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Sin reforma del Estado, no existen posibilidades de instaurar un nuevo régimen, ni mucho menos de emprender una Cuarta Transformación de la vida pública de México.
Sin viraje en el modelo económico, no existirá cambio de régimen ni Cuarta Transformación. Menos aún existirá dicha transformación en el maremágnum perseverante de las ancestrales condiciones adversas de una sociedad subdesarrollada y desigual como la mexicana.
Aunque obvias, pero recurrentemente soslayadas, dos ideas son fundamentales en aras de comprender el tema: a) para que una sociedad goce de mínimos de bienestar, precisa del crecimiento económico.
En los últimos tiempos, se convirtió en un lugar común y en una frase elaborada asumir que el principal problema público de una sociedad subdesarrollada como la mexicana es la corrupción.
El signo de los tiempos que corren es la incertidumbre y la incapacidad de las sociedades para atemperar sus efectos y riesgos. La desbocada carrera por la construcción de las estructuras de poder en el mundo contemporáneo, no solo se torna disruptiva y hasta destructiva, sino que redefine la vida cotidiana de las naciones y los individuos.