Los insumisos lograron el domingo un avance espectacular en dos electorados aparentemente opuestos: su discurso claro sobre la discriminación, sumado a la llamada al voto útil contra la extrema derecha, les permite articular un caladero de electoral transversal. La estrategia desplegada por el movimiento se ha centrado en dirigirse a las clases trabajadoras de las ciudades, en gran parte de origen migrante, mientras Marine Le Pen ha optado por los trabajadores del campo, un perfil más cercano a los chalecos amarillos. El voto a Mélenchon se concentra ahora en los antiguos bastiones socialistas consiguiendo devolver a la izquierda las metrópolis que habían virado hacia Emmanuel Macron en las presidenciales de 2017.
¿Qué tienen en común un parisino del Distrito 10, donde el metro cuadrado cuesta 10.000 euros, y un habitante de Franc-Moisin, uno de los barrios más desfavorecidos de Seine-Saint-Denis en Francia? En estos dos lugares, que a primera vista no se parecen en nada, Jean-Luc Mélenchon se impuso este domingo en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas.
Es una de las principales lecciones de esta campaña y tal vez el inicio de una nueva era en la reconquista del electorado para la izquierda: el domingo, los insumisos, que reunieron más del 22% de los votos a nivel nacional, lograron un avance espectacular en las grandes ciudades y en los suburbios.
Mélenchon ha conseguido construir en torno a su candidatura, incluso más que en 2017, una alianza de las clases trabajadoras con las que él mismo llama «clases medias informadas». Todo ello combinado con un llamamiento al «voto útil, que resonó con fuerza en esas clases medias, y una apelación proactiva al electorado de los barrios obreros. Una «coalición electoral bastante interclasista», según la expresión del geógrafo Jean Rivière, que explica la amplia ventaja del los insumisos sobre los candidatos ecologistas, comunistas y socialistas, cuyo electorado se atrajo para sí.
Un voto «útil» en las ciudades grandes y medianas
Una ola de color rojo granate irrumpió el 10 de abril en el corazón de las metrópolis. En las ciudades en las que La France Insoumise (LFI) ya había quedado en primer lugar en 2017, Jean-Luc Mélenchon aumenta su marcador, a veces con un gran salto. Es el caso de Montpellier, ciudad que volvió al Partido Socialista en 2020, donde ganó más de 9 puntos sobre el resultado anterior, o de Toulouse, donde pasó del 29% al 36% de apoyo electoral en cinco años.
En Marsella, donde el candidato había sido elegido triunfalmente diputado en 2017, ha conseguido ahora un muy buen resultado. A pesar de su trayectoria como parlamentario, cuanto menos desigual, ha ganado siete puntos en la segunda ciudad de Francia respecto a las últimas elecciones presidenciales, sumando más de un tercio de los votos y superando a Emmanuel Macron.
«Con el 31% de los votos, el candidato de unidad popular confirma tras las elecciones municipales que la izquierda gana peso en Marsella», subraya el diario independienteMarsactu. Esta web señala que, en la ciudad de Benoît Payan [alcalde de Marsella], el candidato insumiso se impuso sin el apoyo de la izquierda local: solo un representante electo, de los cincuenta y cinco que constituyen la mayoría de Printemps Marseillais, había llamado a votar por su candidatura.
En cambio, en Lille, la LFI pudo apoyarse en las redes de dos destacados diputados (Ugo Bernalicis y Adrien Quatennens), y ganó diez puntos respecto a las últimas elecciones presidenciales, superando el 40% de los votos en el feudo de Martine Aubry [la alcaldesa socialista de Lille]. Mélenchon también mantiene su ventaja, en torno al 30%, en Le Havre, donde ocupa la alcaldía el ex primer ministro Édouard Philippe.
En los grandes municipios en los que no se ha colocado en cabeza ni esta vez ni la anterior, también ha registrado incrementos significativos. En París, ha pasado del 19% al 30% (aunque el jefe del Estado sigue en gran medida a la cabeza), superando a Anne Hidalgo, que recibió menos de 23.000 votos en la capital en la que es alcaldesa.
El voto a LFI en las ciudades se concentra así en los antiguos bastiones socialistas. Mélenchon consiguió así devolver a la izquierda las metrópolis que habían virado hacia Emmanuel Macron en 2017, como Nantes (33%), Rennes (36%) o Villeurbanne (37%). Municipios dirigidos por el «equipo de alcaldes franceses» de los que hizo bandera Anne Hidalgo en su campaña y en los que la socialista obtuvo resultados microscópicos (entre el 2 y el 3%). Es una clara (y cruel) victoria sobre el partido de la rosa a quien Mélenchon había declarado, en 2017, querer «sustituir».
La candidatura también logra una amplia ventaja en casi todas las ciudades ganadas por Los Verdes en 2020. Ganó 11 puntos en Estrasburgo (35%), superando tanto a Emmanuel Macron como a Yannick Jadot, candidato al Elíseo por Europa Ecología Los Verdes. Lo mismo ocurrió en Lyon o en Poitiers.
Para el politólogo Simon Persico, no es una sorpresa: «Son los mismos que votaban al PS, los que luego votaron a los Verdes en las elecciones municipales y los que han votado a Mélenchon en estas elecciones presidenciales. Jean-Luc Mélenchon ganó en las ideópolis, los grandes centros urbanos donde predominan los jóvenes universitarios, bastante favorables a la globalización, que votaron a favor del candidato mejor situado de la izquierda», observó. De hecho, en este archipiélago metropolitano que concentra los centros de decisión económica y política, Mélenchon está sobrerrepresentado en comparación con sus resultados nacionales.
Jean Rivière, profesor de Geografía en la Universidad de Nantes, también ve un efecto del voto útil en una campaña que parece haberse convertido «unas primarias salvajes» para izquierda. Incluso cree que estos muy buenos resultados en estas ciudades históricamente de izquierdas deben cruzarse con variables de edad. En estas zonas recientemente aburguesadas, la población más joven se vio más atraída por este voto de «ruptura».
El investigador, que aún no ha examinado los resultados en detalle, también espera ver confirmada la hipótesis de que es en los barrios de trabajadores de las ciudades donde la formación consigue sus mejores ratios. Un ejemplo es el mapa electoral de París: en el este de la capital, una zona en proceso de gentrificación pero que alberga todavía bolsas de población de clases populares, prevalece el voto melenchonista; el oeste, que incluye a una antigua población burguesa, se posiciona claramente a favor de Emmanuel Macron y, en menor medida, del ultraderechista Eric Zemmour.
Una victoria en los ex ‘suburbios rojos’
Además de este electorado de clase media de las grandes ciudades, que se decantó, en parte por razones estratégicas, por Mélenchon, donde el líder insumiso logra unos resultados impresionantes es en los barrios obreros situados en la periferia de las grandes ciudades. El voto a Emmanuel Macron, que prometió en 2017 hacer triunfar a los «talentos» de los suburbios, se ha desplomado.
En Île-de-France [Región de París], Jean-Luc Mélenchon se impuso superando al actual presidente de la República. El mismo fenómeno en su antiguo bastión de Essonne, donde se sitúa muy por delante, pero también en Val-de-Marne, y sobre todo en Seine-Saint-Denis, donde los insumisos se acercaron al 50% en la primera vuelta.
Ha aumentado entre 15 y 20 puntos en las ciudades de los antiguos suburbios rojos, como La Courneuve (64%), Saint-Denis (61%), Stains (60%), Sevran (54%) o Saint-Ouen (51%). Y también ha llevado a cabo una OPA en comunidades en poder del PCF, como en Bobigny (Seine-Saint-Denis). Lo mismo en Grigny (Essonne), donde el alcalde comunista fue elegido «mejor alcalde del mundo» en 2021 (56% para LFI, frente a 4,4 para el PCF), o en Champigny-sur-Marne (Val-de-Marne), la ciudad de Georges Marchais, el líder histórico de los comunistas franceses, donde Mélenchon ha cosechado el 40% de los votos, frente al 4,2 de su competidor, el PCF.
Según Yann Le Lann, ese resultado sólo puede explicarse por una transferencia de votos dentro de la izquierda: «En los barrios, el voto a Mélenchon es cualquier cosa menos un voto útil», dice el sociólogo. Obtener puntuaciones que superan el 60% en Gennevilliers o Saint-Denis significa además que hay un voto de apoyo muy fuerte.
¿La victoria de la izquierda de ‘Terra Nova’?
Este liderazgo indiscutible en estas zonas parece validar la estrategia desplegada por el movimiento, que se ha centrado en dirigirse a las clases trabajadoras de las ciudades (en gran parte de origen inmigrante), cuando Marine Le Pen, con algunas excepciones, se dirigía al electorado de clase trabajadora del campo (con un perfil rural, más cercano a los chalecos amarillos).
Desde 2018 y la celebración por parte del movimiento de los primeros Encuentros Nacionales de Barrios Populares en Épinay-sur-Seine, con el objetivo de dar visibilidad a los nuevos actores del antirracismo–en particular el Comité Adama–, LFI se ha comprometido en un trabajo a largo plazo dirigido a estas poblaciones presas de la discriminación, la violencia policial o la islamofobia.
No es sólo una apuesta electoral, dice Éric Coquerel, diputado del movimiento por Seine-Saint-Denis, que destaca que es una prioridad que se ha adoptado internamente ya que la defensa de las clases trabajadoras es la razón de ser de la izquierda. En cualquier caso, Jean-Luc Mélenchon nunca ha dejado de ocupar ese terreno: además de sus propuestas económicas y sociales de «ruptura» conla deriva liberal de la socialdemocracia, se ha posicionado como el defensor de estos barrios populares, participando, en noviembre de 2019 en la manifestación contra la islamofobia,defendiendo a los «musulmanes» en los platós televisivos, denunciando la violencia policial o actualizando el concepto de «criollización».
Además, el intenso trabajo de comunicación en las redes sociales, sobre todo en TikTok, donde Jean-Luc Mélenchon ha sido transformado por su joven equipo en una especie de icono de la cultura pop, así como los vínculos mantenidos con los influencers de los realities, también le han permitido ganar notoriedad entre un público de jóvenes que no se ha politizado a través de los medios tradicionales.
Por otra parte, la candidatura de Éric Zemmour, a la que Mélenchon se opuso frontalmente durante un debate que disgustó a varios intelectuales de izquierdas, fue «un factor de movilización de los jóvenes que vieron que Mélenchon tenía un discurso claro», dijo Alexis Corbière. El diputado de la LFI por Seine-Saint-Denis desliza que, por el contrario, la línea de Fabien Roussel, el candidato comunista en las presidenciales, hablando de «la fracción radicalizada de los distritos periféricos» o invitando a personas cercanas a la Primavera Republicana bajo la cúpula del Coronel-Fabien ha contribuido a la pérdida de votos para los comunistas en los distritos.
Este análisis lo corrobora el presidente socialista del consejo departamental de Seine-Saint-Denis, Stéphane Troussel. «En general, la campaña está lejos de haber fascinado a las multitudes. Por otro lado, había tal rabia contra Zemmour en los barrios populares que motivaba a la gente a salir de sus casas para votar. A partir de entonces, Mélenchon parecía ser el único que permitía que se respetara a la gente frente a sus insultos diarios», dice.
“Si Mélenchon es muy fuerte en los barrios obreros de la periferia es porque ha logrado combinar una lógica de discriminación y una lógica de clase», analiza Yann Le Lann. Incluso se ha convertido en hegemónico entre las personas de origen norteafricano y subsahariano, como en Guadalupe, Guyana y Martinica. Pero cuidado, continúa: «Sería totalmente simplista analizarlo como un voto comunitario. En un contexto de debate público de extrema derecha, algunas de las personas que sufren el racismo buscaban a alguien que fuera capaz de mantener la línea contra esta ofensiva. Lo hizo, y al final dio sus frutos».
Simon Persico, por su parte, ve paradójica la victoria póstuma de la Izquierda de Terra Nova, llamada así por el think tank cercano al Partido Socialista que, en la década de 2000, abogaba por que la izquierda uniera tanto a titulados universitarios del centro de la ciudad como a las «minorías de los barrios obreros» en torno a un discurso que promoviera «valores culturales y progresistas».
Una teoría que es refutada enérgicamente por los insumisos, que no tienen la misma visión. Éric Coquerel considera que las elecciones confirman lo contrario, «el fin de la izquierda de Terra Nova» que actuó precisamente, según él, «para que la izquierda dejara de hablar a las clases trabajadoras centrándose en un electorado bobo».
La diputada de Seine-Saint-Denis Clémentine Autain está en la misma línea: «En el documento se planteaba la sustitución de un electorado por otro, y abandonar la idea de la lucha de clases. Hicimos lo contrario. Nuestra campaña nunca se liberó de la cuestión social, si bien es cierto que inyectamos nuevos temas como el feminismo y el antirracismo, que permitieron unir a estos dos electorados”.
Una alianza valiosa, aunque frágil, que sin duda se reflejó en las urnas esta vez. Sin embargo, falta otro componente, decisivo si se aspira a ser mayoritario: el electorado popular y a menudo abstencionista de las antiguas áreas industriales, menos multiculturales, que el bloque melenchonista no logró movilizar. Es el próximo reto que se plantea en los próximos años.