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La continuidad es un modo de proyectarse. Lo es también de refractar la realidad política y cotidiana, de relacionarse con ellas, de actuar. Genera su propio lenguaje, discurso, códigos y estructuras. Por tanto, no le faltan las trampas que ella misma se pone.
El tema monetario en una economía no es propiamente el dinero, sino su impacto sobre la estructura y el ciclo productivo.
Ya se puede, en tiendas cubanas, comprar en MLC determinados bienes (alimentos y aseo). Con ello, se dan las condiciones para la propagación de un estado de opinión que, más allá de sus implicaciones políticas, tiene cierto sesgo desde el punto de vista económico.
Si de modernidad se trata, tanto para Marx como para Keynes, las ideas de una economía basada en el trueque carecen de sentido. Y es porque la satisfacción de necesidades a través del inter)cambio en sociedad es mediada por el dinero.
El mito es inherente al pensamiento cotidiano. Y es que el sentido común no puede convivir mucho tiempo con generalidades abstractas, de ahí que necesite cosificarlas.
El marxismo en Cuba sigue siendo esencialmente marxista-leninista; es decir, estalinista.