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Sin haberse cansado del desprecio de Joe Biden a sus ofrecimientos como fregona oficial de la OTAN, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, nuevamente ha mostrado su inexistente talla moral, esta vez frente a la muerte de cerca de 40 personas perpetrada por sus sicarios marroquíes a los pies de la valla de Melilla, donde una vez más, desangelados del mundo fueron inmolados en defensa de la democracia, la libertad y el libre mercado.

Las tensiones entre la República Democrática del Congo (RDC) y Ruanda llevan décadas acumulándose a lo largo de los 765 kilómetros de la frontera común y todo parece estar dispuesto para que un nuevo conflicto armado estalle en el continente africano.

El activismo antimusulmán del Primer Ministro indio Narendra Modi y el de su partido el Bharatiya Janata Party o BJP (Partido Popular Indio), parece haber dispuesto que los trescientos millones de dioses que, se dice, tiene el hinduismo se han puesto en marcha contra Alá.
Desde que en 2012 el fenómeno del terrorismo integrista islámico estalló en el norte de Mali, ha ido en constante crecimiento desbordando las fronteras del Sahel, principalmente hacia Níger y Burkina Faso, país al que llegó en 2015 y desde entonces no ha detenido sus acciones cada vez más arriesgadas y sangrientas, alentadas por la inoperancia de los ejércitos nacionales, la misiones de las Naciones Unidas y particularmente por la Operación Barkhane, una fuerza de 5.000 hombres del ejército francés que nada hizo desde su llegada a la región en 2012.

Pasada una semana de los ataques a la iglesia católica San Francisco Xavier en la ciudad de Owo, en el estado de Ondo al sudeste de Nigeria, poco se sabe de los responsables y las razones para el asalto del pasado domingo día 5 en el que murieron entre 22 y 50 personas y cerca de un centenar quedaron heridas tras ser sorprendidas en plena celebración de la misa, que fue interrumpida con disparos y explosiones.

Con la sobreactuación de los que no se conduelan por nada, en Occidente ciudadanos, figuras estelares, prominentes, referentes morales y políticos intachables -como Boris Johnson- que nunca habrían podido señalar Ucrania en un planisferio, desde hace poco más de tres meses lloran, todas las veces que pueden, a cada uno de los muertos que está dejando la contraofensiva que Rusia desarrolla frente a las agresiones de la OTAN en territorio ucraniano.
Como si nada hubiera pasado, desde el 15 de agosto último la situación en Afganistán sigue siendo absolutamente crítica, es decir absolutamente normal, desde hace por lo menos cuarenta años, Si observamos fríamente el país solo podríamos decir que se produjo un cambio de autoridades y nada más, que a casi nueve meses de producido ese cambio nadie se ha dado por enterado.

Por remoto que nos parezca Gorno-Badakhshan (GBAO), en el este de Tayikistán y a más de 2.000 metros de altura, en el contexto de la crítica situación internacional dada por la guerra que los Estados Unidos, vía la OTAN, han declarado a Rusia en Ucrania, hoy aquella región autónoma se encuentra a tiro de piedra de todo y con condiciones para convertirse en un nuevo foco de tensión en Asia Central, una región en la que tanto Rusia como China tienen una fuerte influencia política e importantes intereses económicos. Beijing, por ejemplo, ha hecho sustanciales inversiones en el área de la minería, al tiempo que ha dado créditos al Gobierno tayiko por más de 3.000 millones de dólares para el desarrollo del país.