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Acomodarse con la institucionalidad pinochetera no es algo que le cueste demasiado a esta albóndiga compuesta de Frente Amplio y Concertación new wave aderezada con reminiscencias comunistas, mientras las urgencias las definan los empresarios.

Servidor, alejándose -una vez no es costumbre- del lenguaje que afecciona, declara que ese “texto final” se lo pueden acomodar en el orto.
Reflexión hecha caí en la cuenta de que Chile tampoco es una República.
Quienquiera hace el elogio del consenso, intenta estafarnos. Busca pasar catas por loros, caballa por atún. Con el meloso discurso de la paz y el paraíso en la Tierra no desea sino hacer de cada ciudadano un incapaz jurídico y mental.

Sabemos que estamos en presencia de un gran escritor. Y tenemos esta vez la posibilidad de conocerle, de conversar un tinto con él, de apreciar la dimensión humana de un verdadero creador, de comprender su estilo, sus temas, la realidad que describe con una pluma inigualable.
Una vez más, todo parecido con sucesos acaecidos mucho más tarde en la larga y angosta faja de tierra que llamamos Chile, no es pura coincidencia.

“El único político que se atrevió a entrar con nosotros al fondo de la mina… fue el compañero Salvador Allende”.

Armando precisó: “El pueblo de Chile existió solo durante los mil días de la presencia de Salvador Allende en La Moneda”. El resto del tiempo, el pueblo chileno nunca fue sujeto de su propio destino, fue apenas –y sigue siendo– objeto de la depredación de intereses ajenos.

Después de la batalla, -ya se dijo-, vienen el saqueo y el pillaje.

Hijo de un suboficial de la Marina, fue atrapado por los esbirros de la dictadura, torturado, asesinado y desaparecido.