Recomiendo:
0

La caída del gobierno Prodi

Cambios de estado

Fuentes: Rebelión

1. Sublimación del gobierno Prodi. Para explicar la caída del gobierno Prodi se ha mencionado como causa principal un factor interno, o sea, la heterogeneidad de la coalición. Sin embargo, la física política enseña que no hay cambios de estado sin que se modifiquen la temperatura o la presión externas. Es obvio que el gobierno […]

1. Sublimación del gobierno Prodi.

Para explicar la caída del gobierno Prodi se ha mencionado como causa principal un factor interno, o sea, la heterogeneidad de la coalición. Sin embargo, la física política enseña que no hay cambios de estado sin que se modifiquen la temperatura o la presión externas. Es obvio que el gobierno Prodi había nacido ya en estado crítico, pero cabe preguntarse cuáles han sido los factores extrínsecos que han motivado su fin. Podrían ser dos: las mafias, entendidas éstas no como fenómeno criminal sino antropológico, y el Vaticano.

Constitucionalmente, Italia es una república democrática basada en el trabajo; antropológicamente, Italia es un sistema basado en las familias, las castas, y en consecuencia, en el conflicto de intereses. El caso Mastella es emblemático. La magistratura acusa a 35 miembros de su partido de corrupción, incluida su esposa y su consuegro. Ellos, convencidos de su inocencia, defienden ese sistema clientelista de enchufes, recomendaciones y sugerencias. Cosí fan tutti, que dirían quienes así se comportan. Si, por añadidura, estas prácticas consuetudinarias se apoyan en la autoridad del catolicismo («Creo que éste es el amargo precio que estamos pagando mi marido y yo por la defensa de los valores católicos en la política. Basta con ver lo que le ha pasado al Papa para entender lo que les está pasando a los católicos», dijo la señora Mastella), entonces se comprende la actuación de Mastella: ninguna preocupación por derribar un gobierno y menos aún por traicionar un programa presentado a un cuerpo electoral, pues la lealtad que cuenta es la que se profesa a la familia y a la Santa Madre Iglesia. Ayer mismo, el presidente de la región de Sicilia, Totó Cuffaro, condenado a 5 años por revelar a la mafia secretos con encubrimiento personal y utilización de secretos de oficio, al dimitir dijo: «Lo hago por no traicionar los ideales en los que me han educado, lo hago por mi familia y lo hago como último acto de respeto por los sicilianos». Dijo también que había vivido «años de intenso penar confortado, además de por el afecto de tantos sicilianos, por la cristiana conciencia de saber que en la vida de un hombre el sufrimiento no es jamás vano». Al conocer la noticia, el paterfamilias Silvio Berlusconi, rey del conflicto de intereses, declaró: «Lo acogeremos en familia para darle la serenidad que merece».

2. Solidificación del partido vaticano

El Vaticano siempre había condicionado, con astuta liquidez, la física política italiana. A través de la Democracia Cristiana canalizaba, encauzaba, dirigía y controlaba en buena parte su destino. Italia es, pues, un recipiente en el que siempre han fluido sus humores. Sólo que desde la Nota para la participación de los católicos en la vida política que redactó Ratzinger en su época de Prefecto para la Congregación de la Fe, estamos asistiendo a un fenómeno de solidificación política no ya italiano sino más bien universal. En las dos últimas semanas, la conferencia episcopal italiana y el propio Papa en persona habían atacado duramente al gobierno: que si la periferia de Roma está hecha una pena, que si se le había negado al Santo Padre la palabra en la universidad de La Sapienza, que si el país está deshilachado, que si habría que pensar en una moratoria de la ley del aborto… Los efectos de esta potente cruzada políticamente transversal del Vaticano se han venido observando con pereza desde la izquierda, y es que se tiende a responder a las cruzadas nacionalcatólicas o con ira anticlerical o con acidia («defectus irae»). Por blandeza, inercia o flojedad, apoltronados «demócratas» no combatieron a su debido momento aquella batalla del laicismo bueno y la laicidad mala; tampoco cumplieron la promesa electoral de una ley de parejas de hecho; sí que se esforzaron en demostrar su hondo sentir religioso, pero no apoyaron la noble causa de la eutanasia; huyeron de toda manifestación contra las injerencias vaticanas, y acabaron elaborarando un manifiesto que es un capolavoro de ambigüedad respecto a la laicidad del Estado. Hoy recuperar ese terreno costará Dios y ayuda. Y quizá habría que comenzar por el apoyo a los 67 profesores universitarios que ¡en octubre! presentaron una carta a su rector manifestando su desacuerdo porque se hubiera elegido al Papa para inaugurar el año académico. La caza de brujas ha comenzado. Por haber firmado esa carta al prestigioso físico Luciano Maiani no le han ratificado el nombramiento para presidir el Centro Nacional de Investigación (CNR); y un diputado de los postfascistas de Alleanza Nazionale pidió que se expulsara de la universidad a los 67, cuyos nombres publicó en su blog. Sólidos argumentos para desperezarse.

3. Licuefacción de la izquierda

La izquierda llegaba a esta coalición con una doble misión: la de combatir a Berlusconi, y la de quitarse de encima para siempre el sambenito de traidora que le colgaron en la anterior experiencia de gobierno con Prodi. Notable presión. Debido al escasísimo margen de votos con el que se ganaron las elecciones perdió vibración, comenzó a perder su forma, empezó a fragmentarse y se desdibujó su volumen. En una palabra: se licuó. Paradigmático fue el caso de Fausto Bertinotti, a quien nombraron presidente del Parlamento, robándole todo contenido, dejándole sólo en continente. Para los cosificados votantes de izquierda, que ya no saben ni cómo se llaman -¿acaso «Cosa rossa»?- el paso de sólido a líquido, el adoptar por fuerza la forma del recipiente que les contenga, el hecho de que se haya acabado la sólida resistencia a la deformación y las leyes físicas de flujos de consenso les han hecho mucho más daño del que imaginamos. Sanear las cuentas del país, alto objetivo económico conseguido, no ha cubierto un deber político igualmente alto: el cumplimiento del programa electoral de más de 250 páginas. Ahí siguen el conflicto de intereses, la «guarrada» de ley electoral, las leyes vergüenza de Berlusconi, la ley de inmigración Bossi Fini, la ley 40 del trabajo, la misión afgana… Ni siquiera les han concedido el terroncito de azúcar de la ley de parejas de hecho. Y, para colmo, la justicia ha quedado aún peor parada. Los casos de Magistris y Forleo así lo demuestran.

Hoy, finalmente, se advierten signos de cristalización en esta difusa izquierda. Giordano, de Rifondazione Comunista, afirma que «nunca más participarán en un gobierno con los centristas»; el ministro Ferrero (Rifondazione Comunista) declara que no se dan las condiciones para votar la refinanciación de la misión en Afganistán; miembros de Rifondazione, Verdes y Comunistas Italianos tomarán parte en una sentada contra la ampliación de la base estadounidense de Vicenza…

Hoy, cumplida la dura penitencia del silencio en pro de la unidad, se ha de trabajar con concreción, cohesión y fuerza para macizar la identidad liquidada. La izquierda de este país sabe que el Opus Dei pinta más que ellos en estas megacoaliciones. Visto lo visto, que no gane Berlusconi no es un argumento con consistencia suficiente para justificar otro cambio de estado. La ebullición convertiría a la izquierda en gas. Sin más.