los incautos.
Si Ricardo III, por un caballo perdió el reino, Fujimori está dispuesto a entregar el suyo por un teléfono, aunque sea público y a moneditas, que no le han de faltar jamás.
Gustavo Espinoza M. es miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. http://nuestrabandera.lamula.
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