Felipe Portales

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En un nuevo aniversario de la inauguración de la dictadura más terrorista padecida en Chile, es muy pertinente recordar que en este mes de septiembre se cumple el centenario de uno de los actos de terrorismo de Estado más desconocidos de nuestra historia.

Quizá la mayor falacia de los 30 últimos años ha sido que nuestra historia reciente se habría fundamentado en una política de “consensos” entre la derecha y la “centro-izquierda” concertacionista.

Las elecciones del 15 y 16 de mayo pasado constituyeron una sorprendente y muy positiva derrota de las dos derechas que han impuesto y consolidado una democracia de mentira y un modelo económico-social extremadamente neoliberal en Chile.

Muy desgraciadamente, hemos llegado a ser el peor país del mundo en materia de enfermos hospitalizados por covid en relación a la población, que es lo que mide el riesgo efectivo de cada persona de caer en dicha situación. Esto, de acuerdo al Worldometer, y dejando fuera a Brasil que entrega datos manifiestamente falsos en la materia desde el momento de que hace más de dos meses entrega que siempre tiene el mismo número.

El 3 de febrero de 2021, se conmemora el centenario de la matanza de obreros mineros de San Gregorio (oficina salitrera cercana a Anfofagasta) que fue la primera masacre de nuestra historia realizada por un gobierno pretendidamente anti-oligárquico como el de Arturo Alessandri, y cuya elección había movilizado efectivamente a sectores medios y populares bajo banderas de profundos cambios sociales en beneficio de las grandes mayorías nacionales.

A más de alguien puede llamarle todavía la atención el título de este artículo. Pero desgraciadamente la realidad política, económica y social de los últimos 30 años nos demuestra, más allá de toda duda, que nos enfrentamos a dos derechas que han cogobernado en la práctica –más allá de sus discursos- consensualmente a Chile.

¿Qué diría usted, si una coalición gobernante teóricamente de centro-izquierda, legitimara, consolidara y perfeccionara en la práctica un modelo neoliberal heredado de una feroz dictadura, con todas sus estructuras económico-sociales fundamentales?

El próximo 15 de noviembre se cumplirá un año del funesto acuerdo que impedirá –pese al plebiscito- que tengamos una Asamblea Constituyente que, de modo libre y soberano, se dote de su propio reglamento y que apruebe mayoritariamente un nuevo texto constitucional para Chile. En efecto, al imponerle de modo antidemocrático e inmodificable un quórum de dos tercios, aquel acuerdo –refrendado en diciembre pasado por una Reforma Constitucional- está haciendo imposible lo anterior.

Es claro que en los sucesos políticos –sobre todo en los más trascendentales- es difícil llegar a consideraciones objetivas. Son muchos los intereses y pasiones involucrados en ellos. Pero hay que hacer el máximo esfuerzo posible para esto, si queremos comprenderlos cabalmente.

Notablemente, el destacado líder histórico de la Concertación, Ignacio Walker (ex presidente del PDC, senador y ministro), ha reconocido, en definitiva, en el artículo “Sobre los 2/3 y la Nueva Constitución” (“El Mostrador”; 9-10-2020) que la mayoría popular de centro-izquierda tradicional en Chile, que naturalmente se expresará en la mayoría de los convencionales a elegir -luego del evidente triunfo del “Apruebo” que tendrá lugar el próximo 25 de octubre- no tendrá la posibilidad de aprobar una Constitución que represente su voluntad.

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