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Crónica de una inmigrante indocumentada en Estados Unidos.
Mucho han dolido las humillaciones que sufren los migrantes centroamericanos indocumentados que tratan de atravesar México para llegar a Estados Unidos, buscando salvarse de la violencia institucional del narco-Estado: en el caso de Guatemala, El Salvador y Honduras.
A nosotros, la generación de la desmemoria, la manada pírrica de niños que crecieron en la postdictadura latinoamericana, no nos dejaron nada más que el bagazo.
Lo que vemos en el gobierno es sólo el reflejo de lo que somos como sociedad, ningún político llegó de otro planeta, lo que vemos en el Estado salió de las meras entrañas de un país podrido.
Generacionalmente nos han dicho, desde tiempos postdictaduras que en boca cerrada no entran moscas, de ahí que nos colguemos y seamos tan descarados, porque no se trata del miedo por lo que vivieron nuestros abuelos en las dictaduras, sino de voltear a ver hacia otro lugar cuando la violencia la viven los pueblos originarios que siempre han sido vistos como los mozos al servicio de los mestizos urbanos. Los más apaleados, los empobrecidos, los explotados hasta reventarles el cuero, los asesinados en masa.
¿Qué gobierno democrático latinoamericano les dirá “mi casa es su casa” a los migrantes haitianos? ¿Cuál es pues el humanismo de los grandes defensores de la memoria histórica latinoamericana ahora que sus hermanos haitianos los necesitan?
Después del cerco la patria se convierte en añoranza perenne. Lo saben los indocumentados más que nadie. Se convierte en esa carta vieja de papel roto por tanto doblarse y desdoblarse.
El 4 de agosto se inauguró en Venezuela, la Bienal del Sur, Pueblos en Resistencia. Esta Bienal cuenta con la participación de 127 artistas de 26 países y tengo el enorme privilegio de estar participando con una de mis pinturas. De la serie Mi familia, el título de la pintura es “A la arada”. Óleo sobre lienzo.
Históricamente para la sociedad clasista y racista, en el arrabal se conjugan todos los males del mundo, por ende, quien es del arrabal automáticamente tiene que ser: ladrón, abusador, extorsionador, violador, asesino y todo lo que a la mente humana se le pueda ocurrir.
En medio de un sistema putrefacto infestado de corrupción e impunidad que carcome hasta los últimos cimientos de la sociedad guatemalteca y se lleva a su paso las vidas de miles de víctimas, resuella una brigada médica que carga en hombros a los más vulnerados, porque llega a donde los médicos nacionales no van. Y son los médicos cubanos dispuestos a enaltecer la labor de salvar vidas.