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En su apogeo, el sueño de Luiz Inácio Lula da Silva de un cambio sin conflictos conquistó muchos corazones y mentes.
En 2024, la estrategia clásica de Lula –ceder ante las élites para abrir resquicios a las políticas sociales– se verá bloqueada por el marco fiscal. Los nuevos impuestos no han aumentado el gasto público. Estabilizar la democracia exige cambios estructurales.
Bolsonaro es el representante brasileño de un «autocratismo con sesgo fascista» en el cual la erosión democrática se da a los pocos, llena de vaivenes y distorsiones de los hechos, sin rupturas definitivas, como demostraron las manifestaciones del 7 de septiembre. Ante eso, la oposición democrática necesita usar cualquier espacio disponible para reducir el bolsonarismo a un grupo de lunáticos aislados, sostiene el autor en este artículo.
Traducido del portugués para Rebelión por Alfredo Iglesias Diéguez