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Al ganar el Premio Nobel de la Paz 2020 al Programa Mundial de Alimentos (PMA), con sede en Roma, las Naciones Unidas y sus agencias incrementan su presencia, cercana al monopolio, en uno de los premios anuales más prestigiosos del mundo.
En 1998, el senador estadounidense Jesse Helms, un republicano de derecha del estado estadounidense de Carolina del Norte, llevó a cabo una virulenta y personal campaña de odio contra la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y su misma presencia en Nueva York.
La pandemia de covid-19 ha trastornado la vida de millones de personas en todo el mundo, ha causado más de 869.000 muertes, desestabilizó la economía mundial y provocó un marcado aumento de la pobreza y el hambre en el Sur en desarrollo.
Cuando dos encuestas realizadas al personal, una en Ginebra y la otra en Nueva York, revelaron un racismo generalizado en las Naciones Unidas, se produjo una pregunta obvia: ¿por qué no investiga el Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la ONU estos cargos?
Mientras continúa predicando enérgicamente las virtudes de la igualdad, defendiendo la igualdad de derechos para todos, sin distinción de raza, sexo, origen, lengua o creencias, la Organización de las Naciones Unidas subraya su condena al racismo y a toda expresión de discriminación racial en el mundo. Sin embargo, sondeos internos emborronan esa imagen.
Definitivamente, no hay amor entre la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
El coronavirus estaba cerca de cobrarse la vida de 600.000 personas este viernes 10 e infectar a 12,5 millones en todo el mundo, al mismo tiempo que ha desestabilizado prácticamente todas las facetas de la vida humana desde su brote a fines de diciembre.
La batalla en curso entre China y Estados Unidos amenaza con paralizar al organismo más poderoso de las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad (CSNU), que prácticamente se ha convertido en un “desaparecido en combate” en algunos de los temas más sensibles, y también más cruciales, de la actualidad mundial.
Las protestas masivas en más de 120 ciudades de Estados Unidos por injusticia racial y brutalidad policial se hicieron globales la primera semana de junio, en medio de amenazas presidenciales de usar la fuerza militar contra manifestantes en Washington.