Cuando el ciclón Chido asoló la isla de Mayotte, un departamento [francés] colonizado, pero también el conjunto de las islas Comoras, la derecha y la extrema derecha encontraron al culpable: la población comorense.
Mayotte, una isla que reivindica la Unión de las Comoras en virtud del derecho internacional, acaba de sufrir un drama que parece insoportable. El pasado 14 de diciembre [de 2024] un ciclón tropical llamado Chido sumió a parte del archipiélago de las Comoras en la mayor desolación En el momento de escribir estas líneas se desconoce le balance definitivo de esta catástrofe, aunque posiblemente ascienda a cientos de personas muertas y miles heridas, sin contar los colosales daños materiales. El prefecto de Mayotte calcula «que sin duda hay varios centenares de personas muertas, puede que nos acerquemos al millar». En efecto, todavía es difícil ofrecer una cifra exacta de víctimas puesto que los cuerpos continúan bajo los escombros. ,
Tras pasar por Mayotte, Chido también golpeó duramente las otras tres islas comorenses. Se han constatado destrucción e inundaciones en Anjouan y en Mozambique, donde ha habido 73 personas muertas, y el ciclón ha sumido en la oscuridad las ciudades de Pemba y Nampula. Y es que, al contrario de los políticos de derecha y de extrema derecha que multiplican sus apariciones en los medios para culpar a la población comorense, el ciclón no reconoce las fronteras ni necesita visado.
La población comorense, la eterna culpable
Al día siguiente del paso del ciclón la diputada mayotense de extrema derecha Estelle Youssoupha declaraba en Cnews que «la mitad de la población [de Mayotte] es extranjera». El ministro del Interior [francés] Bruno Retailleau le seguía los pasos dos días después en la red social X: «No se podrá reconstruir Mayotte sin abordar la cuestión migratoria con la mayor determinación […] Habrá que legislar para que en Mayotte, como en todo el territorio nacional, Francia recupere el control de su inmigración».
Estas declaraciones aluden a las y los comorenses que son originarios de las otras tres islas de la Unión de las Comoras. Estas personas viven en Mayotte, pero en la isla son consideradas extranjeras porque Francia conservó la isla bajo su dominio cuando las Comoras se independizaron, lo cual es una aberración puesto que la población mayotense, como las demás personas comorenses, forman parte de un mismo pueblo que comparte la misma cultura, la misma lengua, la misma religión y una historia común. Se trata, por lo tanto, de un territorio robado a las Comoras, como nos recordaba Pierre Caminade en su obra perteneciente a nuestra colección «Dossier noir», Comores-Mayotte une histoire néocoloniale publicado en 2010 por nuestra asociación.
Veinte años después de la independencia, en 1995, el visado Balladur ratificó esta frontera creada de la nada por Francia en medio del archipiélago. A partir de ese momento las personas comorenses de las otras tres islas no pueden ir a Mayotte sin una autorización, un absurdo criminal que es el origen de la muerte de decenas de miles de comorenses que cada día tratan de llegar a Mayotte por cualquier medio, sobre todo para recibir tratamiento médico. La policía de fronteras persigue sus embarcaciones, los famosos kwassa-kwassa, que regularmente naufragan en el mar y provocan la muerte de quienes viajan en ellas, algo que no dejó de hacer reír a Emmanuel Macron en 2017 (1).
Desde que Mayotte pasó a ser un departamento francés en 2011 no se han dejado de cometer atrocidades contra la población comorense que no es mayotense. Cuando no son colectivos de ciudadanos que deciden tomarse la justicia por su mano a golpe de «décassage», esto es, las operaciones ilegales de desalojo y demolición de viviendas ante la mirada impasible de los gendarmes, es la Operación Wuambushu [destinada a expulsar a los inmigrantes ilegales y destruir los barrios de chabolas], instigada por el entonces ministro del Interior y de Ultramar, Gérarld Darmanin, que envía a las fuerzas del orden a hacer el trabajo sucio.
Cada problema que afecta a la isla requiere un culpable, y ese culpable siempre es la población comorense. Cuando en 2023 hubo la grave crisis del agua, Gérarld Darmanin, como para desviar la atención de los retos sociales y medioambientales que había en juego, anunció una restricción del derecho al suelo en Mayotte, un derecho que ya está muy restringido en esta isla. Actualmente el nuevo ministro del Interior Retailleau, incapaz de responder a las necesidades de la población de Mayotte gravemente afectada por el ciclón, recurre a la misma carta sempiterna de la inmigración.
Las personas comorenses que sobreviven en Mayotte, chivos expiatorios de males de los que no son en absoluto responsables y que ya son particularmente víctimas de las prácticas discriminatorias del Estado, también han sido de hecho las principales víctimas del ciclón. Los barrios de chabolas han sido los más afectados y las casas de chapa y, por supuesto, las personas que habitan en ellas, muchas de las cuales están en situación irregular y que por falta de información no pudieron llegar a los refugios permanentes del Estado o no quisieron abandonar sus barrios. El periodista Rémi Carayol explica por qué: «La inmensa mayoría de estas personas prefirió hacer frente al ciclón Chido antes que acudir a los refugios oficiales, por miedo a sufrir un control y ser expulsadas» (Mediapart, 18 de diciembre).
Sin embargo, la política neocolonial de Francia en las Comoras es la que tiene toda la responsabilidad de esta tragedia. El 85% de la población vive bajo el umbral de pobreza en este territorio que se llama «francés» y generalmente carece de una vivienda digna. La única respuesta del neocolonialismo francés a la miseria social que él mismo ha generado ha sido una represión totalmente estéril: la fracasada política de destrucción de los barrios de chabolas de la operación Wuambushu. El Estado francés decidió de forma insensata expulsar perpetuamente a la población comorense de su propia tierra. Su prioridad nunca ha sido la seguridad de todos las personas que viven en la isla.
Una población colonizada y despreciada
Con todo, Mayotte está situada en una zona de ciclones, de modo que no es el primer ciclón al que se enfrenta, aunque ha sido el más violento desde 1934. Podemos, por tanto, preguntarnos legítimamente por la flagrante falta de medios y de previsión de las autoridades francesas. En realidad, esta falta no es sino una demostración de un desprecio total de Francia por sus colonias, antiguas o actuales. Desde siempre las colonias han estado destinadas a alimentar y enriquecer a la metrópoli y no a la inversa. ¿Por qué, entonces, sorprendernos de que el primer ministro [francés] François Bayrou haya preferido asistir al consejo municipal de la ciudad de la que es alcalde en vez de viajar a Mayotte para mostrar su compasión y solidaridad ante esta crisis?
La situación colonial de Mayotte se percibe en el día a día (con diferencia es el departamento más pobre de Francia), pero también en circunstancias dramáticas como esta: se tarda en restablecer la red eléctrica, aproximadamente el 80% de la población mayotense sigue sin electricidad, de modo que apenas sale agua de los grifos, se han enviado 158 contenedores de ayuda humanitaria desde la isla de La Reunión, pero solo llegará dentro de 4 días y el puerto de Mayotte no ofrece garantías de poder descargarlo todo. Esta tragedia nos recuerda un hecho indudable: Mayotte es, efectivamente una colonia…
Nota:
(1) Apenas dos semanas después de su investidura, el Macron bromeó sobre los kwassa-kwassa, al decir que «pescan poco, trae al comorense, es distinto».
Texto original: https://survie.org/themes/colonialisme/article/a-mayotte-le-cyclone-chido-ne-reconnait-pas-les-frontieres-et-n-a-pas-besoin-de
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