Ismael Moreno Coto, conocido como padre Melo, es un sacerdote jesuita hondureño, director de Radio Progreso y del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC). El año pasado fue galardonado en Noruega con el prestigioso Premio Rafto 2015, en reconocimiento a su trabajo por la defensa de la libertad de expresión. Previo al desarrollo de […]
Ismael Moreno Coto, conocido como padre Melo, es un sacerdote jesuita hondureño, director de Radio Progreso y del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC). El año pasado fue galardonado en Noruega con el prestigioso Premio Rafto 2015, en reconocimiento a su trabajo por la defensa de la libertad de expresión.
Previo al desarrollo de la 1ª Asamblea de la Articulación Popular Hondureña «Berta Cáceres», el padre Melo conversó con La Rel sobre la difícil coyuntura que atraviesa Honduras tras el asesinato político de la dirigente indígena lenca.
-¿En qué contexto político, económico y social se da el asesinato de Berta Cáceres?
-Ocurre en un contexto de creciente escalada del modelo extractivista, que es la expresión más radicalizada del modelo neoliberal en Honduras y en el mundo.
La puesta en vigencia de las «ciudades modelo», la aprobación de la Ley de Minería, la expansión del cultivo de palma africana y el concesionamiento de ríos y territorios enteros a multinacionales aliadas de la oligarquía nacional, son un ejemplo del proyecto político que impulsa la extrema derecha hondureña e internacional.
En este sentido, el asesinato de Berta Cáceres no fue casual, sino que responde a un marco general de consolidación de este proyecto, que tiene como mecanismo la militarización de la sociedad, la criminalización de la lucha popular y el exterminio de dirigentes que no pueden ser controlados, que no son comprables, ni sobornables.
Esta ofensiva ha generado una agudización de los conflictos, porque el asesinato de Berta despertó a la humanidad para que volviera nuevamente la mirada hacia esta Honduras.
Hay un resurgimiento de la lucha popular en el marco de lo que Berta siempre ha buscado: la articulación de los sectores desde compromisos que surgen de las bases y que se proyectan tanto a nivel nacional, como regional y mundial.
Esto es el gran legado que debemos recoger. Un proceso de lucha y un proyecto unitario en el marco de un trinomio político-estratégico que marcaba el pensamiento de Berta Cáceres: una articulación anticapitalista, antirracista y antipatriarcal.
-¿Qué idea se ha hecho en cuanto a los mandantes de este asesinato?
-La oligarquía nacional y el capital transnacional han ido criminalizando a las organizaciones de base y la lucha popular, fortaleciendo los instrumentos represivos y desarrollando campañas mediáticas muy agresivas. Sin embargo, han intentado evitar asesinatos de altísimo impacto, porque redundan negativamente en sus negocios.
Un asesinato selectivo. La impunidad consagrada
Lo que suelen hacer es tratar de cooptar a los dirigentes y asegurarse una oposición en cierta medida controlada. Cuando hay factores o actores que impiden este proceso de cooptación, puede haber mandos intermedios -como gerentes de proyectos, autoridades municipales, oficiales regionales- que decidan planificar el asesinato.
Ellos saben que, en última instancia, van a contar con el respaldo de los altos dirigentes tanto de la política como de las empresas extractivas.
El peligro para la dirigencia política y social es latente, porque se han creado las condiciones para que aquellas personas que ponen en entredicho la implementación de las políticas extractivitas van a contar con una respuesta criminal organizada, en el marco de un sistema generalizado de impunidad.
Para atacar la impunidad y este sistema que la genera y la protege tenemos que articularnos a nivel nacional e internacional.
-Retomando las palabras de sus hijas e hijo, ¿qué hay que hacer para que la imagen de Berta no quede simplemente como un logo vacío?
-Hay que trabajar una propuesta unitaria real, histórica, que es lo que tratamos de hacer en estos espacios que se están convocando.
La lucha no puede limitarse solo a consignas, ni a una demanda judicial, sino que debe obligar a que las diversas instancias del movimiento popular hondureño se articulen en esta propuesta unitaria de mediano y largo alcance, que debe ser permanente independientemente de la coyuntura que vive el país.
Solamente así podemos ser fieles al pensamiento, a la práctica y a la mística de Berta Cáceres.