Julio Fernández Peláez

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En un intento desesperado por acabar con la poca sensatez que quedaba en el mundo, los medios de comunicación lanzan bombas de información envenenada sobre una población ávida de respuestas. La gente ya no se fía del sentido común, quiere soluciones rápidas y eficaces, pero sobre todo contundentes. Y dentro de esa contundencia es donde debemos enmarcar la palabra «ecolojetas» para definir a los ecologistas cada vez que sucede una tragedia que afecta tanto a humanos como al medio natural.

Desde el Ministerio de Propaganda les presentamos los 11 principios PJG, en honor a Paul Joseph Goebbels, para su aplicación directa en las artes, la educación, la comunicación y el mantenimiento de las instituciones, tomando como ejemplo un caso práctico de máxima actualidad.

A medida que el biofascismo avanza, las heridas sobre el planeta son cada vez más evidentes. Vivimos tiempos contradictorios en los que los conceptos son retraídos de su acepción original para ocupar lugares indeterminados donde reinan la anfibología y la confusión inducida.

Lo digo ya en las primeras líneas de este artículo: para las personas que practican el activismo medioambiental, el ecologismo es, en primera instancia, una permanente construcción de principios de precaución que ponen en entredicho los «principios» comúnmente establecidos.