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Berta Cáceres representa la parte digna que aún les queda a nuestros pisoteados pueblos

Fuentes: Rebelión

En mi país México, al igual que en Honduras, se asesina a los defensores ecologistas, a periodistas, a estudiantes, a defensores de derechos humanos, a quienes defienden la vida; se tortura física, psicológica y sexualmente a las mujeres; se agrede con saña a la comunidad LGBT; México también se encuentra entre los primeros países que […]

En mi país México, al igual que en Honduras, se asesina a los defensores ecologistas, a periodistas, a estudiantes, a defensores de derechos humanos, a quienes defienden la vida; se tortura física, psicológica y sexualmente a las mujeres; se agrede con saña a la comunidad LGBT; México también se encuentra entre los primeros países que más violan los derechos humanos. México, como Honduras, es un paraíso para la impunidad y quienes cometen atrocidades pueden estar tranquilos, ya que en la mayoría de los casos la justicia verdadera nunca llega. En México un sector de acomplejados se niega a voltear a ver al indígena, sienten odio hacia sí mismos, sienten odio hacia su cultura, odian a su propia raza, odian a su propio pueblo. La tortura, la desaparición forzada y el asesinato son prácticas comunes. En México se puede torturar física, emocional y sexualmente a 47 mujeres y es casi seguro que habrá impunidad total, tal y como ocurrió en mayo del 2006. En México se puede desaparecer a 43 estudiantes y, en lugar de procurar la justicia, se culpará a las víctimas, tal y como ocurrió en septiembre de 2014. En México se puede matar a 45 indígenas y la impunidad estará garantizada para el agresor, tal y como sucedió en diciembre de 1997…

Hay una gran lista de agravios contra la humanidad que suceden en México:

Bety Cariño, activista indígena asesinada; Rosendo Radilla Pacheco, desaparecido forzadamente y torturado; Valentina Rosendo Cantú, torturada sexualmente por militares; Inés Fernández Ortega, torturada sexualmente por militares; Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera, defensores ecologistas torturados; Juan García y Santiago Sánchez, detenidos ilegalmente y torturados; Bernardo Vázquez Sánchez, defensor del territorio frente a la destrucción que generan las empresas mineras, emboscado y asesinado…

Así como lo indígena es el orgullo más grande de mi raza, Berta Cáceres representa la parte digna que aún les queda a nuestros pisoteados pueblos. Berta Cáceres es una mujer completa, mujer sin miedo, todo un cuadro político que da la vida por su cultura, por su tierra, por su país. Lo que hace sobresalir a líderes de la calidad de Berta es que, en algún punto, estos se convierten en una amenaza para quienes no entienden que los ríos son sagrados, una amenaza tanto para las oligarquías locales como para los intereses del imperio norteamericano. Frente a las amenazas continuas de desaparecerte físicamente, hay líderes como Berta que no bajan la guardia, que continúan la resistencia y que por gran parte de sus vidas libran una «batalla pacífica pero enérgica». A Berta la desapareció físicamente el paramilitarismo, el Estado hondureño, las empresas rapaces, el gobierno norteamericano por medio de su guerra contra los pobres de América…

En Honduras hay una consigna que dice: «¡Arriba, abajo, empresas al carajo!», quienes radicamos en EEUU, podemos mostrar solidaridad y exigir: «¡Alto a la intervención en América Latina!».

«¡Territorio, cultura y vida!»

Marco Dávila es presidente del Comité Morena Minnesota

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.