El fracaso de la Cumbre europea con la que ha terminado la presidencia luxemburguesa se ha cargado al DEBE de los referendos francés y holandés. Esa es una manera como otra cualquiera de escamotear la índole del problema y seguir mareando la perdiz «europeísta» prêt á porter. Una cosa es el fracaso del texto de […]
El fracaso de la Cumbre europea con la que ha terminado la presidencia luxemburguesa se ha cargado al DEBE de los referendos francés y holandés. Esa es una manera como otra cualquiera de escamotear la índole del problema y seguir mareando la perdiz «europeísta» prêt á porter. Una cosa es el fracaso del texto de Giscard d´Estaing y otra de mucha más enjundia el resultado final de una historia delirante en la que desde el inicio había una contradicción «in términis».
El Tratado de Mäastricht supuso una doble renuncia: la de una Política Exterior de Seguridad Común y la del avance hacia una Unión Política. En lugar de ello se afianzó y aceleró la marcha hacia la Moneda Única, con la paulatina pérdida de soberanía económica y monetaria de los Estados y la implantación de un gigantesco acto de planificación burocrática de la economía: la Convergencia Monetaria, rematada en el Tratado de Ámsterdam con el nombre de Pacto de Estabilidad y Empleo.
Alemania y Francia impusieron la consecución del Déficit 0 e incluso el Superávit mediante rigurosas medidas de contención en los Gastos Sociales, privatización del Sector Público y una disciplina presupuestaria regida por la más feroz de las políticas neo-liberales. Los distintos gobiernos españoles aprovecharon la carta en blanco y realizaron las aplicaciones necesarias para tal fin. Sin olvidar la introducción de prácticas, tan novedosas y fraudulentas, como lo que se concretan en lo que ha venido en llamarse «Contabilidad creativa».
Al primer revés medianamente serio a este cuento de la lechera, alemanes y franceses han rebajado y conseguido el apoyo de los demás, las urgencias con las que fuimos bombardeados aquí en España por los «europeístas» de arropía y oropel. Pero el problema más serio estribaba -y estriba- en algo tan simple como estas preguntas ¿Cómo puede construirse una unidad creciente con un Presupuesto que entonces era del 1´27 del PIB europeo? ¿Cómo puede cuajar un proceso que tienda a una convergencia social y económica si no hay una armonización fiscal? ¿Por qué existen los paraísos fiscales europeos?
Cuando la Unión Europea está compuesta por 25 Estados el Presupuesto es el 1% y se pretende su disminución. Los Estados Unidos de América para una población que es casi la mitad de los actuales 470 millones de la UE tiene un Presupuesto que es el 30% de su PIB. ¿Podemos hablar de un avance hacia la Europa Federal? En consecuencia el problema de la llamada construcción europea radica en que ésta no puede hacerse si no es desde otra óptica que implique la Convergencia Social y las medidas consecuentes con la misma.
Diez Estados han quedado por ahora compuestos y sin novia presupuestaria ¿qué le dirán sus gobiernos a las poblaciones que han padecido reconversiones y disciplinas sin cuento en nombre de Jauja y el Cuerno de la Abundancia? ¿cuándo aquí en España habrá un debate, previa información acerca del dinero recibido de la Unión Europea y también acerca del tejido productivo destruido, reconvertido o privatizado en aras de la integración?