Roma, 1 de mayo. 10 de la mañana. En la plaza de San Juan de Letrán ya se van concentrando jóvenes para el macroconcierto del 1 de mayo. Puestos de bocadillos. Jóvenes cerveza en mano. Casetas de camisetas. Nos detenemos en la caseta de la UAAR (Unione Atei e Agnostici Razionalisti). Preguntamos por la beatificación […]
Roma, 1 de mayo. 10 de la mañana. En la plaza de San Juan de Letrán ya se van concentrando jóvenes para el macroconcierto del 1 de mayo. Puestos de bocadillos. Jóvenes cerveza en mano. Casetas de camisetas. Nos detenemos en la caseta de la UAAR (Unione Atei e Agnostici Razionalisti). Preguntamos por la beatificación de Juan Pablo II. Nos preguntan si somos españoles y si hemos venido a la beatificación. Uno de la UAAR nos cuenta que ayer vieron españoles en procesión detrás de la cruz con banderas españolas. En el aeropuerto de Fiumicino en uno de los muchísimos vuelos procedentes de España venían varios sacerdotes y fieles que, al despedirse, besaron la mano a los clérigos.
Atravesamos la plaza de San Juan de Letrán. Casetas antinucleares y por el agua pública recuerdan los cuatro referéndums del día 12 de junio. Bordeamos la basílica y llegamos al obelisco de la plaza, que es territorio vaticano, como bien indica la bandera que luce en la puerta de la Vicaría. En la plaza hay montada una megapantalla donde varios cientos de feligreses, curiosos y paseantes escuchan la misa retransmitida -liturgia en riguroso latín- desde el Vaticano. Llegamos en un momento climático: descubren el retrato gigante de Juan Pablo II que adorna el balcón papal de la basílica de San Pedro. Zoom y primer plano del nuevo beato. Aplausos. Una monja flanqueada por dos sacerdotes lleva la reliquia de la sangre del nuevo beato. (A propósito de reliquias: fue noticia que la sangre de San Gennaro, patrón de Nápoles, no se licuó para este primer domingo de mayo). Zoom de la reliquia. Aplausos. Benedicto XVI bendice la reliquia. Zoom de la reliquia. Aplausos.
Nos encaminamos hacia el Circo Máximo. Antes de llegar ya nos ofrecen un botellín de agua unos empleados que trabajan para la organización del evento de la beatificación. Su camioneta está repleta de botellas, pero no hay nadie pidiendo agua. Entramos en el recinto del Circo. Al fondo, en el centro, el palco, con megaretrato de Juan Pablo II e imagen de la Virgen con el niño. Luego, seis megapantallas dispuestas como formando distintas capillas. En los laterales del Circo, tiendas de primeros auxilios montadas por la Orden de Malta. Se ven banderas españolas. También fieles polacos con camisetas con la efigie de Karol Wojtyla. Pasamos por una caseta donde nos dan una bolsa con dos kiwis y una pera. Mucha gente se ha hecho con una caja que repartían gratis y que contiene una galleta, unos crackers, una manzana y un zumo de fruta. Todo de marca.
Pontifica Ratzinger en ese momento sobre el «gigante» Juan Pablo II. Zoom del retrato. Aplausos. Nos encontramos en el recinto con un amigo que viene del Vaticano con su bici y su traje de ciclista: «No hay ese millón de personas que dicen que hay». Menos aún la cifra peregrina de cinco millones que anunció el Presidente del Consejo de Ministros italiano, Silvio Berlusconi.
Volvemos a la plaza de San Juan de Letrán. Nos regalan pegatinas antinucleares. Vamos a comprar el periódico a la caseta de Il Manifesto. Son las 12:30 pero aún no les ha llegado así que nos vamos al kiosko a comprarlo. En el kiosko una señora pide «L’Osservatore Romano». El kioskero, que nos conoce, nos dice que le han llevado más de un centenar de copias hoy. A la señora le responde: «Es la primera que vendo hoy». La señora no da crédito.
En el parque de Viale Carlo Felice, colindante con la plaza donde se celebra el concierto, muchos jóvenes con cervezas, humo de porro. Sólo una pancarta de los anarquistas de Bolonia que piden la excarcelación de varios compañeros. Por la tarde, se ven carteles con un eslogan duro como un puñetazo: «En tu ciudad hay un campo de concentración. Por el cierre del CIE [Centro de Identificación y Expulsión] de Ponte Galeria».
Hace un día radiante en Roma, pero qué triste 1 de mayo. Se puede asistir al megaconcierto en la plaza de San Juan de Letrán, que cada vez tiene más de fiesta hedonista y menos de lucha y eso que el paro -especialmente el juvenil- sigue aumentando. «Historia, patria, trabajo» es el lema de esta edición del concierto.
Pero en este 1 de mayo se ha celebrado en Milán el décimo aniversario de un santo trabajador laico: San Precario. Miles de precarios de toda Europa han protestado contra las privatizaciones, los despidos, la austeridad, los recortes y los sacrificios. San Precario se convierte en el santo de un sujeto político autónomo, que crea acción política: plantea preguntas, apunta soluciones y desarrolla conflicto. «Queremos una renta de base universal no condicionada, desligada del contrato de trabajo. Queremos un nuevo estado social con derechos para todas/os, que dé acceso a los bienes comunes, es decir, a los saberes, conocimiento, agua, servicios sociales, casa, movilidad sostenible […] Pedimos la ciudadanía para los migrantes, desligada del contrato de trabajo, y el derecho a la libre circulación. Pedimos la reducción del caos de las formas contractuales, pedimos más dinero y un salario mínimo horario, y gritamos con fuerza que queremos todo lo que nos han quitado: derecho a la maternidad, a la jubilación, a las vacaciones. En pocas palabras, pedimos de nuevo el derecho a elegir, contra el chantaje de la necesidad y del miedo.» Los devotos de San Precario actuaron contra la apertura de tiendas y centros comerciales en la jornada del trabajador cabalgando el tigre de la precariedad y anunciando una huelga precaria.
El 1 de mayo de 2011 pasará a la historia como un día en que el Vaticano, en presencia de muchos Jefes de Estado, incluido el dictador Mugabe, desplazó de la escena mediática la celebración del Día Internacional del Trabajo con la beatificación del gran trabajador de Dios y azote de comunistas que salió al balcón junto con Pinochet, el mismo que en 1994 le felicitaba así en sus bodas de oro: «Al general Augusto Pinochet y a su notable esposa Doña Lucía Hiriart Pinochet, en ocasión de las bodas de oro de su matrimonio, como prenda de abundantes gracias divinas, les concedo con gran placer, a ellos, así como a sus hijos y nietos, una bendición apostólica especial».
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