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Como en la generalidad de las formaciones sociales del globo, una ‘élite’ política se ha apoderado del país. Eso lo sabemos. Es una verdad. Se trata de una ‘élite’ que tiene poder. Y lo ejerce sobre el conjunto social.
El difícil momento que vive Chile no será superado por los sectores dominantes; tampoco por las organizaciones políticas existentes. Por más que se unan. Tal vez, por una nueva; es posible. Como, también, por una fuerza social diferente. Como la que, a menudo, pugna por salir y hacerse presente en las manifestaciones o en las protestas.
La democracia directa es la verdadera democracia. Su esencia misma. Su espíritu. Si en el pasado no pudo hacerse efectiva y debió trocarse en representativa fue porque no existían los avances que la sociedad de hoy brinda para ejercerla. Fue una aspiración. Recuperarla es volver a imponer el control colectivo sobre la marcha de la misma sociedad.
“Bienvenido a Chile, país gobernado por sus propios dueños”
Que la cleptocracia se haya hecho presente en Chile como expresión de la corrupción a escala ampliada no debe llamar la atención: así sucede cuando una sociedad recibe semejante práctica en el carácter de legado y la asume como propia; más, aún, cuando las organizaciones políticas que debieron repudiarla, la hicieron suyo colaborando a su rápida propagación.
¿Por qué no se dice claramente que lo que se busca es el sometimiento de la etnia mapuche, y el control de sus tierras, para proseguir con el lucrativo negocio de la madera?
El gobierno de Piñera, a esas alturas, había sido denunciado como violador de los derechos humanos por Amnistía Internacional (AI), por el Observatorio de los Derechos Humanos (Human Rights Watch), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU.
El proceso de elaboración de una nueva constitución en la forma determinada por la ‘élite política’ nacional ha llegado a su fin. Es un fraude del cual nos hubiere gustado permanecer ajenos. Más, aún: nos hubiere agradado deslegitimarlo con nuestra ausencia y, a la vez, deslegitimar así todo este sistema corrupto y el vergonzoso engendro que nos ofrece.
Es el caso de Chile con la aparición del llamado partido Republicano, una de las tantas manifestaciones de ese fenómeno que adquiere notoriedad cuando la forma de acumular presenta signos evidentes de agotamiento y exige ser modificada o abolida. Las fuerzas conservadoras también pueden manifestarse como si representasen algo nuevo: la mala memoria no es solamente patrimonio de los amnésicos.
Convoca la ‘élite política’. Su convocatoria es hecha, una vez más, por la escena política nacional y, en especial, por su ‘élite política’. No hay participación ciudadana. Ni siquiera en la forma mezquina que se hizo con la Convención.