Isabella Arria

Artículos

La confirmación de una nueva variante del coronavirus, bautizada como Omicron y detectada en Sudáfrica prendió todas las luces de alarma en el mundo, estremeció los mercados bursátiles y derrumbó los precios de las materias primas industriales, entre ellas el petróleo, ante el temor de que sean necesarias medidas que limiten la movilidad y la actividad productiva que frenen la titubeante recuperación de la economía mundial.

La prensa hegemónica occidental parece no tener respuesta a la toma de Kabul, la capital de Afganistán, por las fuerzas rebeldes, ni a la huida del presidente Ashraf Ghani junto al embajador de Estados Unidos, mientras los dirigentes del integrismo sunita triunfante, se instalaron en el palacio presidencial y proclamaron el califato islámico.

El Tribunal Superior británico otorgó a Estados Unidos permiso para ampliar los fundamentos de su pedido de extradición del fundador de Wikileaks, Julian Assange, a quien acusa de espionaje, luego de que una corte inferior había bloqueado la extradición, coincidiendo con las renovadas presiones de Washington.

Es probable que once personas estén muriendo de hambre cada minuto en el mundo, superando el número de fallecimientos que provoca la Covid-19.

Los ministros de Finanzas del G-20 alcanzaron en Venecia un acuerdo histórico para crear un impuesto global mínimo a las empresas multinacionales, el cual se espera que entre en vigor en 2023 con una tasa no inferior a 15 por ciento. Este nuevo gravamen aplicará a las menos de 10 mil grandes compañías cuya facturación supera 890 millones de dólares anuales, y está particularmente dirigida a las 100 empresas más rentables del planeta que concentran más de la mitad de las ganancias mundiales.

Todo el escenario previo a la cumbre ruso-estadounidense en Ginebra presagiaba una reunión hostil donde se sacaran chispas y el preámbulo de una nueva guerra fría.

El número real de muertes por coronavirus es dos o tres veces superior a los 3,4 millones de decesos notificados hasta ahora: es decir, las cifras reales de fallecidos podrían estar entre los seis, ocho o hasta 10 millones de personas.

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