El objeto de este artículo es doble. Por un lado, plantearemos el surgimiento y auge desde los primeros ochenta y hasta la actualidad de una nueva modalidad de pobreza en la Unión Europea (1). Este fenómeno, al que nos referiremos usando el término anglosajón de working poor, consiste en el hecho de que una parte […]
El objeto de este artículo es doble. Por un lado, plantearemos el surgimiento y auge desde los primeros ochenta y hasta la actualidad de una nueva modalidad de pobreza en la Unión Europea (1). Este fenómeno, al que nos referiremos usando el término anglosajón de working poor, consiste en el hecho de que una parte significativa de las personas europeas que se encuentran bajo el umbral de pobreza, trabajan.
Como veremos, este fenómeno de pobreza laboral sobrepasa con creces los límites de la marginalidad: la mayoría de los pobres de la UE viven en hogares donde al menos hay un ingreso salarial completo.Tras apuntar la importancia cuantitativa de los working poor en la UE, así como las implicaciones teóricas y políticas de que el trabajo asalariado ya no sea un medio eficaz para proteger a los trabajadores de la pobreza, pasaremos a explicar las causas de este fenómeno. En este sentido, en el contexto del neoliberalismo como nuevo marco de gestión del capitalismo que se impone desde finales de los setenta, planteamos que existe una relación entre el creciente proceso de empobrecimiento laboral y la precarización de la relaciones salariales asociada al ajuste neoliberal.
El estudio de los working poor nos permite analizar la pobreza desde una perspectiva de clase, lo que conlleva superar algunas deficiencias, teóricas y políticas, de otros análisis al uso. Normalmente la pobreza se estudia como un fenómeno exógeno, independiente del funcionamiento normal del capitalismo. Se suele presentar como el resultado de un fallo de gestión, algo que está ahí y sobre lo que nos podemos preguntar cómo es y cómo hacerlo desaparecer, pero no por qué existe, y sobre todo, por qué se constituye en un rasgo típico del capitalismo. Son análisis meramente descriptivos, que a veces incluyen preceptos normativos para reducir la pobreza, pero que no transcienden, en el mejor de los casos, el ámbito de la distribución.
En este texto, sin embargo, se apuesta por estudiar la pobreza desde el análisis de la producción, y en concreto, desde su centro: la relación salarial y el mercado de trabajo. Esta óptica nos permite dos cosas. Por un lado, entender la pobreza no como un daño colateral sino como un elemento sistematizado en el capitalismo, es decir, normalizado dentro del sistema. Y por otro, explicar las causas de pobreza salarial atendiendo a las mutaciones que han operado en los mercados laborales europeos durante las dos últimas décadas.
El concepto de working poor nos sirve para referirnos a aquellas personas que, a pesar de tener una relación laboral normalizada (con contrato legal) se sitúan por debajo del umbral de pobreza de su país (2). Es decir, que aunque trabajan en condiciones legales y reciben un salario, no consiguen dejar de ser pobres. Es un concepto ampliamente utilizado en los estudios de mercado laboral de EE UU, pero novedoso y muy poco desarrollado en los análisis de economía europea. Esta situación es un fiel reflejo de la realidad, ilustrando tanto la tradicional dicotomía entre los modelos laborales europeos y estadounidense -supuesto trade off entre desempleo y precariedad laboral- como el viraje europeo, que ilustramos en este texto, hacia un mercado laboral «anglosajonizado».
El análisis del surgimiento y auge de los working poor durante el neoliberalismo que proponemos en este artículo ha de ser bien entendido. Esta supuesta novedad de la fase neoliberal no es más que una forma de expresar la ruptura con el período fordista, siendo sin embargo este último el que deberíamos interpretar en clave de excepcionalidad. El particular contexto fordista, inevitablemente ligado a la contención de procesos revolucionarios y a las conquistas laborales asociadas al Estado del bienestar (Seguridad Social, seguro de enfermedad, pensiones, subsidio de desempleo, etc.), permitió en los países europeos arrinconar la pobreza en aquellos colectivos que no participaban con normalidad en el proceso de trabajo asalariado, ya fueran éstos desempleados o población inactiva (vagabundos, pensionistas y otros ancianos, niños, etc.). Es la quiebra de estas conquistas sociales y laborales la que nos devuelve a una situación de preguerra, en la que, como a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX, la pobreza ya no es patrimonio de los grupos de población excluidos del mercado laboral, sino que se sistematiza dentro de las pautas de inserción laboral normalizada. Tras el paréntesis fordista, en el período neoliberal no estaríamos asistiendo a otra cosa que a una reorganización del funcionamiento capitalista que explicita la subordinación de lo que en el capitalismo siempre estuvo subordinado: las condiciones de vida de los trabajadores.
Los «working poor» en la Unión Europea
No obstante, una vez situados históricamente y explicitado un análisis que transciende el estrecho marco de la crítica al neoliberalismo, es crucial enfatizar la importancia teórica y política de que el neoliberalismo suponga la reaparición y normalización de la pobreza entre los trabajadores. Una primera cuestión que nos permite valorar la dimensión de este fenómeno en las últimas décadas es el análisis de la tasas de pobreza de los asalariados. Para ello, en la siguiente tabla recogemos una foto de la estructura de dichas tasas a mediados de los noventa.
Tabla 1. Tasas de pobreza total y salarial en los países de la UE
BE AU FIN NL LX FR Fuente: Elaboración de Strengmann-Kuhn, W. (2002) a partir de datos de ECHP (1996).
El hecho de que para todos los países la tasa de pobreza total sea mayor que la tasa de pobreza entre los trabajadores es una obviedad que no debe distraer la importancia del fenómeno que analizamos. Sería un disparate pensar que, en igualdad de condiciones, la obtención de un salario constituyera un factor de riesgo frente la pobreza.
Lo relevante es que, al margen de que si se trabaja y se obtiene un salario se tiene menos probabilidad de ser pobre que si no se obtiene ese ingreso, la obtención de un salario no es ya una fórmula eficaz para evitar la pobreza. El que el trabajo asalariado no proteja de la pobreza afecta a los trabajadores no sólo de forma significativa, sino además creciente. Una vez hecha esta matización, conviene detenerse en la magnitud de las tasas de pobreza que ya afectaban a los trabajadores a mediados de los noventa: en términos individuales, casi uno de cada diez asalariados de la UE estaban por debajo del umbral de pobreza, siendo la disparidad entre países, como vemos, elevada.
Hay razones para defender que el análisis de la pobreza salarial debe hacerse, para ser más realista, no en términos personales sino familiares. Por ejemplo, es usual que una persona obtenga un salario que le permita a él individualmente situarse por encima de la línea de pobreza, pero que una vez integrado en una unidad de convivencia con más personas, y quizás no más ingresos (desempleados, niños, ancianos), el hogar quede en situación de pobreza real. Así, si analizamos los datos de pobreza de los hogares asalariados comprobamos cómo la pobreza es una característica aún más extendida de lo que parecía en la primera aproximación, afectando al 13,3% de los hogares de trabajadores de la UE. Este dato medio esconde una variedad importante, en la que hay que destacar no sólo el caso de países cuyos trabajadores se ven especialmente afectados por la pobreza (destacan los países del sur de Europa junto con Irlanda, Gran Bretaña y Francia), sino sobre todo el hecho de que también en los países con datos menos elevados (Dinamarca, Alemania, Bélgica y Finlandia) las proporciones son preocupantes.
Hasta ahora hemos visto datos que reflejaban qué proporción de trabajadores europeos son pobres, pero hay otra forma, complementaria, de ilustrar la magnitud social de los working poor: se trata de ver cuántas personas por debajo del umbral de pobreza trabajan. Así, si analizamos «a qué se dedican» los pobres europeos de entre 25 y 55 años, y tomando como año de referencia el mismo que en los datos anteriores, encontramos que el 33% de los pobres trabaja con un contrato legal y a jornada completa. Hay otro 11% que son trabajadores con jornadas más cortas.
Sólo un 18%, menos de lo que la intuición nos sugeriría, está en paro. Que un tercio de los pobres dediquen jornadas laborales completas a su trabajo en condiciones legales y aun así sigan siendo pobres es un dato que cuestiona inevitablemente el supuesto «modelo social» europeo. Las cifras de pobres que trabajan a tiempo completo alcanzan valores entre el 46,6% y el 49,2% para Austria, Luxemburgo y España. Y en los países donde los pobres tienen tasas de empleo total más bajas, éstas se sitúan entre un 30 y un 40%.
Ya hemos visto que hay muchos trabajadores que son pobres, y también muchos pobres que trabajan a tiempo completo, pero ¿qué importancia tiene este fenómeno dentro de la sociedad en su conjunto? Una forma definitiva de dimensionar la incidencia de los working poor en la UE es ver cómo de importante es este grupo social dentro de la población total.
Tabla 2. Tasas de working poor sobre la población total en los países de la UE
Fuente: Elaboración de Strengmann-Kuhn, W. (2002) a partir de datos de ECHP (1996).
El 3,6% de la población de la UE son working poor, y lo que es más significativo según las observaciones anteriores, el 10% de la población europea vive en hogares asalariados pobres. Los países del Sur de Europa, que tienen los niveles de pobreza global más altos, vuelven a registrar los datos de pobreza salarial también más elevados.
El caso más grave es el portugués, donde más de un 20% de la población vive en este tipo de hogares. Pero de nuevo, la aclaración y el análisis más relevantes hay que hacerlos con respecto a los países menos afectados (Dinamarca, Alemania y Finlandia), en los que en torno a un 5% de la población vive en hogares de trabajadores pobres.
Hay que resaltar que dada la naturaleza del proceso al que nos referimos, un 5% no es una magnitud marginal: significa, por ejemplo, que en Alemania, uno de los países con menor tasa de working poor, a mediados de los noventa ya estaban viviendo 4 millones de personas en familias en las que, a pesar de trabajar, se era pobre. El dato, para la media de la UE, es de más de 35 millones de personas.
Crisis y ajuste neoliberal: la ofensiva contra el trabajo
Para comprender en toda su dimensión esta nueva forma de pobreza laboral en Europa, hay que prestar especial atención a dos fenómenos. El primero de ellos es el significativo crecimiento de los working poor en Europa. Así, tenemos que entre mediados de los años ochenta y mediados de los noventa, la tasa de pobreza en la UE creció un 0,16% en los hogares sin trabajador y un 2,74% en los hogares con un solo trabajador (3). Es decir, que durante este periodo, la tasa de pobreza ha aumentado 17 veces más rápido en los hogares con un trabajador que en los hogares sin trabajador.
El segundo aspecto al que es necesario prestar atención es la disparidad geográfica que tiene en Europa el fenómeno de los working poor. Así,
podemos observar una primera gran diferencia entre la Europa rica del Norte y la Europa del Sur, con tasas de pobreza salarial muy superiores en el segundo caso. Sin embargo, lo verdaderamente relevante a efectos analíticos no es tanto esta división Norte/Sur (que viene explicada en definitiva por la existencia de mayores tasas de pobreza total en la Europa mediterránea), cuanto la división existente dentro de los propios países con mayor grado de desarrollo de la UE. Así, distinguimos dos grupos: por un lado, Dinamarca, Alemania, Austria, Finlandia y Bélgica, con tasas de pobreza de los hogares asalariados del 5-9%, y por otro lado Reino Unido, Irlanda, Francia y Holanda, con tasas entre el 12-16%.
Entonces, ¿cuáles son las causas que explican, por un lado, el surgimiento y auge de los working poor durante los años 80 y 90, y por otro la disparidad geográfica de dicho fenómeno?
Las contrarreformas y las políticas de ajuste neoliberal desplegadas por los distintos gobiernos europeos desde principios de los años 80, se sitúan en la base del surgimiento y consolidación de la pobreza laboral. De hecho, aquellos países donde estas políticas han conseguido imponerse con mayor intensidad (Reino Unido, Irlanda, Francia, Holanda…), son los que muestran precisamente tasas de pobreza salarial superiores.
La caída de la tasa de rentabilidad empresarial desde finales de los años sesenta (pasándose en Europa de tasas superiores al 20% a tasas del 10-12% (4), situó al capitalismo mundial ante una encrucijada ciertamente paradójica: aquellas medidas keynesianas que habían permitido al sistema superar la situación pre-revolucionaria posterior a la II Guerra Mundial, son precisamente las que se constituyen en obstáculo del proceso de acumulación y valorización del capital treinta años después.
Esta crisis de rentabilidad será contestada por el capital mediante el recurso a las políticas neoliberales, como forma de recuperar espacios que las conquistas sociales habían arrebatado a la lógica del capital. Estas políticas se fundamentan en una masiva privatización de la propiedad estatal, en una fuerte apertura externa de las economías nacionales y en una fugaz liberalización y desregulación de los distintos mercados. En este sentido, van a resultar particularmente importantes dos procesos de liberalización y desregulación: el de los mercados financieros nacionales e internacionales, y el de los mercados laborales.
Para posibilitar la recuperación de la rentabilidad, se acomete la eliminación del «corsé» que el periodo keynesiano había impuesto a la esfera de las finanzas, al tiempo que se desencadena una fuerte ofensiva contra las conquistas históricas del trabajo: pleno empleo, contratos indefinidos, crecimiento salarial, seguridad social, pensiones, sanidad y subsidios públicos, etc. Ambos procesos se traducirán en el (re)surgimiento de una potente fracción de clase vinculada al capital financiero, con capacidad para hacer recaer sobre el mundo del trabajo el peso del ajuste neoliberal. El surgimiento de los inversores institucionales (fondos de inversión, compañías de seguros y fondos de pensiones) y su entrada masiva en el capital social de los grandes grupos empresariales, determinará el cortoplacismo y la flexibilidad de las nuevas estrategias productivas, traduciéndose todo ello en una creciente exigencia de creación de plusvalías bursátiles y en una transferencia de riesgos y costes hacia los asalariados.
En concreto, son tres las vías que explican cómo este ajuste neoliberal determina finalmente el surgimiento y extensión del fenómeno de los working poor. En primer lugar, el ajuste neoliberal en Europa se ha traducido en un bloqueo del crecimiento de los salarios reales. Así, tal y como podemos ver en la siguiente tabla, las políticas de rentas y la individualización de la negociación colectiva, entre otros factores, han supuesto una fuerte reducción en el crecimiento de los salarios reales hasta su virtual estancamiento. Pero además, el cambio en la correlación de fuerzas sociales impulsado por la ofensiva neoliberal, ha determinado que dichos salarios pasen a crecer por debajo de la productividad, lo que explica la creciente desigualdad en la distribución de la renta entre capital y trabajo a favor del primero.
De hecho, si en 1970 la participación de los asalariados sobre el PIB de la UE 15 era del 75,5%, dicha cifra había pasado al 68,4% en 2001-2002 (5).
Tabla 3. Productividad y salario real (crecimiento per capita)
Fuente: Mazier, J. (1999)
Este «ajuste salarial» ha supuesto que crecientes capas de asalariados -aquellas con peor capacidad adquisitiva y con menor poder de negociación sindical- hayan pasado progresivamente a situarse por debajo del umbral de pobreza.
La segunda vía por la cual el ajuste neoliberal ha determinado el crecimiento de la pobreza laboral en Europa es la evolución del presupuesto público. Las crecientes exigencias de los mercados financieros internacionales -blindando las condiciones globales de rentabilidad- sobre las economías europeas, han determinado una notable transformación del presupuesto público. Al tiempo que se han reducido los impuestos sobre las rentas del capital, se han realizado fuertes recortes en las partidas sociales del gasto público. Mientras, entre 1980 y 1995 aumentaba el pago de intereses a los mercados financieros internacionales por parte de la UE 11 del 2,6% al 5,6% de su PIB (6).
Los gastos sociales, que habían permanecido estancados durante los años 80 para crecer ligeramente a principios de los noventa, han sufrido un importante recorte fruto de la convergencia nominal impuesta por el Tratado de Maastricht en la segunda mitad de esta década: si en 1994 estos gastos suponían el 26,2% del PIB de la UE 15 (7), en 2000 habían pasado a representar el 23,7% del producto. Los recortes han sido además más pronunciados en las partidas correspondientes a transferencias sociales, lo que ha repercutido en que muchos hogares de trabajadores pasen a situarse por debajo del umbral de pobreza una vez que dichas ayudas han desaparecido.
Finalmente, la tercera vía que explica cómo el ajuste neoliberal ha repercutido sobre el aumento de los working poor es la relacionada con la flexibilización y precarización de los mercados de trabajo europeos. Los cambios impulsados en la formulación de las estrategias empresariales -vía corporate governance- por parte del capital financiero organizado en torno a los inversores institucionales, han exigido una flexibilización en la gestión de los recursos humanos. Así, sucesivas reformas laborales han liberalizado los diferentes mercados de trabajo europeos, promoviendo con ello las diferentes formas de precariedad laboral existentes actualmente.
El empleo a tiempo parcial y, sobre todo, el empleo temporal, eran figuras contractuales prácticamente desconocidas en la Europa de los años 50, 60 y 70. A partir de las mencionadas liberalizaciones y desregulaciones laborales, el empleo a tiempo parcial pasó a ser en 1985 el 13% del total del empleo en la UE, y el 18,2% en 2002 (8). Del mismo modo, el empleo temporal se situaba en el 8,4% y el 13,1% del total para esas mismas fechas. Además, las políticas empresariales de externalización y subcontratación llevadas a cabo por los diferentes grupos industriales y de servicios, han situado la tasa de autoempleo de la UE en torno al 13% para el año 2003.
Como podemos ver en la siguiente tabla, la posibilidad de ser un trabajador pobre es sustancialmente superior en caso de tener contrato a tiempo parcial frente a un contrato a tiempo completo, así como en caso de tener un contrato temporal frente a tener uno indefinido. Igualmente, la tasa de working poor dentro de los trabajadores autónomos es notablemente superior a la tasa correspondiente a los trabajadores asalariados. El fuerte peso del empleo femenino tanto en el autoempleo como en el empleo a tiempo parcial, permite entrever la feminización del fenómeno de la pobreza salarial.
Tabla 4. Working poor según tipo de contrato y categoría laboral, 2001. (*)
Fuente: ECHP/Comisión Europea, 2004; Strengmann-Kuhn, W. (2002)
La precariedad laboral surgida de las reformas llevadas a cabo durante los años 80 y 90 en los mercados de trabajo europeos, así como de la quiebra del poder negociador de los sindicatos de clase, se sitúa en la base del fenómeno de la pobreza salarial. La precariedad laboral -entendida ésta en términos de contratos temporales, contratos a tiempo parcial no elegidos, y externalización y subcontratación creciente del proceso productivo- ha supuesto que para un gran número de hogares trabajadores el hecho de tener un trabajo ya no sea garantía de estar protegido contra la pobreza.
Los trabajadores que se encuentran en alguna de esta tres situaciones descritas (empleo a tiempo parcial no elegido, empleo temporal o autoempleo) presentan una serie de características laborales que les hace sufrir un mayor riesgo de vivir en situaciones de pobreza. Estos trabajadores, en general, trabajan menos tiempo a lo largo de un año que los trabajadores con contrato indefinido o a tiempo completo, lo que explica, obviamente, parte del menor ingreso salarial. Asimismo, los contratos a tiempo parcial o temporales están generalmente vinculados a una demanda empresarial de flexibilidad externa, por lo que son trabajos que se sitúan en escalones de remuneración inferiores a los de contrato indefinido o a tiempo completo.
Además, la elevada rotatividad asociada a estos puestos de trabajo (particularmente a los contratos temporales) impide la acumulación de antigüedad y demás beneficios salariales dentro de la lógica tradicional de una carrera profesional.
Un elemento clave para entender la mayor extensión del fenómeno de los working poor entre los trabajadores en situación de precariedad es su débil poder de negociación, reflejado parcialmente en su menor afiliación sindical. En efecto, este ha sido uno de los objetivos centrales de las políticas de ajuste neoliberal: quebrar la capacidad reivindicativa del trabajo mediante la mutación de las condiciones en las cuales se desarrolla la relación salarial. No obstante, esta ofensiva contra el poder negociador de los trabajadores se sitúa en la base no sólo de la pobreza salarial entre las categorías laborales precarias, sino en la extensión generalizada de los working poor en el conjunto de la lógica económica europea.
El trabajo se convirtió tras, la II Guerra Mundial, en una suerte de «pasaporte de ciudadanía» para el conjunto de la clase trabajadora europea. Durante décadas, tener un trabajo era prácticamente sinónimo de capacidad adquisitiva creciente y protección contra la pobreza y la exclusión social. La ofensiva de las políticas neoliberales contra el trabajo ha resituado, una vez más en la historia del capitalismo, al salario como variable de ajuste para posibilitar la recuperación de la rentabilidad, esfumando el espejismo del «modelo social» europeo.
Esta transferencia de costes y riesgos desde el capital y el Estado hacia el trabajo se ha traducido en un progresivo bloqueo salarial y una creciente precariedad laboral, fenómenos que han determinado el surgimiento y extensión de los working poor en Europa.
NOTAS
(1) A no ser que se indique lo contrario cuando nos referiremos a la UE se excluye a Suecia, debido a que este país no participa en la base de datos ECHP, que es la fuente más completa sobre este tema y la que prioritariamente utilizaremos a lo largo del texto. Es por ello que haremos referencia, según la disponibilidad de los datos, tanto a UE11 (es decir, 12 menos 1, cuando los datos se refieren a los años 80) como a UE14 (15 menos 1, cuando se refieren a los años 90).
(2) Para definir el umbral y la tasa de pobreza utilizamos el concepto tradicional de ingreso (personal o familiar)
disponible inferior al 50% de la media nacional.
VIENTO SUR Número 82/Septiembre 2005 57
(3) Latta, M. y Peña, R. (2004) pag.23.
(4) Duménil, G. y Lévy, D. (2004) pag. 24
(5) OECD (2005).
(6) Calvo, A. (2004) pag. 319.
(7) OECD, Social and Welfare Statics (2005).
(8) Eurostat (2005)
Referencias bibliográficas
➢ Arrizabalo, X. (1997) Crisis y ajuste en la economía mundial. Implicaciones y significado de las políticas del FMI y el BM. Madrid: Editorial Síntesis.
➢ Calvo, A. (2004) «La disciplina fiscal en la UEM y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento», en Calvo, A.(coord.) (2004): Economía Mundial y Globalización. Madrid: Minerva Ediciones.
➢ Duménil, G. y Lévy, D. (2004) Capital resurgent. Roots of the Neoliberal Revolution. Cambridge: Harvard University Press.
➢ Eurostat (2005) European Community Household Panel (ECHP): Selected Indicators. Luxemburgo: Office for Official Publications of the European Communities.
➢ Eurostat (1999) European Community Household Panel (ECHP): Selected Indicators Luxemburgo: Office for Official Publications of the European Communities.
➢ Latta, M. y Peña, R. (2004) Working poor in the European Union. Dublín: European Foundation for the improvement of Living and Working Conditions.
➢ Mazier, J. (1999) Les grandes économies européennes. París: Editions La Découverte.
➢ Rigaudiat, J. (2005) «Pauvreté, précarités, emploi: bilan et perspectives», L´Economie politique, nº 26, abril 2005, 30-46.
➢ Strengmann-Kuhn, W. (2002) Working Poor in Europe: A Partial Basic Income for Workers? Ginebra: Basic Income European Network, 9th International Congress.