Traducido del ruso por Carlos Valmaseda
Hace unas semanas el mundo discutía por los referéndums de autodeterminación que tuvieron lugar en el Este de la Ucrania dividida por el conflicto civil. La política de absoluto no reconocimiento tomada sobre este referéndum por parte del gobierno de Kiev y los países occidentales no pudo ocultar hechos evidentes (incluidos los periodistas extranjeros): los habitantes del Donbass en realidad participaron masivamente en el referéndum, apoyando la proclamación «de los terroristas» -según la opinión del Fiscal general de Ucrania- de las repúblicas populares del Donetsk y Lugansk.
Se pueden poner en duda las cifras concretas de los jefes de las juntas electorales «republicanas», se puede discutir la mala organización y las infracciones relacionadas. No obstante, no se puede ocultar que millones de personas, a pesar de las enormes colas, de la amenaza de las provocaciones armadas, decidieron participar. La legitimidad de las Repúblicas Populares la confirman ya no «un par de miles de separatistas», sino el pueblo del Donbass.
Los izquierdistas ucranianos y rusos que apoyan el movimiento popular-emancipador y antifascista en el Este y el Sur de Ucrania cantaron victoria y… ya pocos días después del referéndum sufrieron un duro golpe. El parlamento provisional de la RPD, no elegido por nadie, presentó un sorprendente documento, llamado constitución de la república. Hay en él algunas disposiciones frustrantes para los izquierdistas convencidos, como la propiedad privada de la tierra. Y hay algunos puntos que, en principio, parecen absurdos en el siglo XXI: «el papel predominante» de la iglesia ortodoxa del patriarca de Moscú, «el derecho humano empieza en la concepción», la prohibición de las «uniones pervertidas», etc.
En el proceso precipitado, por no decir enfebrecido, de construcción de la RPD han sucedido otras cosas notables. Una fracción pequeña de oposición del consejo republicano, opuesta al autonominado líder Denis Pushilin (anteriormente activo participante en la pirámide financiera MMM), sin mayor ceremonia fue privada de su mandato. El consejo [soviet], renombrado tras el referéndum de Popular a Supremo, fue urgentemente ampliado con algunas decenas de personas que no destacaron por su apoyo activo a los acontecimientos de abril. Y tras la «constitución», este órgano de poder vota la nueva formación de gobierno: el Consejo de Ministros. Como primer ministro de forma inesperada para todos se nombra a un politólogo moscovita, Aleksandr Boroday. Y muchas posiciones importantes las ocupan gentes relacionadas con «la familia de Yanukovich». Por ejemplo, el ministro de combustibles y energía era jefe del aparato de la ciudad de Donetsk del Partido de las Regiones, Aleksey Granovski. Los izquierdistas están confundidos. Los izquierdistas están decepcionados. La organización marxista Borotba escribe una proclama «¡Contra el viraje conservador en la República Popular de Donetsk!». Como persona que vive en Donetsk y observador del proceso político de la RPD con bastante cercanía, intentaré explicar los últimos acontecimientos: ¿por qué los líderes de la RPD en lugar de una transformación democrática y la lucha por la liberación de la clase obrera se dedican a intrigas políticas y cultivan un cierto oscurantismo?
Para empezar, queridos camaradas izquierdistas, os diré una cosa banal hasta no poder más: ¿no queréis desilusionaros? Pues entonces no hay que ilusionarse. Nadie prometió que el movimiento armado organizado y dirigido por partidarios de la ideología ruso-imperial fuese a hacer realidad las respuestas, las buenas mentes y el corazón de la izquierda.
Chicos, a este gobierno hasta la «bandera» se la regaló la organización nacionalista «República de Donetsk». Vale que esta organización es bastante «potable» en comparación con los nazis ucranianos y no participa en «safaris» de emigrantes, no es hostil hacia la izquierda local e incluso -un bálsamo para el alma de la izquierda- cita al bolchevique Artiom como fundador de la República de Donetsk-Krivoy Rozh. Y sin embargo, es absolutamente derechista y nacionalista, y no lo oculta.
¿Podría ser de otra manera, teniendo en cuenta la «raíz derechista» general, fortalecida durante muchos años, en la conciencia social no solo en Ucrania sino en toda Europa Oriental, incluida Rusia, obviamente? Difícilmente. El movimiento de protesta en la Ucrania del Sur-Este desde el principio fue un espejo del sentido político de Maidán: atrayendo hacia sí no tanto su carácter de contraposición esencial como su similaridad con «carga inversa». Naturalmente, las principales diferencias entre el Maidán y el Antimaidán son evidentes a simple vista. Aquí no te pegan por llevar una bandera roja. Al contrario, estandartes rojos cuelgan en lugares de honor y en alguna barricada se pueden encontrar hasta retratos de Lenin. En escenarios improvisados se oyen llamamientos a los mineros y a los metalúrgicos, y no a la «elitista» clase media.
El núcleo ideológico del movimiento: el culto a la victoria militar soviética. Incluso el símbolo más importante de unión no es la bandera rusa, sino la cinta de San Jorge. Todo lo soviético se alienta y se saluda. Ciertamente, de una forma castrada, en aquel grado en el que «lo rojo» no se oponga a «lo ruso».
Se puede ver esto, naturalmente, desde el otro lado: para muchos representantes de «la masas de abajo» la protesta, igual que la bandera tricolor rusa, no es en absoluto un símbolo del nacionalismo ruso sino, por el contrario, más bien un sustituto peculiar del difunto gobierno internacional de la URSS. Además, no voy a entrar ahora en estos refinamientos de la conciencia de masas, dejo este rico tema para una publicación separada.
Sí, muy cercanos a la cúspide política de la RPD hay una pequeño grupo de gente con una visión de izquierdas. Pero de nuevo es demasiado pronto para escribir del carácter de sus acciones en las condiciones concretas históricas y sobre su grado de influencia. Igual que sobre las ideas «nacionalizadoras» de Ponomarev y otros líderes destacados del movimiento.
Y naturalmente los izquierdistas (y yo entre ellos) no podemos no prestar atención al hecho de la amplia participación en la protesta en el Donbass de mineros y gentes de otras profesiones obreras. Sí, participan, es un hecho. Pero digamos directamente que hasta ahora se puede hablar solo del carácter masivo de la protesta, pero en absoluto de su especial carácter «obrero». Por ejemplo, en la región de Lvov también hay mineros, aunque en menor cantidad que en el Donbass. Y no es difícil darse cuenta de qué lado tomaron la mayor parte de ellos durante el Maidán.
Al mismo tiempo, la no lejana gran huelga en Krasnodon -un movimiento realmente obrero- quedó fuera de la información «mainstream». Naturalmente, porque no hubo eslóganes políticos y como bandera solo tenían pancartas caseras con el lema «¡Viva los mineros!». Y al mismo tiempo, naturalmente, no tengo duda de que inmediatamente después del fin de la huelga los habitantes de Krasnodon participaron masivamente en el referéndum de constitución de la RPL.
…Al llegar a este punto mucha gente que me conozca debe hervir de indignación: «Petrovski -deben decir-, ¡esto es muy feo! Ahora te haces el listo, desenmascarando los errores de otros izquierdistas. ¿Y no ves la viga en tu ojo? ¿Quién sino tú dedicó cientos de miles de cartas de crítica fulminante a la «Junta criminal de Kiev»? ¿Quién expresó repetidamente su simpatía hacia las milicias populares? ¿Quién hace un minuto pasó un enlace a una publicación propia, de hace un mes, en la que se romantiza este movimiento que, al parecer, «ya ha salido del ámbito del mohoso pantano del patriotismo panruso?»… Intentaré responder. De mis valoraciones sobre las acciones del poder actual de Kiev y de los militantes ultraderechistas en los que se apoya no reniego ni lo haré nunca. Incluso si el consejo de ministros de la RPD decide a continuación restablecer el derecho feudal y determinar el tamaño de la tasa por siervo muerto -sobre esto hay un flujo incesante de desvergonzosas mentiras vertidas desde hace meses a los ojos y oidos de sus ciudadanos por los medios de comunicación y los políticos ucranianos-. Incluso si Igor Strelkov se declara kan supremo de Desht-i-Kipchak, esto no cambiará el destino de los muertos por los pogromos nazis en Odessa, Mariupol, Krasnoarmeysk y otras ciudades. Y no se olvidan sus abominables bailes folclóricos sobre los huesos de los «colorados aniquilados». [koloradi, un tipo de escarabajo, es un término despectivo para los ucranianos del este, Nota del tr.]
Y sí, estoy absolutamente seguro de que los mejores agitadores en favor del referéndum en Donetsk y Lugansk no fueron en absoluto ni Pushilin, ni Strelkov ni Gubarev, sino los nuevos amos de Ucrania con su «operación antiterrorista». ¿Apoyo a la RPD? Yo no me hice especiales ilusiones respecto a Pushilin y otros burócratas autonombrados. Por eso no me chocó ni la «constitución» ni la composición del «Consejo de Ministros» (aunque produce una cierta sorpresa que las cartas se muestren tan pronto). Sin embargo, una simpatía clara por las milicias, la tuve y la mantengo… ¿Sabéis? Si yo fuese un serbio en Eslavonia a principios de los años 90 y supiese que ahora debo obedecer a un gobierno con ideologia ustacha, naturalmente, al menos en el plano emocional, me sentiría «de los míos», aquellos que se alzan contra este gobierno. Solo que de esto no le sigue la fe en que, por ejemplo, el comandante de campo serbio Zhelko «Arkan» Razhnatovich sea comunista y exponente de la voluntad de la clase obrera… Encontrar argumentos para apoyar un movimiento nacional-emancipador es fácil. Es mucho más difícil no caer en el otro extremo, no dar lo deseado por real viendo anticipadamente en este movimiento elementos socialistas e incluso antifascistas (en la realidad, no en palabras).
Probablemente, muchos de vosotros veréis numerosos defectos en mi posición. Prestaréis atención a sus contradicciones. Me acusaréis por mis valoraciones acríticas, manifestaciones de doble rasero, por numerosas expresiones emocionales irreflexivas… Y yo, en respuesta, os acusaré a vosotros. Será un juego excitante del que nunca nos aburriremos. Y nunca nos acercará a la elaboración de una posición ideal, equilibrada, fundamentada e ideológicamente correcta respecto a los temas claves que bullen violentamente en la actualidad en Ucrania y el Donbass.
¿Hay esperanzas de un «viraje a la izquierda» en la RPD que, a diferencia del reciente «derechista», sea un auténtico viraje y no consecuencia del curso natural y definido a priori? Sí, las hay. Aunque es pronto para juzgar su grado de validez. Y hay el efecto de agarrarse a cualquier brizna que ayude a la socialización de este contradictorio pero masivo movimiento de protesta. En la medida de nuestras modestas fuerzas ayudando a mis camaradas de izquierdas, implicados más que yo en el proceso político actual.
Es solo que los camaradas de izquierda, muchos de los cuales debaten hoy en serio sobre Octubre, que obligatoriamente debe ir detrás de Febrero, deberían comprender claramente que -con gran probabilidad- les puede esperar una desilusión. Entre las revoluciones de Febrero y Octubre pasaron, como nos enseña la aritmética, menos de siete meses. Pero la historia nos recuerda otras variantes. Por ejemplo, entre la victoria de la insurrección nacional-emancipadora de José Martí y la revolución socialista cubana pasaron más de 60 años. En México la guerra por la independencia terminó en 1821. Pero el movimiento anticapitalista zapatista que lucha en nuestros días no inclina a su favor la aguja del reloj. ¿Cómo se desarrollarán los acontecimientos en el Donbass y en otras regiones que crujen por las costuras de Ucrania? Hoy puedo constatar solo un hecho -posiblemente no demasiado atractivo en un plano estético-: Ucrania se encuentra en la fase inicial de una guerra civil. Naturalmente se quisiera creer que la siguiente fase (en la que ningún proceso político es ya simplemente posible fuera de las acciones armadas) de alguna forma se puede evitar. Pero está claro que, como mínimo, en los próximos tiempos pueden influir sobre la situación exclusivamente aquellas fuerzas que estén dispuestas a armarse. O, al menos, sean capaces de conquistar una autoridad seria entre los grupos combatientes. (Y como comprendemos claramente, que ocurran estas cosas no se consigue con discusiones en internet o ni siquiera con mítines donde tremolan al aire hermosamente las pancartas rojas). Sin esto cualquier conversación sobre «el próximo e inevitable Octubre» se queda en nada más que teorizaciones sin compromiso. Vamos a llamar a las cosas por su nombre.
Pero no penséis que yo personalmente -una persona que en su vida ha tenido en las manos un arma de guerra más de diez veces, y eso fue hace mucho-, os hago un llamamiento. Yo, hasta ahora, soy solo uno de los muchos «pensadores de gabinete».
Estoy sentado en mi apartamento en completa paz y tranquilidad, en las afueras de Donetsk. Ahora termino de escribir este artículo y voy a la cocina a preparar té. Tengo electricidad, gas, internet y agua en el grifo. Y a mí esto, en este momento, me alegra mucho, porque no sé cómo arreglármelas sin todo esto en caso de guerra prolongada. Y os deseo, allá donde os encontréis, buenas tardes.