Suele decirse, y es verdad, que las encuestas -en el mejor de los casos- son una fotografía. Es decir, que revelan una instantánea, un momento en un determinado escenario, el mismo que puede cambiar muy pronto. Por eso, no son enteramente fiables. Y tampoco lo son si se toma en cuenta, quiénes las hacen, y […]
Suele decirse, y es verdad, que las encuestas -en el mejor de los casos- son una fotografía. Es decir, que revelan una instantánea, un momento en un determinado escenario, el mismo que puede cambiar muy pronto. Por eso, no son enteramente fiables. Y tampoco lo son si se toma en cuenta, quiénes las hacen, y qué propósitos que encierran.
Muchos recuerdan hoy que, bajo el fujimorato, eran inducidas y compradas. Se orientaban al gusto del cliente, quien las pagaba a cambio de un beneficio. Por eso hoy altos funcionarios de algunas encuestadoras, están sometidos a procesos judiciales y tienen condenas pendientes, que no prosperan cubiertas por el manto de la impunidad, que parece ser signo de nuestro tiempo.
Aún así, las encuestas tienen un interés referencial porque más allá de las cifras que arrojen -y que pueden manipularse incluso amparadas en un discutible «margen de error»- marcan una tendencia, y reflejan una intención.
Tres de estas encuestas han sido dadas a conocer en los últimos días. De variado origen, las tres, sin embargo, arrojan elementos convergentes Veamos:
Keiko Fujimori mantiene su primer lugar en las preferencias electorales, pero está signada por dos elementos complementarios: su descenso en la intención de votos -pierde un promedio de 8 puntos en las tres encuestas- , y el incremento de su nivel de rechazo ciudadano, que sube del 34 al 40%. Ambas líneas, tienden a ampliarse en la perspectiva: seguirá cayendo en la estima de los electores, y crecerá aún más el rechazo a sus pretensiones. No es previsible, sin embargo, que su caída ponga en riesgo su pase a la segunda ronda, que hoy luce más que seguro
El segundo elemento que vale subrayar, es la caída de Pedro Pablo Kuczynski y César Acuña. Ambos pierden un promedio de diez puntos en las últimas dos semanas y virtualmente se descartan como potenciales competidores de la chinita de la yuca en el «repechaje» del 5 de junio. En ambos casos, más en el primero que en el segundo, asoma el cansancio del electorado que no quiere «figuras del pasado». PPK luce obsoleto, fatigado y cansino, y no despierta las inquietudes que suscitara el 2011. Ya fue…
En el caso de Acuña, lo que pesa, es el candidato mismo, su precariedad y su inconsistencia, además, por cierto, de sus debilidades personales. El común de la gente lo tiene ya «tarifado» como tramposo, plagiario, pero además descarado y cínico. No le perdona una, pero -sobre todo- no lo toma en serio. Se burla cruelmente de sus incompetencias.
Crecen, en cambio tres candidaturas, aunque en distinta dimensión. Por un lado, se afirma Julio Guzmán como segundo en opción, no obstante tener una fuerte campaña en contra. Y suben en expectativa Alfredo Barnechea y Verónika Mendoza, que bordean casi el 4% de las estimas ciudadanas.
Guzmán asoma con fuerza, sin duda. Pero es un claro exponente de las ideas liberales, activista de la causa sionista en el escenario exterior, y admirador sin reticencias del «modo de vida norteamericano». Su figura no permite a nadie hacerse ilusiones de cambio, o de progreso; pero sí es claro que asoma como alguien que, objetivamente, puede llegar a la segunda vuelta y enfrentarse con éxito a Keiko Fujimori. Uno de sus críticos más mordaces -César Hildebrandt- ya dice que «ha empezado a verse como una esperanza sanitaria».
Su ascenso ha despertado la ira desenfrenada de la Mafia en sus dos variantes. Tanto los voceros del fujimorismo como los portavoces del cogollo alanista del APRA, lo han atacado sin descanso y lo han llenado de improperios. Sin cosas concretas que enrostrarle, han optado por sindicarlo como «humalista», como «el candidato de Nadine»,el «hombre de Palacio». Y él, en el ánimo de defenderse, ha caído en el juego. En lugar de descalificar a sus adversarios, ha optado por «plegarse a ellos» diciendo contra el gobierno lo que la Mafia quiere escuchar de su boca. No le habrá de servir, porque ella nunca creerá en él ni se persuadirá de su «franqueza». Por el contrario, lo atacará con más furia, calificándolo de «mentiroso» y «falaz».
Ya comenzaron contra él, las «tachas». El primero en activar esa arma fue el juez Malzon Urbina, de triste recordación en el Caso «La Parada». Pero vendrán más. Ante ellos, Guzmán debiera recordar dos cosas: 1) la mejor defensa, es el ataque y 2) Mis enemigos, no me dará tregua, ni aún viéndome vencido.
García busca mellar a Guzmán porque ve en él un obstáculo concreto para sus aspiraciones. El incuba la ilusión de «pasar a la segunda vuelta» de cualquier modo. Y si esa posibilidad es bloqueada por alguien, ese es el de la antorcha morada que tendrá que cambiar, probablemente el color de su símbolo.
García tiene el «privilegio» de ser considerado «el más corrupto de todos los políticos peruanos». Y muestra estimados contradictorios en las encuestas. En unas asoma confinado a un torturante 5% que lo pone al borde de la descalificación electoral. Y en otras «crece» un poquito conservando la ilusión de llegar «raspando» a la segunda vuelta.
Muchos quisiéramos -y entre ellos ciertamente me encuentro- que su baja estima se mantuviera hasta el final, y que aún se profundizara. Pero ese es un deseo, que no necesariamente se compadece con la realidad.
García tiene aún cuatro potencialidades que todavía no asoman, pero que se expresarán el 10 de abril. La primera, es su estructura partidista. Los apristas existen y están organizados. Pueden no responder encuestas y no ser tomados en cuenta por ellas, pero están ahí. Jueces, fiscales, abogados, funcionarios público de los más diversos niveles, profesionales de la salud, docentes universitarios o de institutos intermedios, egresados de Pedagógicos bamba gracias a Mercedes Cabanillas y sus disposiciones seudo legales. Y todos esos, votan. Ellos, y sus familiares, dispuestos a cerrar filas con la Mafia a la espera de «tiempos mejores«.
La segunda, es su identificación con el Imperio. Y eso no es poca monta. García, es el «hombre de Washington». Lo necesita no tanto por el Perú -aquí, incluso podría prescindir de él-, pero sí, para el escenario continental. Lo requiere urgentemente por sus vínculos con Acción Democrática de Venezuela; con Uribe, de Colombia; con la camarilla podrida del Peña Nieto y el PRI, en México; con los radicales y algunos «socialistas» chilenos dispuestos siempre a tranzar con la derecha; con los anti lulistas de Brasil, hoy a la ofensiva; con los peronistas conservadores y reaccionarios de Argentina, que apoyan a Macri; con las mafias de todo el continente que viven soñando con la impunidad y el crimen. Y buscan usarlo contra Maduro, Correa, Evo, contra Cuba y el proceso emancipador latinoamericano. Es su lanza.
Una tercera, es la infinidad de personas a las que García «sirvió» -con buenas, o malas, artes- en el pasado. Hay gente que se benefició a la sombra de sus dos regímenes. Tuvo puestos, fue nombrada: gobernadores, prefectos, autoridades locales, o funcionarios públicos. Tuvo empleo, coimas o prebendas, en uno u otro lugar. Y están agradecidos. Y van a votar.
Finalmente su propia personalidad como candidato que, sin embargo, ha perdido consistencia porque cada vez es menor el número de gente que se rinde ante su «labia». Pero no hay que subestimarlo. Sus mítines no son pequeños y su verbo aún encandila a más gente de lo que debiera. Hay que temerle, entonces.
En ese marco, la tarea es múltiple. En muchos lugares, la gente ha salido a la calle para demostrar su rechazo activo a la Mafia. En Ayacucho, Cajamarca, Chiclayo, Arequipa, Tacna, Puno, Huancayo, y otros lugares; decenas, centenares y aún miles de personas han expresado su repudio a la Mafia. Hay que reforzar esas acciones, generalizarlas. En todas partes debe ocurrir lo mismo. También en Lima. Hay que dejar en claro que, incluso en el hipotético caso de una victoria electoral de Keiko o García, ninguno de los dos podrá actuar tranquilamente. Su gestión estará minada por el sello de la ingobernabilidad.
En esta lucha, hay que movilizar todos los recursos de la dignidad: mujeres, jóvenes, intelectuales, profesionales, obreros, campesinos. Todos deben asumir la tarea: hay que cerrarle el paso a la Mafia derrotando a García en primera vuelta y venciendo a Keiko en la segunda.
Si logramos eso, podremos decir…:¡Misión cumplida!
Gustavo Espinoza M. Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
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