Una de las cosas que me cuesta más trabajo de comprender es nuestro alejamiento espiritual y humano de Portugal y sus gentes. Pudo ser entendible durante las dictaduras de Franco Y Salazar, después de la Revolución de los Claveles no tiene ninguna lógica. Hemos perdido mucho todos y lo seguiremos haciendo, en momentos en que […]
Una de las cosas que me cuesta más trabajo de comprender es nuestro alejamiento espiritual y humano de Portugal y sus gentes. Pudo ser entendible durante las dictaduras de Franco Y Salazar, después de la Revolución de los Claveles no tiene ninguna lógica. Hemos perdido mucho todos y lo seguiremos haciendo, en momentos en que la complicidad y la alianza de los pueblos ibéricos son algo más que viejas nostalgias. El «tan cerca pero tan lejos» sigue siendo, desgraciadamente, una realidad, sobre todo, hay que subrayarlo, desde esta lado de la raya.
Recientemente se celebraron elecciones municipales y locales en el país lusitano que, a mi juicio, tiene mucha importancia y trascendencia también para nosotros, al menos, una referencia que pude ayudar a entender algunos dilemas de la izquierda alternativa española. El primer dato, nada sorprendente por lo demás, es la elevada abstención y el crecimiento de los votos nulos y en blanco. En concreto, dejaron de ir a votar el 47,40 de los inscritos; el 3,87 votaron en blanco y el 2,95 anularon su voto.
Un segundo dato de interés, fue el fuerte retroceso de las dos derechas en coalición y la clara recuperación del Partido Socialista. La tendencia es bastante común: se vota contra los gobiernos que aplican las políticas de ajuste neoliberales, con la excepción, bien significativa, de Alemania. Lo de la recuperación del PS es singular: han bastado apenas dos años de gobierno de la derecha para que la ciudadanía se olvide el gobierno de Sócrates y ponga de nuevo su confianza en el social liberalismo. Ciertamente, el PS obtiene peores resultados que en las anteriores elecciones municipales del 2009, pero ser de nuevo primera fuerza y alcanzar una votación de entre 35 y 36 por ciento es un dato especialmente sobresaliente. La nueva dirección del PS se demarcó de las políticas de la derecha gobernante y acentuó, sin demasiada radicalidad, su perfil de oposición responsable. No mucho más.
Un tercer dato fue, hasta la prensa española ha tomado nota, el ascenso del Partido Comunista Portugués y el retroceso del Bloque de Izquierdas. Algo más de un 12 por ciento de media dicen mucho del tipo de organización de los comunistas portugueses: un partido-comunidad, sólidamente asentado en sus territorios e instrumento de las personas en momentos difíciles. Esto es fundamental: las clases trabajadoras saben que los comunistas no les fallarán y que estarán ahí, dando seguridad, sacrifico y entrega a la causa, como siempre.
El Bloque retrocede, moderadamente, en momentos de excepción y de crisis económica y social. Creo que no hay que extrañarse demasiado: desde sus inicios ha representado a sectores intelectuales y capas medias urbanas, grupos juveniles y, en general, a una parte de la población que pretendía situarse más allá del tradicional alineamiento entre socialistas y comunistas. Las elecciones locales siempre han sido las más difíciles para ellos, dada su debilidad organizativa y un arraigo territorial poco consolidado.
El cuarto elemento, tiene que ver con el surgimiento de candidaturas independientes. El fenómeno no es menor: consiguen gobernar en la segunda ciudad del país (Oporto) y se extienden en toda la geografía lusa. Se trata de una señal más de la crisis (junto con la elevada abstención y los votos nulos y blancos) del sistema de partidos imperante. Cabe pensar que se trata más de formas que de contenidos; más de un difuso rechazo de los partidos dominantes que de una alternativa sistémica.
Estas elecciones nos dicen muchas cosas a nosotros, a los hombres y mujeres que defendemos la construcción una oposición para la alternativa en nuestro país. Lo central: las crisis no significan sin más superación y avance; es más, la historia de nuestro país nos dice mucho, pueden suponer retrocesos enormes y restauraciones de lo peor de la etapa anterior. Cuando hablamos de crisis del Régimen monárquico del 78 estamos diciendo que una forma de dominio político se ha agotado históricamente y que comienza una etapa de transición cuyo centro es la conservación o la transformación de una determinada correlación de fuerzas que todo régimen institucionaliza y perpetua. Esta es la batalla real, en este sentido, cabe decir que el pasado no volverá y si lo hace, será para peor.
Es que a una fuerza material solo cabe oponerle otra fuerza material y a ser posible vencedora. Cuando comenzó la «Gran Recesión» se dijo que el neoliberalismo estaba en crisis y hasta se habló de «refundar el capitalismo». Hoy sabemos que lo que realmente se iniciaba para los países del sur de la Unión Europea fue la «gran regresión» producto de una ofensiva brutal de los poderes económicos apoyada por la derecha y la izquierda de la derecha. Si la izquierda no construye una alternativa social, cultural y electoral al neoliberalismo dominante este no se hundirá y las poblaciones pagarán, como ya lo están haciendo, un altísimo precio. Se trata de una verdadera regresión civilizatoria.
Crisis de Régimen pues, pero no hundimiento; sí conflicto, sí disputa durísima por la hegemonía en el proceso y sí lucha entre conservación-restauración, por un lado, y avance-ruptura democrática, por otro. Este es el contenido sustancial de la fase política que vivimos y, no se debe olvidar, que tendrá ganadores y perdedores. Lo fundamental es discernir, aquí y ahora, lo que realmente está en juego.
La peor de las actitudes posibles es pensar que estamos ante una discontinuidad pasajera y que pasados unos años todo volverá a ser lo que fue. Se quiere ignorar, no se quiere afrontar, que el pacto social y político que hizo posible la llamada Transición Democrática ha sido roto unilateralmente por los poderes económicos, políticamente representados por lo que se conoce por la Troika y apoyado por la clase política española (incluidas la burguesía vasca y catalana).
Lo que dicen también las elecciones portuguesas es que el bipartidismo ha sufrido reveses muy serios, desgastes especialmente fuertes, pero de ahí concluir que está en su etapa terminal es un error que hay que evitar; el bipartidismo no caerá por si solo por mucho que se le denuncie y critique: hay que crear una alternativa política y electoral, una fuerza material, que lo derrote, iniciando así el cambio en nuestro país. El bipartidismo ha sido y es un modo de organizar el poder para que los intereses de la oligarquía dominante no fuesen cuestionados ni puestos en peligro por la soberanía popular, por eso sigue siendo el fundamento del Régimen monárquico. No entender esto es equivocarse mucho y generar las condiciones para una transición que signifique la enésima Restauración borbónica y la derrota de las clases populares.
Derrotar el bipartidismo, construir la alternativa democrático-republica y reivindicar el poder constituyente de la ciudadanía es un mismo proceso. Repartirse la piel del oso del bipartidismo antes de tiempo es un grave error, lo primero es cazarlo y sabemos que será una tarea extremadamente difícil, por mucho que las encuestas señalen tendencias y que los tertulianos de turno insistan una y otra vez que se termino el predominio del PP y del PSOE. Lo que está en juego es el poder de los que realmente mandan: no los dejarán caer sin una lucha feroz.
La otra cuestión clave es el tiempo, el tiempo histórico social. La transición ha comenzado y las fuerzas de la restauración siguen trabajando a fondo. Andan liados ahora con las (contra) reformas económicas y sociales e inician ya las políticas. Las señales son claras: usar la «anti política», que ellos han creado, contra la política democrática, con el objetivo de domesticar y anular la soberanía popular, empezando por el sistema electoral. La llamada «cuestión catalana» será clave.
Lo que no se haga ahora es posible que mañana no se pueda hacer: el tiempo cuenta y mucho.
http://www.cuartopoder.es/tribuna/aprender-de-portugal-el-tiempo-y-la-piel-del-oso/5152