Finalmente el próximo domingo tendrá lugar el proceso electoral complementario que permitirá renovar el Congreso de la República que fuera disuelto el pasado 30 de septiembre. Una veintena de partidos políticos y organizaciones del mismo signo han inscrito listas, y más de dos mil ciudadanos las integran con la idea de ganar para sí el […]
Finalmente el próximo domingo tendrá lugar el proceso electoral complementario que permitirá renovar el Congreso de la República que fuera disuelto el pasado 30 de septiembre.
Una veintena de partidos políticos y organizaciones del mismo signo han inscrito listas, y más de dos mil ciudadanos las integran con la idea de ganar para sí el favor de los votantes.
La falta de unidad y cohesión constituye el signo distintivo de este proceso, al que se suma la preocupante ausencia de propuestas que puedan, realmente, interesar a los electores.
Pareciera que el país vive en una suerte de desierto político en el que no fructifica semilla alguna. Daría la impresión que, en la materia, los peruanos estamos pagando el precio de una etapa en la que los bribones se auparon en el Poder y lograron borrar de la cabeza de la gente todo vestigio de ideas políticas.
Porque la clase dominante, en nuestro país, no se propuso imponer aquí el «pensamiento único», sino más bien eliminar cualquier clase de pensamiento que alimente el espíritu de nuestros ciudadanos.
«Que nadie piense», pareció ser la consigna en boga desde los años 90 hasta nuestros días, con escasos interregnos. Y que piensen sólo los que mandan, por cierto, porque ellos construirán el «modelo» más perfecto.
Para algunos, la dispersión asoma como «garantía ciudadana». Le confiere al votante la posibilidad de «escoger» entre diversas variantes, aunque esconde en realidad una penosa constatación: no hay criterio común ni acuerdos respecto a lo que se deba hacer. Cada quien promueve lo que le place, y escoge el derrotero que le entusiasme. Así, nunca será posible forjar una sociedad de nuevo tipo.
Conscientes de eso -que constituye una verdadera trampa- las fuerzas más progresistas y avanzadas de la sociedad peruana, buscamos siempre marchar contra la corriente, alentando la unidad.
Fue esa la esencia del Frente Democrático Nacional, surgido en 1945; del Frente de Liberación Nacional de los años 60; de la «Unidad de Izquierda» en los 70; y de Izquierda Unida, en los 80. Fue esa política -constructora y unitaria- la que permitió esbozar un camino orientado a remontar la crisis que agobia al país. El proceso de Velasco, cumplió el programa requerido en el periodo.
Hoy, sin embargo, se repitió el esquema de la división, el que llevó a la derrota al movimiento popular en 1990 y que se repitió dramáticamente después abriendo paso, primero a una dictadura siniestra, y luego a regímenes corruptos, comprometidos hasta los huesos con el neo liberalismo. Como lo dijimos ya «aunque los dirigentes de la debilitada izquierda peruana proclamaron a grandes voces su «firme voluntad» de construir la unidad, una vez más forjaron la división». Ella les permitió tener cabida hasta en 5 listas distintas. y sumar candidatos a destajo. Eso, los conducirá a una nueva derrota.
¿Podrá ser ésta una última, y decisiva, experiencia de fracasos? ¿Podrá ser posible que, como lección de ella, el 2021 se pueda unir fuerzas para salir adelante? Aunque los milagros no existen por lo menos en política, tal vez asome en la cabeza de los que «deciden» en el tema, alguna veta de sentido común; y la cosa ocurra.
Por ahora, hay que hacer el pan con la harina que se tiene en la mano. Hay que buscar una, entre las diversas listas de izquierda y progresistas, una que responda mejor a nuestra propia opción; y encontrar en ella dos candidaturas que nos permitan usar mejor el «voto preferencial». Gente honrada y combativa, entre los propuestos, la hay. Merece apoyo.
Lo que no hay que hacer, es caer en el escepticismo, o en la desesperanza. Ellas nos llevarían -bajo falsos preceptos «teóricos»- a una opción indeseable: el voto nulo, en blanco o viciado. Hay que descartar de plano esa «salida» que agravaría aún más la situación.
Recordemos: el fujimorismo obtuvo, el 2016, el 23% de los votos para su lista parlamentaria. Eso, les habría permitido obtener alrededor de 25 congresistas, de un total de 130. Pero el «reparto» entre las opciones ganadoras de los votos viciados, nulos y en blanco, permitió que se le reconociera a la lista de Keiko un 53% de votos y un total de 73 congresistas. En otras palabras, le cayeron del cielo las 33 plazas congresales que convirtieron a «Fuerza Popular» en la base hegemónica del Parlamento disuelto el año pasado.
Repetir la experiencia y viciar los votos, en esta ocasión, no sería otra cosa que golpearse con la misma piedra.
La reciente decisión electoral referida a la no pérdida de inscripción para los partidos que no alcancen la valla establecida, es una suerte de «salvavidas» lanzada sobre todo al APRA, la fuerza más debilitada de la actual coyuntura. Razón adicional para no hacerle el juego al enemigo. Hay que votar, entonces, y hacerlo con responsabilidad y altura.
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