Nadie puede negar que el escenario político peruano es, en extremo, confuso. Ni que hay elementos contradictorios que llaman a un análisis cuidadoso de las cosas, para no errar. Particularmente en el denominado «campo popular», que cobija a las fuerzas progresistas y a la izquierda, existen hechos que pueden dar lugar a lamentables confusiones incluso […]
Nadie puede negar que el escenario político peruano es, en extremo, confuso. Ni que hay elementos contradictorios que llaman a un análisis cuidadoso de las cosas, para no errar.
Particularmente en el denominado «campo popular», que cobija a las fuerzas progresistas y a la izquierda, existen hechos que pueden dar lugar a lamentables confusiones incluso a personas usualmente bien informadas.
En este orden de cosas, sin embargo, no ayuda en nada engañar a la gente. Un viejo aforismo nos recuerda siempre que la mentira tiene piernas cortas. Eso significa que con ella, no es posible andar muy lejos.
Viene esta reflexión luego de revisar las páginas de alguna prensa «de izquierda» que se publica aquí. Ella, proclama, haciendo realmente de tripas corazón, que sí, que al fin se logró la «unidad de la izquierda».
Y aunque duela, hay que reconocer que eso no es así. Veamos cómo marcharon las cosas en el último tiempo.
Todos recordamos que el Partido Tierra y Libertad -liderado por Marco Arana, un destacado líder ambientalista- resolvió modificar su identidad legal para asumir complementariamente el nombre de «Frente Amplio». Buscaba así afirmar una imagen «más abierta» al tiempo que proclamaba su intención de acercarse a otros, que estuvieran en disposición de sumar, tras su bandera. Así ganó algunas fuerzas regionales. Y eso permitió que surgiera un colectivo más bien autónomo denominado»Sembrar», liderado por Verónica Mendoza.
Para dirimir candidaturas en este espectro de la izquierda, se inscribieron 7 postulantes en los comicios que tuvieron lugar a fines de octubre. Ellos arrojaron un resultado en cierto modo sorpresivo: Arana fue vencido y Verónica Mendoza -de Sembrar- se alzó con la victoria.
Hasta ese momento, los otros colectivos de la izquierda no tuvieron presencia alguna en el Frente Amplio ni en el entorno de sus candidatos. Ellos jugaron otra opción: Democracia Directa, sugerente expresión política de los afectados por los descuentos del Fondo para a Vivienda, es decir, los Fonavistas.
A ella se ligaron cuatro movimientos: Ciudadanos por el Cambio, Fuerza Social, Patria Roja y el PC.
Por iniciativa de Andrés Alcántara, el líder de este movimiento, Democracia Directa cambió de nombre: pasó a llamarse «Unidad Democrática», para dar la impresión que estaba aglutinando a esas otras fuerzas, que actuaban como «UNETE»
Y Unidad Democrática también llamo a elecciones internas bajo el monitoreo de la ONPE, como lo requiere la ley. De estos comicios -irregularidades de por medio- salió ganador Andrés Alcántara, que venció a Gonzalo García. Otros seis postulantes quedaron rezagados.
Concluido el «proceso» en Unidad Democrática, se armó la gorda. García denunció fraude. Aun más, arguyó haber sido «traicionado» por alguien que «se pasó al enemigo». Lo dijo así en un evento de «Unete», que avaló esa formulación.
Lo curioso es que se hable de «traiciones» en un conglomerado en el que, hasta dos días antes, todos eran uña y carne. ¿Es que nadie sabía que el enemigo «estaba adentro»? ¿O es, acaso, que pasaron de ser «aliados» a la condición de «enemigos» porque les ganaron la elección? Como suele decirse, «Cosas del Orinoco, de las que nadie sabe, y yo tampoco».
Lo real es que de las dos consultas electorales emergieron dos fuerzas, procedentes de una misma cantera: La Izquierda Oficial. Verónica Mendoza, por un lado y Andrés Alcántara, por otro. De nada valdrá ocultar el hecho.
Con Verónica Mendoza fue designado Marco Arana para la Primera Vice Presidencia y -todo indica- el joven y aguerrido congresista Sergio Tejada, a la segunda. A esa fórmula se sumaron -por ahora- los integrantes de UNETE, que están abordando no precisamente temas programáticos, sino cupos en la lista parlamentaria.
Con Andrés Alcántara apareció Vladimir Cerrón, de Perú Libre, un importante movimiento organizado desde la región Junín; y Gregorio Santos, el Presidente del Gobierno Regional de Cajamarca, fundador y líder del MAS y caracterizado luchador por la causa de CONGA. ¿Alguien podría decir que esa «no es una fórmula de Izquierda»?
Pero aún falta tiempo, todavía. Habrá que esperar hasta el 10 de enero para saber a ciencia cierta qué rumbo toma el movimiento, porque aun se pueden producir desplazamientos en una u otra vertiente. Y aún también pueden concretarse otras aspiraciones larvadas que andan buscando sitio. Después de esa fecha, se podrá saber a ciencia cierta, cuál es el panorama.
En política, es posible cometer muchos errores, pero uno de los más frecuentes -y dañinos-, es el subjetivismo. Consiste en asumir los deseos como realidades, creer que lo que uno espera, eso es. Y guiarse entonces por las expectativas, y no por la realidad.
Lo que el país requiere no es la unidad tras una candidatura, sino más bien una candidatura de unidad. Hay quienes quisieran construir lo primero, cuando lo que se necesita de manera indispensable es lo segundo.
Lo primero será un esfuerzo vano si persisten varias propuestas y se convierten en realidad. Lo segundo, si no lo resuelven los «líderes», lo abordarán las masas, es decir, los electores que, finalmente, evaluarán a unos y a otros y cerrarán filas en procura de un camino de salida.
Esto es urgente por cuanto en «la otra orilla» se afirman los proyectos de la reacción. Todos quisiéramos que la Mafia se derrumbe, pero lo objetivo es que Keiko Fujimori hace «jales» y nuclea algo más de un tercio electoral, que le resulta suficiente para pasar a la segunda ronda en junio.
Y todos quisiéramos también que el acuerdo entre el APRA y el PPC sea una alianza letal para las aspiraciones de García; pero eso puede no ser así. Todo indica que ese «pacto» entre «la candidata de los ricos» y «el candidato de los Narcos» constituye una trama urdida en los amplios salones de una embajada.
El 2006 -no hay que olvidarlo- para enfrentar en segunda vuelta a Humala estaban en bola Lourdes Flores y García. Ella debía pasar a la segunda ronda, pero cundió el pánico en altas esferas y en la residencia de la cuarta cuadra de la Avenida Arequipa resolvieron cambiar la cosa: pasó Alan.
Hay que tener memoria y recordar tan solo cómo Lourdes Flores salió bañada en lágrimas de una «cita» diplomática después de la cual aseguró que le «habían birlado la elección».
Para la administración norteamericana, el escenario ideal del 2016 sería una segunda ronda entre Keiko Fujimori y Alan García; y que en «repechaje» el líder de los Narco Indultos se imponga sobre la chinita de la yuca.
La administración yanqui podría también estar feliz con Keiko en el Poder, pero preferiría a Alan porque es más garantía de experiencia, control social, base partidista, manejo político y, sobre todo, imagen internacional. La Casa Blanca necesitará a García como «líder del Pacífico», ante la ausencia de Uribe en Colombia o de Piñera en Chile. Con Mauricio Macri, en Buenos Aires, una debilitada Dilma, en Brasilia, y un congreso de la MUD en Caracas, bien podría intentar revertir con más éxito el proceso liberador que hoy se vive en América Latina.
No son sólo factores internos los que habrán de incidir en el desenlace peruano del 2016. Hay también un elemento extranjero de significativo peso político y del cual no hablan para nada los «opinólogos» de la reacción.
Que ellos lo oculten, es comprensible, pero que la Izquierda silencie el tema para dar rienda suelta al subjetivismo, puede resultar trágico.
Gustavo Espinoza M., del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
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